SECCIONES

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Migas

Esto que ven ustedes a continuación de este párrafo es una fotografía —¿podríamos llamarla cenital?— del centro de la mesa del comedor donde suele manducar la familia de este humilde servidor; y lo que se ve, en el mismísimo centro de la imagen, es una sartená de migas, rodeada, sin intención ornamental, de los pertinentes tropezones, que la autora —artista es más correcto— sirve por separado.
Foto: Jose Alberto Abellán (29-09-2015)
Resulta que siempre me acuerdo de la foto cuando estamos terminando y solo quedan los restos, pero esta vez me di cuenta antes; aunque alguien se me adelantó e inmortalizó mejor, con más tino, el momento. Bueno..., de cualquier manera, quede para la posteridad —que se sepa en todo el mundo, para... estudios académicos venideros— lo que comimos ayer.
¿Artista o genio?: Toñi, la madre de familia; ¿invitadas de honor?: dos Ángeles, madre e hija —consuegra y nuera de la autora de la preparación de la minchá, así como del que esto escribe—; ¿resto de manducantes?: los dos hijos de la familia, Jose y Antonio, y yo, el plumilla que, para darles envidia, les cuenta la comida. Las dos nietas todavía andan con sus comidas infantiles: potitos y esas cosas.
Vayamos con la descripción: En el centro, ya lo he dicho antes, la sartén con las migas, y rodeándola apretadamente —empezaremos por arriba como si fueran las horas de un reloj y seguiremos, ya con el símil, en dirección horaria—, los tropezones, a saber:
  • Ajos tiernos fritos, a las doce.
  • Entre la una y las dos: longaniza y salchicha, fritas también, en trocitos pequeños.
  • Entre las cuatro y las cinco: habas tiernas fritas.
  • Entre las siete y las ocho: magra de cerdo, costillejas de ídem y tocino, todo bien frito en pedacitos de un solo bocado.
  • Pasadas las nueve: pimientos fritos, muy carnosos y bien hechos; ya solo el color, te camela.
  • Y a ambos lados, uno casi a las diez y otro a las tres: sendos platos con cebollitas en vinagre, olivas y pepinillos.
El intríngulis está en saber ir mezclando “al gusto” de cada uno (los músicos utilizamos las expresiones ad libitum o a piacere para indicar lo que quiero decir) los ingredientes acompañantes con la base formada siempre por migas: ahora un trocito de tocino, luego unos ajitos, después una costilleja... 
Añadamos que para el caso “bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino” (Berceo), intercalado a intervalos regulares entre los distintos bocados; en nuestro caso, vasos de una botella de Juan Gil, cuya imagen asoma parcialmente por la esquina inferior derecha la fotografía.  
¡Ah!, se me olvidaba, para el final dejamos unas pocas migas destinadas a acompañar el último postre —tras la fruta—: un cuenco con delicioso chocolate calentito: se introducen las migas —que no llevan la grasa de los tropezones, informo— en el recipiente con chocolate, se bañan bien y con una cuchara se van sacando en sabia proporción (otra vez a piacere)... ya saben.
Gracias, Toñi.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Juan el Carlos

