SECCIONES

sábado, 16 de enero de 2016

Gatitas

Andando por Murcia hace muchos años, camino de la Consejería de Educación, veo que viene de frente una mujer cuyo sonido al andar me hace sacar papel y lápiz para apuntar el ritmo que va haciendo con los pies —tacones—; todavía conservo dicha anotación. En casos parecidos siempre pensaba que, teniendo entonces una cartera o un bolso tan grande como el que colgaba perenne de mi hombro, debería llevar siempre conmigo una grabadora para estas cosas.
¡Lo que han cambiado los tiempos! Con el actual teléfono móvil, el smartphone (¡¿teléfono inteligente?!), disponemos de un verdadero ordenador en miniatura. Los modelos actuales van provistos de un potente procesador, una más que suficiente memoria, conexión a Internet (búsquedas, correo, chat, notas...), etc. Por supuesto que en el aparatito tenemos grabador y reproductor de sonidos, de imágenes, de vídeos…, además de programas para su manipulación y su inmediato envío y recepción. Y, como cabe en un bolsillo, siempre lo llevamos con nosotros y podemos captar, tomar nota (sonora, en imagen —foto, vídeo—, por escrito...) de cualquier acontecimiento, así como proceder inmediatamente a su almacenamiento, manipulación, difusión...
Yo de vez en cuando anoto conversaciones que escucho, capto imágenes, grabo sonidos, me hago mis recordatorios... Un ejemplo lo tienen en lo que me ocurrió no hace mucho, cuando iba andando con Pepe Fernández (el maldito “obligatorio” ejercicio) por la zona de la huerta, lugar que habitualmente alternamos con los caminos del campo en nuestros recorridos.

Foto tomada en uno de nuestros recorridos
Ya les dije en otra entrada que con cierta frecuencia formo pareja peripatética con mi vecino y amigo; así, a la vez que hacemos ejercicio, “filosofamos”, y lo hacemos tocando, con distinta profundidad según el caso, temas de lo más diverso: política, cine, literatura, música, mujeres, fútbol, comida…; pocos se nos resisten.
Bueno… al grano. Una mañana, andando por la huerta, nos encontramos con un anuncio que, por interés, inmediatamente fotografié con el móvil; vean lo que decía:
He tachado el número de teléfono
Como yo quería regalar una gatita a mis nietas, cuando llegué a casa, tras el zumo rehidratante y la ducha de rigor, llamé al número de teléfono que aparece en el anuncio —en la foto lo he tachado por prudencia— y... ¡menuda sorpresa!: allí no vendían gatitas y… ¡hasta les sentó mal la llamada! Creían que estaba de coña, pues resulta que… a ver cómo lo digo: ¡¡¡era una casa de… de esas de…!!! Ya me entienden.
Y fue entonces cuando me acordé de un chiste ya conocido hace muchos años; creo que, aunque de otra manera, lo contaba Eugenio:
Un amigo le dice a un colega:
—Oye, tío, el otro día, tomando un carajillo en el bar, se me ocurrió echarle un vistazo al periódico, a las páginas del fúrbol, y me encontré con un anuncio que decía:
SEÑORA MAYOR ENSEÑA EL BÚLGARO
—¿Sí, y qué? —contesta preguntando y apremiando el colega— dime, dime.
—Pues, nada, que apunté la dirección, cogí el coche, fui, y…
—¿Y? —interrumpe impaciente el otro— ¿¡y qué!?
—¡Qué chasco!, resulta que era un idioma, tío, —contesta desencantado— ¡¡un idioma!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario