SECCIONES

domingo, 23 de agosto de 2015

¿Cosido o pegado?

El lunes pasado recibo un guásah de Mariano Durán:

(Traducción del whatsapperiano: me dice que, si puedo, lea el artículo de Arturo Pérez Reverte publicado en el semanal de La verdad (XL Semanal) el día anteror —domingo, 16 de agosto—; añade que, leyéndolo él, se acordó mucho de mí.

Como tengo el blog de Pérez Reverte entre mis favoritos de Internet, no necesito más que ir a la tableta y leer el artículo; así que, pronto, contesto a Mariano:


El artículo se titula Editores sin escrúpulos, y, en efecto, es como para acordarse de mí mientras se lee. ¿Y por qué? Pues, porque tanto Pérez Reverte como yo somos unos maniáticos de los libros y coincidimos como un calco en alguna de esas manías. Resulta que al cartagenero le pasa como a mí, aunque, como tiene muchísimo más dinero, se puede permitir ser más adicto que yo a las librerías y a los libros.

Y ahora va la manía común específica: Don Arturo, como yo, le tiene tirria a los libros cuyas páginas van simplemente pegadas al lomo, en vez de ir cosidas en cuadernillos antes de ser unidas o pegadas. Yo también, no sé si más que Pérez Reverte, soy un maniático y busco en el libro que me importa, entre otras cosas, el sistema de cuadernillos.

Tan acostumbrado estoy a mirar si las páginas han sido cosidas o simplemente pegadas que distingo perfectamente a cierta distancia el sistema utilizado: solo tengo que echar un vistazo —lo primero que hago— por arriba o por abajo y mirar la zona donde las páginas se unen al lomo para saber rápidamente y con seguridad el método empleado; si han sido cosidas en cuadernillos, estos se ven claramente como unas pequeñas “uves” —una de cada cuadernillo— y si abres el libro y miras, en el centro, las líneas que separan las páginas pares de las impares, en algunas aparecerán a la vista los hilos utilizados en el cosido.

Hay quien, erróneamente, identifica el libro editado con tapas duras — y lo considera una edición mejor— con el de páginas cosidas; pues no señor, no tiene nada que ver. Un libro puede ser de bolsillo, con tapas blandas y estar bien hecho, con sus páginas cosidas; mientras que otro cualquiera —miren si no los del Círculo de Lectores, si no ha cambiado de política—, con tapas duras que aparentan una mejor encuadernación, tiene las páginas solamente pegadas, y a los cuatro manoseos se ha descuajeringado, se ha convertido en una baraja.

Vean lo que le ha pasado, con el tiempo, a Recetario de la cocina murciana, de Mª Adela Díaz Párraga, Editora Regional de Murcia, un libro de uso periódico en casa. Las páginas del ejemplar que tenemos hasta se pueden barajar.


Pero, ¡ojo!, si se te ocurre comentar esto con el común de los mortales, te miran de una manera rara. Unos, como si hablaras chino: no saben lo que les dices; otros, pensando “qué delicao es este tío”. Incluso los dependientes de la mayoría de las librerías —no son  libreros— no tienen ni idea de lo que les estás hablando cuando les preguntas si el libro no lo tienen en una edición mejor, en una cosida.

¡¿Acualo?!

1 comentario:

  1. Pues tenéis toda la razón. Los libros son muy caros para que engañen a los compradores y enriquecedores de muchos pésimos autores. Los libros deben estar bien encuadernados y esto significa vender productos cuyo continente debe ser tan bueno como el contenido. Amar un libro debe contener una cualidad fundamental: poder tocarlo y manejarlo con soltura para leerlo y releerlo tantas veces como se requiera, momentos en los que el recuerdo del placer experimentado al leerlo la primera vez siempre tendrá una importancia singular.

    Un abrazo, Pepe.

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