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viernes, 4 de agosto de 2023

Sefardíes (1)

La Península Ibérica fue habitada por judíos desde épocas muy tempranas (según algunos, desde el siglo vi a.c. o antes), y aquí convivieron, en distintos grados de armonía —según lugares y épocas—, con cristianos y con musulmanes.

Sefarad es el término —un topónimo— con el que las fuentes hebreas —la Biblia— designan a la Península Ibérica. La lengua hebrea lo ha utilizado para referirse (no durante la Edad Media, parece ser, sino tras la expulsión de los judíos) a un territorio identificado con España.

Y los sefardíes o sefarditas —términos derivados de Sefarad— son los descendientes de esos judíos que vivieron en la Península Ibérica y fueron expulsados de ella en 1492, el mismo año en que, poco después —12 de octubre—, tuvo lugar el «descubrimiento» de América por Cristóbal Colón.

Pero los problemas de los judíos en lo que ahora es nuestro país habían comenzado mucho antes: la primera matanza que sufrieron tuvo lugar en 1066, en la Granada musulmana; y, posteriormente, comenzaron a abandonar nuestro territorio a consecuencia de las persecuciones desatadas, en 1391, por unas prédicas religiosas que de nuevo culminaron en matanzas en distintas juderías, como las de Barcelona y Sevilla, entre otras.

El 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos firmaron el decreto de expulsión de los judíos de todos sus reinos, y dieron un plazo de cuatro meses.

[…] En principio se les permitía llevar todos sus bienes muebles, pero las leyes prohibían sacar oro, plata, monedas, caballos y armas por lo que deberían transformar sus bienes en letras de cambio. En muchos lugares se prohibió a los cristianos la compra de bienes judíos y en todos se explotó la necesidad apremiante de vender […] (Martín, José Luis, La Península en la Edad Media, Barcelona, Teide, 1976, pág. 787).

No hay constancia de cuántos se convirtieron, pero sí de que muchos de ellos fueron perseguidos y condenados por la Inquisición. Tampoco conocemos con exactitud cuántos salieron de España (¿¡doscientos mil!?, parecen muchos), pero sí sabemos que los que lo hicieron conservaron sus costumbres, su lengua (el judeoespañol, también conocida como sefardí, sefardita, judezmo y ladino) y su liturgia. Los sefardíes han mantenido desde entonces hasta el presente su identidad y su patrimonio hispánico, preservándolo y enriqueciéndolo en estos cinco siglos. Hoy están dispersos por distintas partes del mundo: países norteamericanos y latinoamericanos, Francia, España, Marruecos y, ¡como no!, una gran mayoría en Israel.

Continuará.

 

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