SECCIONES

viernes, 7 de agosto de 2015

Un nazi en Santomera

Curso escolar 2010-2011, el de mi jubilación: final oficial de mi vida activa de maestro. Mes de junio. Última semana del curso. Sin alumnado en las clases.
Estoy recogiendo mis cosas y haciendo “limpieza” general en el aula, y por ello reviso todo a fondo y realizo muchos viajes a la trituradora de papel para destruir documentos: listas, exámenes, informes, evaluaciones…
En una leja del armario que hay junto a la pizarra, justo detrás de mi silla, encuentro, en una carpeta, un sobre sin nombre, y dentro, un folio doblado, un escrito; está impreso con tan poca tinta —¿en una de las antiguas impresoras matriciales?— que me cuesta digitalizarlo y recomponerlo tras un escaneado y repaso concienzudo.
¿A quién iba dirigida —si a ello estaba destinada— esta mezcla de carta-confesión-denuncia?; no lo sé, ni tampoco si es un borrador de otro documento más completo y preciso, si hay o hubo una segunda parte, si es una copia de seguridad o si se trata del único ejemplar; la verdad es que, por ahora, no sé mucho más de lo que conocerán ustedes cuando acaben de leer esta entrada. El documento acabó en mis manos y aquí lo tienen, apenas retocado.
Santomera,       de                de mil novecientos noventa y tantos
Me llamo Antonio. Soy docente y trabajo en un centro escolar de Santomera, un pueblo cercano a Murcia. Y me siento bien en mi profesión, tratando de sacar de mis alumnos las mejores versiones que en potencia llevan dentro.
Hasta ahora no me he atrevido a contar esta historia, pero creo que ha llegado el momento de hacerlo, a ver si su relato me sirve de catarsis y me limpia, pues me estoy volviendo loco dándole vueltas y vueltas a la cabeza; no puedo quitarme la idea de encima, es una obsesión que me corroe y no me abandona. Además, últimamente, tengo miedo: siento que pasan cosas extrañas a mi alrededor y creo que pueden ser señales que debo interpretar con cautela.
Empezaré por el principio. Julio es uno de mis alumnos en este curso escolar. En una sesión de atención a padres, se presentaron para hablar conmigo su madre y sus abuelos, los padres de la madre. La madre de Julio es una mujer joven, de piel canela, delgadita, baja de estatura y con el pelo y los ojos muy oscuros; tiene toda la pinta de una indiecita sudamericana. Sin embargo, los abuelos de Julio ofrecen una inmejorable imagen de europeos y no muy mediterráneos que digamos; ella, de piel muy blanca, rubia y con unos bonitos ojos azules; él, alto, esbelto —achulado—, de piel también bastante blanca, pelo claro, casi rubio, y una actitud de suficiencia, como el que va sobrado por la vida, el que está acostumbrado a mandar y ser obedecido inmediatamente, y todo bajo el disfraz de un hombre educado, discreto, que habla lo justo, pero que quiere imperiosamente saber, estar al tanto de todo lo que atañe a su nieto.
Aquí hay algo que no encaja” —me digo al terminar la entrevista—, “esta no parece hija de estos”; pero no sigo por ese camino, pues otros quehaceres urgentes tiran de mí y ahí queda la cosa, hasta que poco tiempo después —unas semanas— me viene a la cabeza la idea que ya no me abandonará. Y me viene… de repente, viendo una película reciente de Costa Gavras, La caja de música (1989), en la que un padre de familia y abuelo ejemplar es acusado de ser un antiguo criminal de guerra nazi, y es su propia hija, abogada de prestigio, a quien no le cabe en la cabeza la acusación, quien toma a su cargo su defensa en el juicio que se celebra contra él.
La idea siempre me había atraído: la de los nazis que lograron escapar de la justicia y han vivido escondidos como ciudadanos “normales” en distintos países sin levantar sospechas entre sus conciudadanos. Quiero decir que el tema, desde luego, no era nuevo para mí; ya anteriormente había visto El extranjero, del año 1946, película dirigida y protagonizada por Orson Welles, que aborda el mismo tema: el del antiguo cerebro nazi de los campos de exterminio, camuflado como un buen ciudadano, al que llegan a buscar sus perseguidores a un pueblecito de Estados Unidos.
Pero... ya digo, fue tras la excelente La caja de música cuando empecé a hacerme preguntas, a relacionar y atar cabos: “¿De dónde viene la familia de Julio?” De Chile. “¿En qué año estamos?” En mil novecientos noventa y tantos. “¿Cuándo cayó la dictadura militar en Chile?” En 1990. “¿Cuándo aparece este señor X, el abuelo de Julio, con su gente, por aquí?” Pues…, en un principio no lo sé con precisión, pero indago un poco y llego a la conclusión de que lo hace en los primeros años noventa. “¿Con qué gente o grupos políticos, con qué personas, se relaciona?” Con lo más retrógrado del pueblo, políticamente hablando, con la derecha más intransigente y caciquil. “¿Cómo es el señor X?”... Las preguntas no acaban.
Pronto mi imaginación vuela de una cosa a otra y piensa en los niños robados al amparo de las dictaduras latinoamericanas y dados a buenas familias para que reciban una buena educación. “¿Será la hija del señor X una niña robada por la dictadura chilena?” “¿Si lo es, lo sabrá ella?” Mi fantasía se dispara; veo al señor X como un militar o un cacique comprometido con el régimen militar chileno, que, tras la caída de este, sale huyendo del país y se refugia cómodamente, pues dispone de una buena fortuna, en Santomera, donde oculta sus manos manchadas de sangre.
Llego hasta aquí, no sigo, la prudencia me dice que ya está bien, que, si continúo, esto puede terminar mal, que por menos… Así que lo dejo y…, si me animo, otro día contaré esas cosas raras que siento a mi alrededor, esos inconvenientes que acuden a mi vida, debido quizás a mi torpe “investigación”, esos problemas que han provocado la delicada situación en la que me encuentro.
¿Cosas raras? ¿Inconvenientes? ¿Problemas? ¿Torpe investigación? ¿Delicada situación?
¿No huele un poco raro?
No quiero remover el asunto y aventar la peste que parece impregnar todo esto, pero me pica la curiosidad. ¿A que dan ganas de husmear en el tema? No creo que sea muy difícil para mí —habiendo trabajado en el mismo colegio— averiguar quién pudo ser el autor del escrito. ¿Encerrará ello algún peligro? Es difícil que queden todavía vivas las ascuas de lo que pudieron haber ocasionado las “torpes investigaciones” de Antonio; si acaso, a estas alturas, quedarán algunos casi apagados rescoldos.
Eso espero.
 

