SECCIONES

lunes, 14 de noviembre de 2016

Sobre la vejez (2)

La vejez de Alberto Cortez
Decía al final de la entrada anterior que no quería parecer un don Berrinche y que para compensar el aire triste, seco… algo duro, del artículo que les estaba espetando sobre la vejez, en la siguiente entrada, esta de ahora, les ofrecería algo más dulce sobre la “etapa dorada de la vida”, la del pensionista jubilado.
Y aquí está mi oferta: hoy les invito a escuchar atentamente La vejez, una canción del compositor, cantante y poeta argentino Alberto Cortez, uno de mis favoritos desde hace muchos años, que lo mismo musicaliza y canta textos del Marqués de Santillana, de Lope de Vega, de Antonio Machado..., que lo hace, más frecuentemente, con los suyos propios: En un rincón del alma, Cuando un amigo se va, Distancia, Mi árbol y yo, El abuelo, Callejero...
En La vejez, Cortez, aunque prudentemente, poéticamente, dice con bastante claridad —atentos al estribillo— de lo que va el asunto, con un texto bastante amable que, ¡claro!, con el añadido de la música, gana en dulzura —lo que les prometí— y resulta todavía más abonico.
Aprovecho para recomendarles que observen lo bien que canta (utilizo el presente aunque no sé si lo seguirá haciendo ahora, con setenta y seis años de respetable edad), que se fijen en la afinación, en el timbre de su voz, en cómo musicaliza sus textos...: en su gusto poético y musical en definitiva.
Y, aunque no la necesitan, les añado la letra (aquí, más abajo, y también junto a la foto que acompaña la audición: elijan la lectura que les resulte más cómoda), que a muchos vendrá bien. La he encontrado en Internet y como dudo de su originalidad me he atrevido a modificarle un poco la puntuación.


        LA VEJEZ
Me llegará lentamente
y me hallará distraído,
probablemente dormido
sobre un colchón de laureles.
Se instalará en el espejo,
inevitable y serena,
y empezará su faena
por los primeros bosquejos.
Con unas hebras de plata
me pintará los cabellos
y alguna línea en el cuello
que tapará la corbata.
Aumentará mi codicia,
mis mañas y mis antojos
y me dará un par de anteojos
para sufrir las noticias.

La vejez...
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí, donde uno menos se imagina,
se nos presenta por primera vez.
La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez.

Con admirable destreza,
como el mejor artesano,
le irá quitando a mis manos
toda su antigua firmeza,
y asesorando al galeno,
me hará prohibir el cigarro
porque dirán que el catarro
viene ganando terreno.
Me inventará un par de excusas
para amenguar la impotencia,
"que vale más la experiencia
que pretensiones ilusas",
y llegará la bufanda,
las zapatillas de paño
y el reuma que, año tras año,
aumentará su demanda.
La vejez...
es la antesala de lo inevitable,
el último camino transitable
ante la duda... ¿qué vendrá después?
La vejez...
es todo el equipaje de una vida
dispuesto ante la puerta de salida
por la que no se puede ya volver.
A lo mejor, más que viejo,
seré un anciano honorable,
tranquilo y, lo más probable,
gran decidor de consejos;
o a lo peor, por celosa,
me apartará de la gente
y cortará lentamente
mis pobres últimas rosas.
La vejez...
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí, donde uno menos se imagina,
se nos presenta por primera vez.
La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez.

                   Letra y música: Alberto Cortez

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