SECCIONES

viernes, 8 de febrero de 2019

La morera macocana

En el centro de lo que ahora es la plaza a la que da una parte de la casa en que vivo, había dos moreras, aunque yo recuerdo con claridad solo una de ellas: una maravillosa, enorme y frondosa morera macocana (lo de macocana, el calificativo, lo conocí después, debido precisamente a lo ocurrido en la pequeña historia que les quiero contar), una morera que —en su tamaño sí me había fijado— daba diariamente sombra a unos cuantos coches de los albañiles que trabajaban en las obras de los edificios circundantes, en las casas que terminarían conformando la plaza. Pasado el tiempo me dijeron que, además, era una morera muy antigua.
macocana.- Variedad de morera de hoja muy abundante y basta; es la peor para el gusano de seda, y su recolección dificultosa. (José Muñoz Garrigós: Las hablas murcianas. Trabajos de dialectología. Edición y estudio de Mercedes Abad Merino. Universidad de Murcia, 2008).
Debieron de llegarnos a los vecinos de la plaza noticias alarmantes sobre la tala de las moreras porque, temiendo que desaparecieran, algunos de nosotros, preocupados, fuimos a ver al alcalde del partido de turno. De mi comunidad de viviendas lo hicimos un servidor y otro vecino. El entonces mandamás del pueblo nos recibió y le expusimos el motivo de la visita.
Mira, fulano —le dijimos tuteándolo: había alguna confianza—, nos hemos enterado de que van a cortar las moreras que hay en el centro de la plaza y estamos muy preocupados; creemos que eso es un atentado, además innecesario: un verdadero disparate.
El arquitecto del ayuntamiento, que por allí andaba —no sabemos si alertado por el alcalde— intervino en la conversación y dijo (con la autoridad que el cargo otorga y asombrándose de nuestra enorme ignorancia) que dónde se había visto una plaza mayor con vegetación, con arbolado; y añadió que las plazas mayores se enlosan, se adoquinan, se pavimentan... Pronto, saliendo al quite, la máxima autoridad municipal, como «buen político», nos tranquilizó con un trato amigable, creo que por considerarnos, a quienes fuimos a hacerle la petición, casi correligionarios suyos, cercanos en cuanto a ideas.
No os preocupéis, que la macocana no se toca —dijo, dejando zanjada la cuestión—, lo garantizo yo. Podéis iros tranquilos.
Y nos fuimos tranquilos.
Y, así, tranquilamente, pocos días después, al regreso de una mañana de trabajo, me encontré de golpe con una triste imagen: unos obreros, de los empleados en la construcción de los edificios que quedaban por hacer alrededor de la plaza, estaban terminando de trocear las dos moreras; sí, ambas, pues la macocana, la que según el alcalde no se iba a tocar, también había sido talada.
La verdad es, echando mano de una pizca de ironía para expresarlo abonico, que no sé cómo pudieron hacerlo, cómo la talaron y la trocearon sin tocarla, como había prometido el alcalde. Supongo que solo la motosierra entraría en contacto con ella, que nunca la «tocarían» las manos de los albañiles serradores, para no dejar en mal lugar al alcalde, para que no quedara como mentiroso.
Después de esto, durante los años transcurridos desde entonces, he visto unas cuantas veces a fulano, que me saluda con simpatía y con el que mantengo una relación educada, incluso cordial; y en esos diversos encuentros hemos hablado en algunas ocasiones, pero nunca he recibido de él algún tipo de justificación o aclaración sobre lo sucedido con la dichosa morera; ¿para qué? —pienso— ¿¡quién soy yo para que él me dé explicaciones!? Así que, en consecuencia, nunca, jamás, después de aquello, he tomado en serio nada de lo que he oído salir de la boca de fulano.

2 comentarios:

  1. Y debes de no tomar en serio lo que salga de la otra boca de mengano y zutano si se autodenominan políticos. No lo son porque no saben lo que significa esta palabra y porque “sus asesores y técnicos” poseen la visión de futuro de un topo. Pero un topo que, a veces, se enmascara y no sabemos si es topo o tonto. Una letra por dos es igual rato que os dio cuando mintió, a pesar de saber que las moreras, la macocana y la otra, eran del pueblo y no del arquitecto ni mucho menos suyas. La rectitud y cumplimiento de lo expresado es cumplida por quienes son humanos racionales y trabajan por y para el bienestar de los ciudadanos. No te apures porque no te diga nunca nada acerca del hecho. Es preferible a que te aleccione y corrija “tu ignorancia” por querer salvar dos símbolos vivos del pueblo. Eso sería degradante. Un abrazo, Pepe.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Antonio. Es posible que, como dices, mejor que fulano no me haya dicho nada, pero me habría gustado saber qué pasó.
      Un abrazo.

      Eliminar