sábado, 1 de agosto de 2015

Summertime

El primer gran compositor estadounidense fue George Gershwin, que escribió música clásica bajo la influencia del jazz, el ragtime y el blues. Fue autodidacta —no se matriculó en el conservatorio— y antes de dedicarse en serio a la composición trabajó como pianista y escribió musicales y canciones populares —con textos, casi siempre, de su hermano Ira—. Rhapsody in blue fue su primer gran éxito, aunque quizás sea más conocido —gracias al cine— su poema sinfónico Un americano en París.
George Gershwin
La ópera Porgy and Bess es la obra más importante de Gershwin (libreto de DuBose Heyward con canciones de Ira Gershwin, a partir de la obra Porgy, de DuBose y Dorothy Heyward). Estrenada en Nueva York en 1935, trata sobre el estilo de vida de la población negra en Charleston, Carolina del Sur, en las primeras décadas del siglo XX. Es una ópera emblemática: americana, con temas de jazz y con protagonistas afroamericanos.
Y Summertime es el número más famoso de Porgy and Bess; es una deliciosa nana que se canta varias veces en la ópera y que, tras el estreno de la obra, alcanzó enorme popularidad. La soprano norteamericana Abbie Mitchell, que interpreta el personaje de Clara en la primera representación operística, también graba Summertime por primera vez, en el mismo año del estreno, con Gershwin al piano y dirigiendo la orquesta.
Desde entonces ha sido interpretada por muchos músicos, entre ellos, bastantes de jazz, convirtiéndose en una de las canciones más versionadas entre mis favoritas. De estas versiones, no sabría con cuál quedarme; por elegir una de las más importantes, señalaré la de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, acompañados por la Orquesta de Russell Garcia —ha perdido la tilde—, arreglista y director musical en este “clásico” Porgy and Bess (1957).  
Ella Fitzgerald y Louis Armstrong
Y ello sin pretender menospreciar otras como las de Sarah Vaughan, Hellen Merrrill, Norah Jones, Sam Cooke…, u otras puramente instrumentales, como las de Charlie Parker, Miles Davis, John Coltrane, Oscar Peterson, Chet Baker…; y para los amantes de las voces “educadas”, las de Kiri te Kanawa, Leontyne Price, Renée Fleming
A continuación, letra y traducción:
LETRA
Summertime and the livin' is easy
Fish are jumpin' and the cotton is high
Oh, your daddy's rich and your ma is good-lookin'
So hush, little baby; don't you cry.
One of these mornings you're gonna rise up singing
And you'll spread your wings and you'll take to the sky
But till that morning, there’s nothin' can harm you
With daddy and mammy standin' by.
Summertime and the livin' is easy
Fish are jumpin' and the cotton is high
Oh, your daddy's rich and your ma is good-lookin'
So hush, little baby; don't you cry

