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miércoles, 8 de abril de 2015

Diccionario del Diablo

El autor
Ambrose Gwinett Bierce (1842-1914), a quien, por su estilo, llamaban El Amargo, fue un escritor y periodista estadounidense que nació, décimo de trece hermanos, en una casa pobre, con un ambiente puritano lleno de prejuicios, y que recibió una educación escasa y pobre, aparte de lo aprendido como agricultor en la granja familiar y en otros trabajos: aprendiz de imprenta, peón en una ladrillera, mozo de cantina… Y de ese ambiente y educación represivos adquirió y conservó un odio a los suyos —padres y hermanos—, que no lo abandonaría nunca y que se deja ver en catárticos parricidios literarios:
"En las primeras horas de una mañana del mes de junio de 1872 asesiné a mi padre, hecho que, por entonces, causó en mí una profunda impresión".
Escribió bajo el influjo de Edgar Allan Poe, a quien superó en renombre por entonces —aunque la posteridad lo haya casi olvidado después—, y es, con Stephen Crane, uno de los precursores de la novela corta norteamericana.
La obra
La obra más famosa de Bierce es El Diccionario del Diablo (The Devil's Dictionary), escrito fragmentadamente durante veinticinco años; en él recopiló un millar de corrosivas definiciones, de las que en 1911 se editó una versión completa: una verdadera sátira contra la sociedad. Las primeras entradas lo sabemos por el propio Bierce aparecieron en un semanario en 1881 y su publicación continuó, esporádica, con largos intervalos, hasta 1906. Por entonces gran parte de la obra ya se había editado como libro con el título de Diccionario del cínico, nombre que no gustaba al autor pero que no pudo rechazar, pues se impusieron los escrúpulos religiosos del último periódico en que apareció el trabajo. El éxito provocó que sus aforismos se extendieran y se popularizaran rápidamente.
El diccionario —en sus entradas vemos reflejado el encono— es un magnífico ejemplo del encabronamiento del autor, de su mala relación con la humanidad, a la que mete los dedos en todas las llagas, señalando vicios, debilidades y taras. La vida aparece ennegrecida por el egoísmo, la mezquindad, la estupidez y otros atributos humanos. A Bierce, que desde niño tuvo motivos para la pesadumbre, no le fue difícil, a lo largo de su vida, encontrar más razones para su pesimismo, a pesar de la gloria, la admiración y los halagos que despertó en un largo período de tiempo. Así pues, su obra es fruto de la desdicha, a la que se enfrenta con un sarcasmo que elige de la A hasta la Z, flagelando las bases de la sociedad.
Para muestra, un botón
Para mostrar la brillante acidez de Bierce, he hecho una selección de entradas; todas comienzan por la letra "A": disfrútenlas e imaginen qué les espera en el diccionario completo.
Abdicación, s. Acto mediante el cual un soberano demuestra percibir la alta temperatura del trono.
Absurdo, s. Declaración de fe en manifiesta contradicción con nuestra opiniones. Adj. Cada uno de los reproches que se hacen a este excelente diccionario.
Adagio, s. Sabiduría deshuesada para dentaduras débiles.
Admiración, s. Reconocimiento cortés de la semejanza entre otro y uno mismo.
Aforismo, s. Sabiduría predigerida.
Aire, s. Sustancia nutritiva con que la generosa Providencia engorda a los pobres.
Alba, s. Momento en que los hombres razonables se van a la cama. Algunos ancianos prefieren levantarse a esa hora, darse una ducha fría, realizar una larga caminata con el estómago vacío y mortificar su carne de otros modos parecidos. Después orgullosamente atribuyen a esas prácticas su robusta salud y su longevidad; cuando lo cierto es que son viejos y vigorosos no a causa de sus costumbres sino a pesar de ellas. Si las personas robustas son las únicas que siguen esta norma es porque las demás murieron al ensayarla.
Amistad, s. Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta.
Ancianidad, s. Época de la vida en que transigimos con los vicios que aún amamos, repudiando los que ya no tenemos la audacia de practicar.
Antiamericano, adj. Perverso, intolerable, pagano.
Año, s. Período de trescientos sesenta y cinco desengaños.
Ardor, s. Cualidad que distingue al amor inexperto.
Arrepentimiento, s. Fiel servidor y secuaz del Castigo. Suele traducirse en una actitud de enmienda que no es incompatible con la continuidad del pecado.
Arzobispo, s. Dignatario eclesiástico un punto más santo que un obispo.
Audacia, s. Una de las cualidades más evidentes del hombre que no corre peligro.
Autoestima, s. Evaluación errónea.
Ayer, s. Infancia de la juventud, juventud de la madurez, el pasado entero de la ancianidad.


3 comentarios:

  1. Muchas gracias, Pepe, por recordar que tengo una edición muy pintoresca y hace ya años que no leo ni un renglón de él. Lo he buscado y lo he colocado en la pila que tengo sobre la mesilla para ir compartiéndolo con otros autores, como es mi costumbre. Como hoy será el primero en leer, lo voy a empezar por la z. No tiene ni una definición "errónea".

    Un abrazo, Pepe.

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  2. Autoestima: evaluación errónea.
    Con esta consideración de la autoestima , lo que no es Ambrose es político..., o sí.

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  3. Por las tierras que frecuento últimamente, le llamarían tener "mu mala follá". A mi me encanta ese torrente de ironía que rebosa. Pesimista, realista u optimista "enriquecido", me parece que no le falta verdad a ninguna de sus definiciones.

    Un abrazo.

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