SECCIONES

martes, 8 de noviembre de 2016

Sobre la vejez (1)

Aunque la temática de mis intereses literarios es muy variada, demasiado, ¡mal asunto!, me digo, cuando uno de sus focos comienza a girar sobre la vejez o sobre cómo se enfrenta a un ictus el escritor de turno. Escribo esto porque entre los libros adquiridos este último año —navidad, cumpleaños, santo…: me los autorregalo— algunos tratan de estos temas.
Ahora se impone el whatsappeo pero hasta no hace mucho —y todavía, aunque menos— el medio de difusión preferido era el correo electrónico. ¿No han recibido y/o reciben ustedes, sobre todo los ya mayorcitos, con alguna frecuencia, correos, con un powerpoint añadido, elaborado con una supuesta “buena música” de fondo y unas empalagosas “maravillosas imágenes”, elogiando la tercera edad —no la vejez, ¡faltaría más!—, y resaltando, con un texto manifiestamente mejorable —nunca de quien te lo manda, por cierto—, resaltando, digo, lo bien que se vive de jubilado, de pensionista, lo buenísima que es la vida en esa “maravillosa” tercera edad?
No hace mucho me decía un familiar, jubilado ya hace años, que la mejor etapa de su vida era la actual, que nunca había estado tan bien como ahora (ese “ahora” era de entonces, pues en el ahora de ahora está algo más jodido). Y un amigo, y compañero de andaduras —anda-duras—, justifica esta tesis argumentando que para la mayoría de la gente la vida ha sido dura o muy dura y al llegar a la jubilación se liberan de ataduras y son más felices.
Bueno… pues… muy bien. No voy a hacer una lista de los achaques, mermas y problemas que tengo desde hace años, o de los que veo y escucho a mi alrededor, con frecuencia en mayor cantidad y peores que los míos; me limitaré a exponer lo que dice LA CIENCIA —observen las mayúsculas— respecto de la vejez:
El envejecimiento
El envejecimiento cursa con una serie de cambios físicos y mentales que son la expresión del declive de las funciones del organismo. Disminuye el peso a expensas de la masa muscular, el hueso y los tejidos nobles, aunque la cantidad de grasa y tejidos de relleno puede aumentar. Merma la fuerza muscular, las articulaciones se deterioran y los movimientos se hacen torpes e inseguros. Se pierde capacidad visual y auditiva. Se pierde memoria, rapidez de reacción, confianza en sí mismo y capacidad prospectiva (de planificar el futuro). Hay un declive de la función sexual y se agota la capacidad reproductora. Las paredes de los vasos se endurecen y se llenan de depósitos y el corazón pierde gran parte de su capacidad funcional. Las funciones respiratoria, digestiva y renal se hacen también problemáticas. Disminuye la secreción de casi todas las hormonas y el control metabólico sucede con cierta dificultad. La regeneración de los tejidos se hace más lenta y las heridas tardan en cicatrizar. La inmunidad funciona perezosamente y la capacidad defensiva del organismo frente a las infecciones disminuye. La incidencia de enfermedades aumenta dramáticamente. No solo enfermedades infecciosas, sino degenerativas y tumorales. A partir de los cuarenta años la incidencia de cáncer se dobla cada nueve años. Un 30 por 100 de las personas de más de ochenta y cinco tienen o han tenido algún tipo de cáncer, un 75 por 100 sufre entre tres y nueve enfermedades crónicas y un 50 por 100 no pueden valerse por sí mismas. La causa de la muerte en estas personas es, con frecuencia, desconocida.
Ciertamente, envejecer no es divertido y la eterna juventud ha sido un anhelo, también eterno, de la humanidad. […] (Javier García Sancho —Catedrático de Fisiología. Instituto de Biología y Genética Molecular Facultad de Medicina, Universidad de Valladolid – CSIC.—, en La Ciencia en tus Manos, Pedro García Barreno (director), Espasa Calpe, pág. 401).
¡¿Qué?!, ¡¿la mejor etapa de la vida?! ¿Es que no tenemos espejos en nuestras casas? ¿no nos miramos? ¿Es que no reflexionamos? ¿Acaso pertenezco al, por lo visto, escaso número de quienes sí se dan cuenta, de aquellos que notan el deterioro, las limitaciones, las barreras…? ¿o… es que todo esto a “los otros” les afecta menos? ¿Les afecta menos porque no tienen esas limitaciones o las tienen más atenuadas? ¿porque son menos sensibles? ¿menos exigentes?... ¿Les faltan neuronas? ¿tienen deterioradas las que poseen?
Bueno… parece que al final se me ha ido un poco la mano, lo siento. Y como no quiero que esto quede así de bronco, como un berrinche, lo voy a suavizar un poco; les prometo, para la próxima entrada, continuar con la vejez, pero, haciendo honor al nombre del blog, lo haré más dulcemente, más poéticamente: musicalmente.
Permanezcan atentos a sus pantallas.

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