TRADUCCIÓN
Verano y la vida es fácil
Los peces están saltando y el algodón está alto
Oh, tu papi es rico y tu mamá es guapa
Así que calla, pequeño, no llores.
Una de estas mañanas te vas a levantar cantando
y extenderás tus alas y tomarás el cielo
Pero hasta esa mañana, nada te puede hacer daño
con papi y mami cerca de ti.
Verano y la vida es fácil
Los peces están saltando y el algodón está alto
Oh, tu papi es rico y tu mamá es guapa
Así que calla, pequeño, no llores.


lunes, 27 de julio de 2015

Tres haikus de Benedetti

          HAIKUS
la poesía
dice honduras que a veces
la prosa calla
            ***
los bombardeos
remedian para siempre
la sed y el hambre
            ***
bloqueo / alzheimer /
hiroshima / otan / sida /
no fue un buen siglo
Mario Benedetti
(Rincón de haikus)

martes, 21 de julio de 2015

Espectacular

 —Ayer estuvimos comiendo en un restaurante que unos amigos nos habían recomendado.
—¿Sí?, ¿y qué comisteis?
—Arroz: una paella de conejo, con sus caracoles y todo.
—¿Y qué tal el arroz?
—¡Espectacular!
En el DRAE, espectacular:
1. adj. Que tiene caracteres propios de espectáculo público.
2. adj. aparatoso (II ostentoso).
Parece claro que un arroz, por muy bueno que esté, no debería calificarse de espectacular. Sin embargo, estamos ante el adjetivo de moda, un verdadero comodín para todo tipo de hablantes, sobre todo para asnalfas. Acompañado, todavía, de molón (de molar —mola, mola mucho, mola mazo—), está sustituyendo al guay de hasta no hace mucho o al dabuten de un poco antes o al fetén clásico, que son los que me vienen a la cabeza ahora mismo.
Hoy en día escuchamos la palabra “espectacular” constantemente; en la calle, en los bares, en la radio, en la tele…, en todas partes y en cualquier lugar, tanto en el lenguaje coloquial como en el más serio e incluso en el pretendidamente académico: para mucha gente, todo es espectacular; lo mismo le da al pezuco de turno que sea una comida, unas gafas, una prenda de vestir, unos zapatitos de niño, que unos fuegos artificiales o cualquier tipo de “espectáculo” —circense, teatral, cinematográfico…— propiamente dicho. Parece que no haya más calificativos que valgan, que no existan otros o que los existentes estén prohibidos y no los podamos utilizar.
Para quienes quieran evitar un uso excesivo del término “espectacular”, pongo a continuación unos cuantos adjetivos de utilización variada, según el caso, dependiendo de lo que haya que calificar. Aquí los tienen: bonito, precioso, bueno, muy bueno, buenísimo (bonísimo), óptimo, inmejorable, insuperable, extraordinario, perfecto, excelente, colosal, soberbio, excelso, brillante, sublime, superior, notable, sobresaliente, superlativo, magnífico, grandioso, exquisito, ingenioso, prodigioso, solemne, refinado, selecto… y todavía me dejo una docena de términos, la mayoría más suaves.
Lo que realmente resulta espectacular es presenciar el espectáculo que supone escuchar hablar a los “espectaculares”.

