SECCIONES

viernes, 2 de marzo de 2018

Un gilipollas dentro

«Todos llevamos un idiota dentro», dijo en San Sebastián hace años el actor norteamericano de cine —también productor y director— John Malkovich en una entrevista para el periódico El País (22-9-2008).
Ya entonces su declaración no me extrañó, porque eso, que todos llevamos un idiota dentro, yo ya lo sabía de antes, y lo sabía porque también convivo con un idiota en mi interior; y ojalá mi convivencia fuera solo con un idiota, ¡qué más quisiera! Yo lo hago —malamente: malconvivo— con otros muchos y muy variados «individuos», algunos de ellos, desde luego, indeseables, muy molestos. Así que «¡y yo... más!»: la bolica del mundo.
Hay en mí un imbécil, y necesito aprovecharme de sus fallos. (Paul Valéry, citado por Ignacio Vidal Folch en Lo que cuenta es la ilusión, Destino, pág. 202).
Unas veces más y otras menos, durante toda mi vida he llevado dentro, y llevo todavía (a veces asoman la patita por debajo de la puerta), distintos personajillos que procuro mantener a raya en la oscuridad de mi interior más profundo; así que he luchado y aún lucho con un ingenuo, un miedoso, un hipócrita, un intransigente, un aprovechao, un vanidoso, un cobarde, un intolerante, un racista, un mezquino, un tacaño, un abusón, un perezoso, un maniático perfeccionista...
[...] Eso revelaba al hombre decente que había en su interior y que de vez en cuando se imponía al golfo, al cínico, al vividor. (Ignacio Martínez de Pisón: Derecho natural, Seix Barral, 2017, pág. 286).
Y no soy el único. Estoy convencido de que todos, a lo largo de nuestras vidas, «llevamos», coexistiendo en nuestro interior en más o menos medida y en distintos tipos de equilibrio, «individuos» de todo tipo, o de muchos tipos, capaces de lo bueno y de lo malo (de lo más sublime y de lo más perverso, dirían Les Luthiers), y creo que hay que esforzarse y luchar para que lo bueno (el personaje bueno o la parcela que de él haya en nosotros) se imponga. Y, por otro lado, no hay que dejar salir (o permitirlo mínimamente en el peor de los casos, y dependiendo de en qué asuntos y circunstancias) lo «indeseable» —lo vergonzoso, lo indigno, lo detestable…—, aunque a veces parezca justificado y trate, irresistiblemente, de controlarnos, dejándonos después, tras la faena y por mucho tiempo, incluso para siempre (por lo menos es lo que a mí me ocurre), un terrible mal cuerpo, en un estado lamentable.
Cómo explicar, si no, todos y cada uno de nuestros pensamientos, actitudes y hechos en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida.
Todos vivimos con pensamientos oscuros, con fantasías, con deseos… (Naomi Watson, Público, 05-07-2017).

2 comentarios:

  1. Paco González Soto2 de marzo de 2018, 15:39

    Después de leer tu texto Pepe me viene a la mente "la historia de los dos lobos", esa lucha interior que todos llevamos a lo largo de nuestra vida.

    DOS LOBOS
    Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla
    que ocurre en el interior de las personas.

    Él dijo, "Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros".

    "Uno es Malvado - Es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, soberbia, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego.

    "El otro es Bueno - Es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad,
    benevolencia, amistad, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe.

    El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo:

    “¿Qué lobo gana?”

    El viejo Cherokee respondió: "Aquél al que tú alimentes."

    Un abrazo.

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    1. Bonita historia la de los dos lobos, Paco, me ha gustado esa forma tan sencilla de exponer la idea del gilipollas dentro.

      Gracias.

      Un abrazo.

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