No había posibilidad de pérdida: justo detrás, inmediatamente detrás, de la iglesia del pueblo, allí estaba el Bar de[l] Juan el Carlos, toda una institución, entonces, el establecimiento, y todo un personaje, siempre, el dueño. Además de bar y casa de comidas, era una pensión.
A pesar de que hace bastantes años que fue cerrado al público, todavía queda el local, cierto que con la frialdad propia de lo no utilizado, de lo deshabitado, pero compensada por el recuerdo que trae la conservación todavía de la misma distribución de estancias de que gozó en “vida”; hasta la barra permanece, al entrar, a la izquierda, con su curvatura, algo que, a quienes lo conocimos, nos permite recordar, tras ella, a Juan —su gran corpulencia, sus andares pausados y balanceantes, su cara llena y graciosa— despachando a sus clientes, convidándose y bromeando con ellos, y..., muy importante, contando sus anécdotas, sus chascarrillos…: sus cosas.
Las cosas de Juan el Carlos no se pueden contar ahora, no, por lo menos, como las narraba el protagonista: imposible imitar, y menos reflejar por escrito, su gracia, su chispa, su dicharachería. Imagínenlo diciendo algo así:
Como aquella vez que fuimos al fútbol mi Paco, Fulanico y yo. [pausa y aclaración] (Cuando íbamos a los toros o al fútbol, yo me echaba todos los “recortes” que encontraba encima de la barra [haciendo el gesto de recoger, arrastrando el brazo sobre el mostrador, de fuera a dentro]: jamón, lomo, morcón, chorizo…, acompañados de la bota del vino). Entonces, pa que lo sepáis, mi peso estaba en los 140 kilos, y el de mi hermano no andaría muy lejos. Llegamos al “campo” y ocupamos nuestros asientos, de esos señalados con rayas de pintura en las gradas de cemento. Poco después viene un tío que quería sentarse donde estábamos nosotros; decía el individuo que allí estaba su asiento, que lo ponía en su papeleta. Después de discutir un rato, tuvimos que llamar a un acomodador, que estuvo indagando hasta que descubrió que entre mi Paco, Fulanico y yo, entre los tres, ocupábamos cuatro localidades: ¡ahí estaba la rata! ¡menudos culos!
O cuando ¿¡se comió 58 huevos fritos!?:
En un viaje para comprar vino, fuimos a Pinoso mi Paco y yo, y en una venta del camino, apostamos a ver quién comía más huevos fritos. Gané yo, que me comí 58. [Pequeña pausa y aclaración pedagógica] (Para comerse 58 huevos fritos no hay que “magrearlos” mucho: se pincha con el tenedor en un lado [gesto de hacerlo], se dobla el huevo, se pincha el otro lado... [gesto] y pa dentro); ¡ah!, y con cada huevo, un trago de vino.
Los miércoles… sí, creo que era ese día cuando su mujer, la Teresa (su Teresa) hacía callos, que Juan iba despachando en el bar como tapa en pequeñas cazuelas de barro: ¡buenísimos! A mi mujer y a mí nos gustaban tanto que ella tenía la costumbre de ir más de un miércoles con una cacerolica y traer unas raciones para comérnoslas en casa: ese día ya teníamos la comida.
Como era tan bromista, uno de esos miércoles, Juan le coloca a un cliente, desconocido, un forastero, un plato de callos sin que este los hubiera pedido; el hombre, extrañado, contesta, quizás algo desabridamente:
—¡Yo no he pedido eso!
A lo que nuestro entrañable personaje responde, teatralmente, muy serio y abrumador, como enfadado:
—¡Todavía no ha nacío quien se niegue a comerse unos callos hechos por la Teresa!
Pronto se descubría la broma, salía a relucir su talante y no pasaba nada: unas aclaraciones, unas risas y unas convidás.
La verdad es que la diferencia entre nuestras edades (la mía y la suya) dificultó que lo conociera mejor, pero he de decir que entre nosotros había una recíproca apreciación; tan clara, que cuando murió Juan, su hijo, mi amigo y también compañero de aventuras durante unos años, Vicente Carlos, me dijo: “ha muerto tu amigo”; y así era, si no amistad entre iguales, sí por lo menos, por lo que a mí respecta había, y mantengo, mucho cariño, y admiración, por su talante bromista, comprensivo y parlanchín.
Le gustaba el tango y creo que su favorito era —se lo oí cantar algunas veces, mitad emocionado mitad en broma— Sus ojos se cerraron, cantado por Carlos Gardel, claro. Y ese es el homenaje que Abonico quiere ofrecer a Juan el Carlos, ese tango que tanto le gustaba y que con tan graciosa teatralidad cantaba.
Va por ti, amigo Juan.

Carlos GardelSus ojos se cerraron.
Fotos de Juan El Carlos, cedidas por su nieto Antonio.

