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viernes, 1 de enero de 2016

La gavota de Praetorius

El título va presidido por el artículo “la” porque para mí es así: “la gavota de Praetorius”, como si no hubiera otra gavota en toda la obra del autor. He utilizado mucho esta pieza en mis clases —como instrumentación y como audición—, tanto… que ha llegado a ser, eso, la gavota de Praetorius.
Michael Praetorius (1571/1573-1621) fue uno de los compositores alemanes luteranos que, después de 1600, adoptaron las innovaciones musicales italianas, y lo hizo estudiando, copiando e incluso parodiando a los autores italianos; fue muy importante en él la influencia de Giovanni Gabrielli, destacado compositor de la Escuela veneciana (San Marcos) que desempeñó un papel muy importante en el desarrollo del estilo del Barroco temprano.
Michael Praetorius
Además de organista, Praetorius fue maestro de capilla e importante y prolífico compositor, con más de 1200 obras vocales en su poco dilatada vida; pero es famoso especialmente por ser el autor de Sintagma Musicum, un valiosísimo tratado, en 3 volúmenes, que resume los conocimientos musicales de su época, en el que se esfuerza por detallar enciclopédicamente, como nadie entre sus contemporáneos, los conocimientos teóricos, la práctica musical y los instrumentos utilizados entonces.
Ilustración de Sintagma Musicum.
Había muchas flautas de pico entonces.
Su obra Terpsícore, de donde sacamos la audición de hoy, es una colección de más de 300 danzas y melodías, provenientes de distintos autores, que él, en la mayoría de los casos, se limitó a arreglar, por ejemplo, añadiendo las voces bajas y medias.
La gavota (gavotte, gavotta) es una danza de origen popular, de campesinos, con besos y travesuras pícaras, la favorita de los gavots —de ahí su nombre—, los nativos de Gap, una localidad de los Altos Alpes, en el sudeste de Francia.
Danza nupcial al aire libre, 
de Pieter Brueghel el Viejo (MDLXVI)

Fue introducida en la corte francesa a fines del siglo XVI, en donde comenzó a “desvitalizarse”, a refinarse, hasta nuestros días (En los salones de Luis XIV se puso de moda. Jean-Baptiste Lully compuso muchas): evolucionó, se hizo más majestuosa y moderada en sus movimientos y los besos fueron poco a poco sustituidos por ramos de flores y guirnaldas.
En las suites, la gavota suele ir entre la zarabanda y la giga, como quinto o sexto miembro de la serie. Su carácter es señorial, y son característicos su compás de dos tiempos y su comienzo anacrúsico, sobre el segundo de ellos. ¿Y el tempo, la velocidad? No hay un criterio común: Rameau y D’Alembert indican que, lentas o rápidas, las gavotas no deben ser extremadas en ninguno de los dos sentidos, y así parece que se escribieron en el siglo XVIII; Freillon Poncein dice que debe ser muy lenta, mientras que Quantz la compara al rigodón —a menudo más moderada, dice— y señala para este 160 pulsaciones por minuto.
Entre los nombres de grandes maestros antiguos que compusieron bellas gavotas están los de Bach, Telemann, Graupner, Rameau y Händel; y entre los modernos, Prokofiev y Schönberg.
Cuando escuchemos la gavota de Praetorius, en la versión que ofrece Abonico (Collegium Terpsichore, director Fritz Neumeyer, 1960), pensemos en las palabras de Johann Mattheson (1681-1764), que advierte a los compositores y directores:
Su emoción es exactamente la de una real alegría alborozada […] Una propiedad legítima de estas gavotas es su carácter de salto, de ningún modo la carrera […] Me parece ver a esta gente de la montaña saltando por las colinas con sus gavotas.”
Y, ya puestos, fijémonos —ahora barro para mi terreno— en el solo de flauta dulce, que, con una sopranino —un diminuto instrumento de unos 25 centímetros de longitud—, interpreta Hans Martin Linde, destacado flautista en los años en que se hizo esta grabación.
¡Ea, comencemos este nuevo año en Abonico con “una real alegría”!

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