miércoles, 15 de julio de 2015

Cinturones y herreros (y 2)

Caldero y llave, madona
Los “argumentos” de Carlo Mª Cipolla sobre la pimienta, la guerra, los cinturones de castidad y la expansión del apellido Herrero, nos llevan —por lo menos a mí, por los caminos de la asociación— a un villancico de Juan del Encina (originalmente, con “z”, Enzina): Caldero y llave, madona, un poco lioso por la variedad de lenguas antiguas utilizadas —no se entiende todo—, pero gracioso por el explícito doble sentido sexual. Trata de un calderero —un herrero— que ofrece a las damas encinturonadas sus servicios, asegurándoles que “vos quedar ben contén (…) sin que me donar diner”.
La audición que ofrezco en Abonico ha sido tomada de la Obra musical completa de Juan del Enzina, editada por el Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia dentro de Monumentos Históricos de la Música Española, que, desde luego, fue una magnífica colección de monumentos musicales en formato elepé, y que yo tengo en una edición posterior mucho más barata, un estuche con 29 casetes.
La interpretación es de Pro Música Antiqua de Madrid, grupo fundado y dirigido por Miguel Ángel Tallante. Échenle primero un vistazo a la letra o, mejor, la leen mientras escuchan la grabación, que, así, será más fácil comprender; aunque, atentos, sobre todo en los fragmentos polifónicos —contrapuntísticos—, que dificultan la comprensión del texto.
El texto que pongo a continuación lo he tomado de Juan del Encina Poesía lírica y cancionero musical, edición de Royston Oscar Jones y Carlyn R. Lee, Castalia, 1979. Es más extenso que el de la audición, pero he preferido mantener los versos que no figuran en ella y tintarlos de rojo, para ofrecer una información más completa que pueda ser utilizada a conveniencia.
LETRA
Caldero y llave, madona,
jur'a Di, per vos amar
je voleu vo'l adobar.
Je vos pondré una clave
dentro de vostra serralla,
que romperá una muralla
nin jamay no se destrave.
Per mo foy, que donde trave,
según es mon ferramén,
que vos quedar ben contén,
que no me posa olvidar.
J'he a tapar los agujer
de toda la casa vostra
con la ferramenta nostra,
sin que me donar diner.
No trovaréis calderer
que vos sirva como a mí,
que, juro a la cor de Di,
ge faroy lo que mandar.
Juro a la san de Di,
si la mia pena conortas,
de serrar las vostras portas
sin que des maravedí.
Per ma foy, que ge me oblí
de vos fazer tal visoña,
qu'en lo país de Borgoña
non trovéis otro mi par.
Y pondrás en la clavera
un gros y gentil ponsón,
qu'en lo país de Aviñón
non la haya tal fuslera;
y para la delantera,
porque vai ben solsada,
que aunque dé gran martillada,
que non se pose doblar.
Je farás con mis martillos,
señora, si ben escoltas,
clave que de cuatre voltas
bien cierre vostros pestillos,
j'he l'abrito sin sentillos,
y que dé la volta entera,
y en la vostra espetera
je vos pondrás una cuchar.
Mo he clavar vostro molín
y untar ben el batán,
sin que des pedás de pan
nin torresne de tosín.
Y mon críate Joanín
portarávos cosas tan bellas
qu'entre todas las donzelas
vos serés más de mirar.
                 Juan del Encina
                               

La ilustración elegida para acompañar la audición es un detalle de la obra El triunfo de Venus (1469-70), de Francesco del Cossa; observen en él al individuo que —aunque no sea calderero, no creo— aparece en primer plano metiendo mano a una doncella. Y, ya puestos, fíjense también en los instrumentos musicales, más concretamente, en las dos flautas de pico (dulces) renacentistas, importantes en la época. 
Observación: La audición, lo he comprobado, se puede reproducir en Windows, con distintos navegadores; no ha funcionado en un par de móviles y sí en una tableta. ¿?