Y aquí tienen la letra para que nadie se pierda:
Sus ojos se cerraron  
(Música: Carlos Gardel 
Letra: Alfredo Le Pera)

Sus ojos se cerraron 
y el mundo sigue andando, 
su boca que era mía 
ya no me besa más, 
se apagaron los ecos 
de su reír sonoro 
y es cruel este silencio 
que me hace tanto mal.  

Fue mía la piadosa 
dulzura de tus manos 
que dieron a mis penas 
caricias de bondad, 
y ahora que la evoco 
hundido en mi quebranto, 
las lágrimas trenzadas 
se niegan a brotar, 
y no tengo el consuelo 
de poder llorar. 

¡Por qué sus alas tan cruel quemó la vida! 
¡por qué esta mueca siniestra de la suerte! 
Quise abrigarla y más pudo la muerte, 
¡Cómo me duele y se ahonda mi herida! 

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas 
con su limosna de alivio a mi tormento. 
Todo es mentira, mentira ese lamento. 
¡Hoy está solo mi corazón! 

Como perros de presa, 
las penas traicioneras 
celando su cariño 
galopaban detrás, 
y escondida en las aguas 
de su mirada buena 
la muerte agazapada 
marcaba su compás.  

En vano yo alentaba 
febril una esperanza,
clavó en mi carne viva 
sus garras el dolor; 
y mientras en las calles 
en loca algarabía 
el carnaval del mundo 
gozaba y se reía, 
burlándose el destino 
me robó su amor.

¡Por qué sus alas tan cruel quemó la vida! 
¡por qué esta mueca siniestra de la suerte! 
Quise abrigarla y más pudo la muerte, 
¡Cómo me duele y se ahonda mi herida! 

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas 
con su limosna de alivio a mi tormento. 
Todo es mentira, mentira ese lamento. 
¡Hoy está solo mi corazón! 


sábado, 19 de septiembre de 2015

Les Luthiers, sin Rabinovich (y 4)

Ya dije en Abonico que cuando en alguna ocasión me han preguntado sobre lo más grande que ha dado Argentina al mundo, he contestado, casi sin pensarlo, que lo mejor ha sido este maravilloso grupo: Les Luthiers. Después, reflexionando, he pensado que con esa tajante afirmación posiblemente había sido injusto con Quino y su Mafalda, y con algunos otros más, aunque en ellos no incluyo a futbolista alguno, ni siquiera a ese que se suele poner el primero entre los argentinos porque mucha gente lo considera un dios; no le quiero quitar importancia al jugador, pero no hay color en la comparación si hay cerebro en quien compara.
¿Que qué recomendaría Abonico de estos geniales argentinos? Todo, y, además, repetidamente; cuantas más veces, mejor, pues con las repeticiones te das cuenta de detalles que en veces anteriores pasaste por alto o que no les diste demasiada importancia en su momento. Además, si eres músico o entiendes de música, disfrutarás doblemente de ellos.
Por destacar algo, y con la seguridad de que me dejo momentos esenciales, aquí tienen una lista con una quincena de “atracciones”. Quienes no las conozcan (estas y otras), háganme caso, búsquenlas, véanlas, escúchenlas y disfrútenlas una y otra vez: Les Luthiers son increíbles.
  • El rey enamorado.
  • Cartas de color.
  • La bella y graciosa moza…
  • El sendero de Warren Sánchez.
  • Cantata Laxatón.
  • Una Canción Regia.
  • Solo necesitamos.
  • Consejos para padres.
  • La gallina dijo eureka.
  • Serenata mariachi.
  • Teresa y el oso.
  • Iniciación a las artes marciales.
  • El Teorema de Thales.
  • La comisión.
  • El asesino misterioso.
Y para que vean que no exagero cuando digo que me dejo muchas obras importantes en el tintero, aquí tienen una que no está en la lista anterior: Visita a la Universidad de Wildstone. En ella podrán escuchar y ver a Les Luthiers con sus originales instrumentos. Que ustedes lo pasen bien.


miércoles, 16 de septiembre de 2015

Les Luthiers, sin Rabinovich (3)

