SECCIONES

viernes, 16 de agosto de 2019

Por el Amor de Dios (7)

Para las monjas eran muy importantes las copias de todo tipo, sobre todo las de escritura, los llamados «copiados», que hacíamos a diario hasta el aburrimiento, encabezándolos con destacados titulares muy ornamentados; al respecto, recuerdo todavía cómo solía adornar yo mis títulos: con dos volutas que arrancaban de ambos lados del texto que, centrado horizontalmente, encabezaba el copiado, dos volutas que se juntaban en un pico acorazonado debajo y en medio del título.
Importantes eran también las copias de los dibujos que acompañaban a los textos en los libros. Entre la copia del texto, la del dibujo, la caligrafía —que era otra copia— y unas cuantas cuentas —sumas, restas, multiplicaciones...—, tenías echada la jornada.
Sin embargo, no recuerdo haber hecho dictados, ni redacciones, ni haber realizado o escuchado lecturas interesantes, ni, menos todavía, que hubiera explicaciones atractivas de ningún tipo por parte de alguna de aquellas docentes religiosas. Aunque vuelvo a librar a las monjas de la exclusividad en este aspecto, pues, igualmente, apenas recuerdo en años posteriores dichas explicaciones en las «escuelas de arriba» (sería, pues, cosa de los tiempos). Sí, ¡perdón!, me acuerdo de que en estas últimas, las «graduadas», había un maestro... algo diferente, menos amigo de la violencia que el grueso de sus compañeros, un maestro que «hablaba» a sus alumnos y premiaba con muiques (muique → muy bien) los trabajos sobresalientes.
Continuará.


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