En La música en el castillo del cielo, dice John Eliot Gardiner que el centro emocional de la Pasión según San Mateo es el aria «Erbarme dich» («Erbarme dich, mein Gott» → Apiádate de mí, Dios mío), la súplica de Pedro pidiendo perdón por haber negado a Cristo.
Cuenta el gran especialista en Bach que el violín entra anunciando el «Erbame dich», y que, sin una sola palabra, puede transmitir lo que no logra la voz: una concentración de lamento, pesar, horror... arrepentimiento, absolutamente miserable, y, aun así, llevarlo a un plano espiritual, porque la voz del violín se convierte en un agente de compasión y perdón, y todo ello, curiosamente, antes de que la cantante —o el cantante— emita una sola nota.
Como siempre, es recomendable la audición de una buena versión; mejor aún, de más de una, para poder comparar. De las que yo he escuchado hasta ahora, destacaría la de la magnífica contralto Nathalie Stutzmann, acompañada por la orquesta Orfeo 55 —que fundó y dirigió ella misma—, con el violín destacadísimo de Satomi Watanabe.
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