“Conocí” a Les Luthiers un día que iba en el coche oyendo la radio. De pronto algo llama mi atención y comienzo a escuchar (no es lo mismo oír que escuchar): se trata de un cuento musical, del estilo de Pedro y el lobo, de S. Prokofiev, pero pronto me doy cuenta de que no va por ahí el asunto; aquello me dice que el humor está a la vuelta de cada idea, de cada frase, de cada palabra: el humor está constantemente presente.
Después presto mucha atención y me entero del nombre de la obra y no recuerdo si también, creo que sí, de los autores e intérpretes, unos tales Les Luthiers, y, claro, me dedico a buscar, pero entonces no existía Internet y no era tan fácil la localización como ahora. Pasa el tiempo, no puedo recordar cuánto, y, no sé cómo, un día, estando comprando música en El Corte Inglés (sí, antes se compraba música; bueno... algunos lo hacíamos) me encuentro entre mis manos con un casette de Les Luthiers en el que entre sus obras aparece Teresa y el oso; lo compro y ahí comenzó lo que hasta ahora ha sido, es, una de mis pasiones humorístico-musicales.
Con sus peculiares personajes, unos humanos y otros animales (la Princesa Teresa, el Duque Sigfrido el Erguido, la Bruja Granuja, el Oso Libidinoso, el Molusco Pardusco, el Jabalí Alí, la Mariposa Golosa, los Gansos Mansos, la Vaca Resaca, el Pajarillo Amarillo), organizan Les Luthiers una humorística parodia de los cuentos musicales, con melodías e instrumentos representativos de los distintos personajes y de las diversas situaciones.
Resulta que la bruja ha hechizado al duque, el prometido de la princesa, lo ha convertido en un animal y lo ha privado de memoria. Y la historia transcurre buscando qué animal encierra dentro de sí al Duque, para que, tras recuperar su forma humana, se pueda casar con la Princesa; todo ello aderezado con el personaje del Oso Libidinoso, un “salido” total que va tras cualquier hembra que se le pone por delante, a la que se declara: “sublime éxtasis de amor mariposa —o gansita o vaquita o...—, que acelera mis latidos...”
Escuchen un fragmento del inicio del cuento: es una cata; si les gusta, consigan el vídeo completo y disfrútenlo.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Les Luthiers, sin Rabinovich (2)

Ya lo he dicho, soy un luthierero. En el pueblo no falta quien, como un guiño, me llama Mastropiero, porque sabe lo que siento por Les Luthiers, que utilizan a menudo en sus espectáculos el nombre de Johann Sebastian Mastropiero. Fíjense si soy luthierero que, antes, cuando viajaba más, sobre todo cuando los recorridos eran largos, lo primero que metía en la guantera del coche, antes de salir, era una selección de casettes de Les Luthiers.
Varias veces he citado ya en Abonico a estos personajes. Para quienes me conocen no es una novedad el que yo ahora salga con estas entradas: saben que estos tipos son para mí el súmmun de las maravillas, que casi los adoro. Nunca ha habido un grupo como ellos —con sus originalísimos instrumentos informales y su creativa y magistral utilización lúdica del lenguaje— y nunca, tras ellos, lo habrá; podrán surgir imitadores, pero Les Luthiers han sido, son y serán especiales. También supongo que quien ya sustituye al luthier fallecido debe ser también “magnífico”, pero Daniel Rabinovich, aunque parezca una obviedad, ha sido único.
Cada vez que oigo “estatua ecuestre”, o, solamente, “ecuestre”, inmediatamente recuerdo un juego de palabras de Les Luthiers y continúo, por inercia, aunque sea mentalmente: “cuestre lo que cuestre”. También me vienen a la cabeza de vez en cuando algunas de sus máximas, como la que dice: “si aquel que dice ser tu mejor amigo te clava un puñal en la espalda [breve pausa], debes desconfiar de su amistad”; o su consejo, después desgranado, de que a los niños siempre hay que decirles la verdad.
Y cuántas veces, estando en clase, los he parafraseado. De pronto, he dicho, mirando seriamente a mis alumnos —unas veces, niños; otras, mayores— y tratando de imitar a Marcos Mundstock en escena: “Mi nombre es Oblongo, que en dialecto suajili quiere decir algo más largo que ancho”; y la clase se me ha quedado mirando de una manera…, como diciendo “¡¿está bien este tío?!”. O cuando les he dicho, como quien medita trascendentalmente: “Anooche [alargando la o], bajo la luuna [alargando la u]… vi brillar en el cielo un dragón con plumas… [pausa para dar interés]: debo beber meenos [alargando la e]”. O, cuando, poniendo cara muy seria, y simulando que lo acababa de leer en la prensa y me había impresionado mucho, les decía: “Según estudios académicos recientes, en España, de cada 10 personas que se dedican a la política, 5 de ellas… [breve pausa de suspense] son la mitad”.
También, con los mismos resultados, he cantado para mis alumnos fragmentos de algunos temas de los geniales artistas argentinos: como alguno de El rey enamorado: “♫ Por ser fuente de hermosura, ♫ por ser de rosas un ramo ♫...”, o de Una Canción Regia: “♪♫ Dulce reina mía… ♫” o de Serenata mariachi “♫ Siento que me atan a ti ♫ tus adorados cabellos ♫… o de La bella y graciosa moza... o de la Cantata Laxatón o… de lo que se me ocurriera.
Les pongo a continuación un fragmento de La comisión, un biólogo entre Rabinovich y Mundstock. Espero que les guste y se animen a buscar el vídeo para verlo entero.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Les Luthiers, sin Rabinovich (1)