jueves, 9 de julio de 2015

Cinturones y herreros (1)

A Rafami cuñado, que es Herrero
Allegro ma non troppo
Allegro ma non troppo es el título de un inteligente y divertido librito del escritor italiano Carlo Maria Cipolla (1922-2000), catedrático de Historia económica y uno de los grandes historiadores del siglo XX.
Consta de dos partes, dos ensayos, cortitos y con mucho humor, publicados por separado en los años setenta del siglo pasado, en edición reservada para los amigos del autor. Su éxito hizo que algunas personas intentaran conseguirlos por medio de familiares y amigos de Cipolla, y otras los copiaran incluso a mano; así, los escritos se extendieron de forma clandestina, hasta que, finalmente, el autor decidió, tras su revisión, publicarlos en 1988.
El primer ensayo, El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media, parodia estudios sesudos de economía para mostrarnos el picante papel de la pimienta en algunos fechos de la Europa medieval.
El segundo, Las leyes fundamentales de la estupidez humana, parodia estudios sociológicos para mostrar la abundancia, el comportamiento y la peligrosidad de las personas estúpidas.
Me gustaría tratar ahora en Abonico los argumentos que esgrime Cipolla en el primer ensayo. El segundo, ya veremos si tiene cabida en otra ocasión.
Pimienta, guerra, cinturones y herreros
A finales del siglo V se produce el hundimiento del Imperio Romano, y con él cae también el comercio con Oriente. Posteriormente, siglos VII y VIII, el avance musulmán le da la puntilla a las escasas relaciones comerciales Oriente-Occidente; en consecuencia, la pimienta oriental acabó siendo en Occidente un bien tan escaso y costoso como nunca antes lo había sido.
La pimienta, se sabe, es un potente afrodisíaco. Sin ella los europeos apenas consiguen compensar las pérdidas de vidas humanas causadas por las frecuentes guerras, entre locales y con los extranjeros.
Para liberar Tierra Santa de la opresión musulmana, a los cristianos se les ocurre organizar las Cruzadas, que permiten, también, abrir de nuevo las vías de comunicación con Oriente y, por tanto, el comercio, reabasteciendo a Europa de pimienta.
Los musulmanes fueron derrotados y el comercio de la pimienta creció, de tal modo que el aumento de su consumo incrementó el vigor en los hombres, que, rodeados de tantas mujeres, se dieron cuenta de la situación.

Y así, con unos guerreros lejos de sus hogares durante períodos largos de tiempo y unas mujeres abandonadas por sus maridos, nació la idea del cinturón de castidad: los cruzados colocan a sus mujeres el artefacto y con ello creen evitar el engaño y las continuas bromas pesadas por parte de sus propios compañeros.
Y… claro… con tantos hombres “estimulados” y tantas mujeres con cinturones de castidad, ellos se interesaron por la elaboración del hierro, se hicieron herreros, prosperaron y se dedicaron a hacer llaves y herramientas para abrir los cinturones “protectores”. 
Y esto provocó que la metalurgia europea entrara en fase expansiva y que el apellido Herrero (Smith en Inglaterra, Schmidt en Alemania, Ferrari, Ferrario, Ferrero o Fabbri en Italia, Favre, Febvre, Lefevre en Francia…) aumentara considerablemente.

Ya ves, Rafa, de dónde viene tu apellido.
  

viernes, 3 de julio de 2015

¡Alleluia, Mozart!

