SECCIONES

viernes, 8 de septiembre de 2017

La muda del gallego

A Tomás Cayuelas, además de su bonhomía, lo caracterizan la envergadura de su físico, su perenne buen humor, un vocabulario muy particular y un gracejo campechano en su más que abundante parloteo. Él fue la primera persona a la que recuerdo haber escuchado la expresión «sin en cambio», que desde entonces he oído de vez en cuando en el pueblo y siempre me ha chocado.
La expresión «sin en cambio» podría ser calificada como «súper locución adverbial», pues une en un curioso mezclijo el poder de dos locuciones de este tipo: «sin embargo» (sin que sirva de impedimento) y «en cambio» (por el contrario).
Cuenta Tomás (que por su aspecto físico, su fortaleza, me trae a la memoria a Josechu El Vasco) y lo hace con gracia, como suele relatar sus cosas, que cuando estuvo trabajando en el extranjero, conoció bastante bien, pues se alojaba en la misma casa que él, a un gallego que hacía (provocaba es término más preciso, por lo que cuenta nuestro amigo) un rolle alrededor de su persona, bien fuera en el autobús, en el metro o en cualquier medio de transporte público que utilizara. El rolle o corro en torno al gallego se debía a que la gente que lo rodeaba comenzaba a distanciarse prudentemente de él, a protegerse respetando un círculo a su alrededor, el famoso cordón de seguridad, porque el individuo en cuestión olía muy mal, atufaba.
¿Que por qué atufaba? Pues... para que se hagan una idea, a continuación va un botón, como el de la famosa muestra.
Dice Tomás, que relata la historia acompañándose de gestos ilustrativos muy enriquecedores, que el gallego tenía dos pares de calzoncillos: los que llevaba puestos y otros que guardaba debajo del colchón de su cama, entre este y el somier. Cuando quería «mudarse», se quitaba los calzoncillos que llevaba puestos y los sustituía por los otros, que, sin haber sido lavados, estaban esperando el cambio en el lugar que días antes se les había asignado.
En el diccionario de María Moliner, muda es, en su segunda acepción, el «conjunto de la ropa interior que se suele cambiar de una vez» (pone como ejemplo: «Ponme en la maleta un traje y una muda»). En mi memoria, igualmente, la muda es la ropa interior, y mudarse, el cambio de ropa interior; y recuerdo que en mi infancia a los niños nos mudaban una vez a la semana.
Cuando pasaban otros cuantos días (demasiados, por lo escuchado a Tomás, que dice que..., tirando por lo bajo, podría ser que su compañero de piso se mudara quincenalmente), el gallego repetía la misma operación, ahora a la inversa: se quitaba los calzoncillos que llevaba puestos, los ponía bajo el colchón, sobre el somier, y se ponía los que allí había dejado quince días antes, que, por supuesto, estaban tiesos, como acartonados, insiste el narrador tapándose la nariz en un gesto exageradamente cómico.
Según días y tiempo disponible, Tomás incluye en la narración pequeñas variaciones, algunos matices que sin alterar la esencia de la misma, la enriquecen; son los ornamentos, como el referido a cuando el gallego, en una ocasión, se decide a lavar los calzoncillos empujado por nuestro amigo, que le hace ver el amarillento «bordón» que los orla; entonces los lava en la bañera, solo con agua y pisándolos como si de uvas para hacer vino se tratasen; después los tiende en una cuerda donde penden totalmente tiesos, acartonados y con un extendido y ahora más difuminado color amarillento, un indefinible tono anicotinao.
Hay que ver (los gestos que acompañan la narración son muy importantes) y escuchar muy atentamente a Tomás cuando habla del estado en que estaban los calzoncillos del gallego, tanto los que se quitaba como los que esperaban su turno para ser utilizados, siempre sin lavar, por supuesto.

2 comentarios:

  1. Sin escatologías innecesarias, sabes, Pepe, que la semana era demasiado larga para que, al final de ella, algo de tufillo no sobresaliese por la parte baja del pantalón, corto o bombacho. El pobre gallego aprendió que ser el centro del rol.le no era buen lugar y de los gestos psicomotrices de Tomás, percibidos por la meticulosidad del relato escrito, provocan la carcajada. Enhorabuena. Un abrazo.

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  2. Gracias, Antonio. Tendrías que ver y escuchar a Tomás contarlo. Algún día que coincidamos los tres, le pincharé para que lo haga.

    Un saludo.

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