Introduccione
Hace poco fuimos mi hijo Antonio y yo a Murcia a la presentación del último libro de un famoso escritor, precisamente murciano. Aunque no está entre nuestras preferencias, pensamos que sería interesante escucharlo. Yo me acababa de leer su libro, el que iba a presentar, me había gustado bastante y pensaba, si me atrevía, hacerle alguna pregunta. Pero cuando llegamos al lugar donde iba a celebrarse la charla vimos una gran cola de gente esperando entrar; sin dudarlo mucho, dimos la vuelta y… a casa.
Me cuesta guardar el turno para cualquier evento cuando la cola sobrepasa unas pocas personas. Por lo único que en mi familia hemos guardado cola, junto con unos amigos, turnándonos durante horas, para sacar unas buenas entradas, fue para el espectáculo de Les Luthiers, sobre todo cuando vinieron la primera vez a Murcia, al Teatro Romea; allí fuimos a disfrutarlos toda la familia, aunque mis hijos eran todavía unos niños. Con el tiempo, y con Internet, ha sido más fácil, nos hemos preocupado de reservar las entradas con mucha antelación; resultado: buenas localidades, filas cercanas al escenario, porque hay que verlos de cerca y no perderse detalle: sus caras, sus gestos...

Les Luthiers
Rabinovich ha muerto
Hace unos días, el 21 de agosto, este archifamosísimo grupo argentino músico-humorista, Les Luthiers, ha perdido uno de sus cinco pilares: ha muerto Daniel Rabinovich, alias Neneco. Los luthiereros estamos de luto (luthiereros o... luthierenses, los estudiosos no se ponen de acuerdo, como diría el propio Marcos Mundstock, otro componente del grupo). Rabinovich era el gracioso —si se puede decir eso en un grupo donde todos son graciosos—, era el que tantas veces y tan bien ha monologado bajo el foco de luz, haciéndonos, literalmente, llorar de risa, y también —y tan bien— ha biologado con Mundstock en el escenario (si monólogo se refiere a un hablante, biólogo, dicen ellos, lo hace a dos).

Rabinovich y Mundstock bilogando
Leo titulares de prensa que comienzan con “El humor, de luto...” Yo añadiría la palabra “inteligente” detrás del término “humor” (sí, ya sé que algunos me dirán que si no es inteligente no es humor, pero yo sé lo que quiero decir, y ustedes, también): El humor inteligente, de luto”.