El sábado pasado vino a verme Encarni (hace poco, excelente alumna —es maestra, creo que de las buenas, de Educación Musical— y ahora, amiga). Aunque es de Almería, últimamente ha trabajado aquí en Murcia: cosas de las oposiciones. Encarni vino a despedirse antes de volver a su tierra una vez finalizado el curso escolar. Nos tomamos unas cervezas, hablamos, nos reímos, y me hizo un magnífico regalo —si siguen leyendo y escuchan al final, lo entenderán—: el disco ALLELUIA Motetes de Vivaldi, Händel, Porpora y Mozart (Decca, 2013), en interpretación de la soprano Julia Lezhneva, acompañada por Il Giardino Armonico, bajo la dirección de Giovanni Antonini. Gracias, Encarni, imposible elegir mejor.
La verdad es que salgo poco para asistir a conciertos, tan poco como al cine. Sé lo que me pierdo: que si la actuación en directo, que si el contacto con conocidos y amigos, que si, ya que sales, la cervecita o la cena…; pero, en cambio, disfruto todos los días, sin salir de casa, de la música y del cine, ¡vale!, sin las ventajas del directo pero también sin sus inconvenientes, sin sus molestias.
En 2014 (lo había anunciado con antelación en Abonico, algunos lo recordarán: En mayo, concierto) salí a disfrutar de Il Giardiono Armónico y Julia Lezhneva. Después del concierto me quedé con ganas de escribir, aquí en el blog, un comentario sobre lo impresionado que había quedado con la interpretación, tanto de la orquesta, algo que me esperaba por conocida, como de la soprano rusa, que no conocía y me dejó encantado, literalmente.
Pasado el tiempo —¡cuántas veces lo habré dicho!— me arrepentí de no haber comprado el disco que la Lezhneva, tras el concierto, firmaba y dedicaba; pero es que las entradas —tres— me habían costado más de 100 euros y esa noche todavía quedaban unas cervezas por tomar, para celebrarlo. Y ahora viene Encarni, que, dice, me había oído hablar sobre esto, y me trae precisamente ese CD, que, sépanlo ustedes, conservaré con más cariño que si me lo hubiese dedicado la famosa soprano.
De propina nos obsequiaron Il Giardino y Lezhneva con varias “golosinas”, entre ellas, un aleluya, que, posteriormente, traté de encontrar; buscándolo, me encontré con el “Alleluya” del Exsultate, jubílate de Mozart —con los mismos intérpretes—, que me ha hecho olvidar, o dejar para otra ocasión, el que buscaba.
Para el “primo uomo” de mi ópera he compuesto un motete, que será cantado mañana en los Teatinos, le dice Wolfgang Amadeus Mozart a su hermana, en una carta fechada el 16 de enero de 1773.
Ese motete es Exsultate, jubílate, K 165, una alegre cantata para solo y orquesta (como un concierto vocal pero con voz en lugar de instrumento solista), escrito por Mozart — 17 años— durante la composición de la ópera Lucio Sila, K 135 (en la cita anteror: “mi ópera”), en Milán a fines de 1772 y comienzos de 1773. Lo compuso a ratos, en momentos de descanso, y se trata de una pequeña obra escrita expresamente para su “primo uomo”, el castrado Venanzio Rauzzini, uno de los cantantes de Lucio Sila, al que admira y considera una “voz de ángel”. El motete consta de dos arias con un recitativo entre ambas y termina con el célebre “Aleluya”, la audición que traigo hoy a Abonico.
(…) los grandes virtuosos castrados solían, en tiempo de cuaresma, recibir homenajes de este género por parte de sus compositores predilectos, homenajes ad personam que ellos podían emplear después en sus conciertos espirituales, a los que asistía la crema de la sociedad” (Giovanni Carli Ballola y Roberto Parenti, tomado de Amedeo Poggi y Edgar Vallora, en Mozart. Repertorio completo, Cátedra).
Ya he dicho que sabía desde hace mucho tiempo de la calidad altísima de la agrupación Il Giardino Armonico, así como de la maestría de su director, Giovanni Antonini, de quien también conocía su categoría como flautista de pico. Pero jamás había escuchado a Julia Lezhneva; y, bien…, lo que se dice sobre la soprano rusa, todo elogioso, me parece totalmente acertado: se ha resaltado en ella la “pureza de su voz”, su “técnica perfecta”, ha sido calificada de “voz angelical”, y fue descrita por Kiri Te Kanawa como “uno de esos talentos extraordinarios que aparecen excepcionalmente”.
Bien… pues ahora compruébenlo ustedes: el “Alleluia” del Exultate jubilate de Mozart.
Mozart: Exsultate, jubilate, “Alleluia”
Lezhneva, Il Giardino Armonico, Antonini