Daniel Rabinovich
Mi pésame a Argentina, y a tanto luthierero que en el mundo hay, especialmente a todos aquellos hispanoamericanos que, como yo, han disfrutado y siguen disfrutando con pasión de Les Luthiers.
Y aquí tienen a Daniel Rabinovich en su más famoso monólogo: disfrútenlo.


viernes, 4 de septiembre de 2015

Gastoldi en Aýna

Murió a finales de julio José Sazatornil, más conocido por su apellido abreviado, Saza, un secundario de lujo en muchas películas del cine español —más de un centenar—, como La escopeta nacional (1978), de Berlanga, donde se convierte en casi protagonista; El año de las luces (1986), de Fernando Trueba; Espérame en el cielo (1988), de Antonio Mercero, por la que Saza fue premiado con el Goya al Mejor Actor Secundario en 1989; y, dejada para el último lugar, Amanece que no es poco (1989), la archifamosa película de José Luis Cuerda —rodada en Albacete, en las localidades de Aýna, Molinicos y Liétor—, en la que el actor interpreta al atípico cabo Gutiérrez, un guardia civil simpático, amable, comprensivo…
¿Saben dónde veía yo, en los veranos de hace ya bastantes años, a Saza?: en Los Alcázares (Murcia); allí veraneaba y te lo encontrabas, ya la tarde avanzada, en la calle, sentado, de charla y tomando el fresco.
Amanece que no es poco es "desternillante" (Javier Ocaña: Cinemanía), una película “surrealista y divertidísima [...], una obra maestra de la comedia delirante” (Pablo Kurt: Filmaffinity). En Abonico la queremos aprovechar para mostrar una de las obras musicales que utiliza; se trata de una escena en que un grupo de trabajadores, con sus aperos al hombro, se dirige al trabajo del campo mientras canta a tres voces un balletto renacentista (en los créditos de la película y en otros lugares dicen que es un madrigal ¿?), es un balletto del italiano Giovanni Giacomo Gastoldi, el compositor más destacado en este tipo de obras.
Giovanni Giacomo Gastoldi (¿1550/1560?–1609) sirvió en la capilla de los Gonzaga, la familia que durante tantísimo tiempo gobernó Mantua, y posteriormente se encargó de las actividades musicales de la ciudad. Fue célebre por sus balletti (ballettos), de los que publicó dos colecciones, una para 5 voces y otra para 3, que, con divertidos títulos, se hicieron muy populares —gracias a sus texturas homofónicas y armonías sencillas— e influyeron en compositores como Claudio Monteverdi y Thomas Morley.
El balletto (pequeño baile) es una danza típica del renacimiento italiano. Los hubo instrumentales, que estuvieron de moda primero para laúd y después para conjunto de cámara, y, también vocales, que parece que tienen su origen en los Balletti a cinque voci (1591) de Gastoldi. Son obras con textos estróficos, ritmos saltarines y estribillos fa-la-la (sin significado) después de cada estrofa, que se interpretaban, seguramente, como parte de los bailes de disfraces de una Mantua muy amante del teatro, y que gozaron de gran éxito incluso fuera de Italia, especialmente en Alemania e Inglaterra.
Il ballerino (El bailarín), es el nombre del balletto que cantan, en Amanece que no es poco, los trabajadores de un pueblo peculiarísimo, un pueblo que elije democráticamente a todos sus cargos —alcalde, guardia civil, maestro, puta, borracho, fantasma...—, un pueblo que tiene un café-teatro donde se canta ópera, un pueblo que lee y siente pasión por Faulkner; ya se pueden imaginar. Il ballerino es uno de los ballettos de Gastoldi destacado por los musicólogos, junto a otros como Amor Vittorioso, Il Contento, Lo Spensierato... 

       LETRA
Il Ballerino
Sonatemi un balletto
col mio amor voglio danzar!
Sonatemi un balletto
col mio amor voglio danzar!
Ch'io prendo gran piacer
nel ballo a dirvi il ver,
or via che state a far?
Cominciate a sonar,
or via che state a far?
Cominciate a sonar.