SECCIONES

jueves, 19 de febrero de 2015

Congruencia

Me he enterado de que la madre de mi amigo Fabiano, Doña Paquita, ha dejado los medicamentos. Doña Paquita es muy religiosa, ¡mucho!, y, harta de las medicinas para los achaques que la aquejan, decidió, hace algún tiempo, dejar de tomarlas. Preparándose para ello, fue a la iglesia del pueblo, se postró delante del Corazón de Jesús y le dijo: “Corazón de Jesús, en ti confío, en tus manos me pongo, a ti me encomiendo”. Después de esto no ha vuelto a tomar ni una pastilla. Y, ¿saben ustedes qué?: que, según su propio hijo, desde entonces, Doña Paquita está mejor de sus dolencias, o, por lo menos, no está peor; y sin tomar nada para ello.

¡Sí, señora! Yo llamo a esto ser congruente con lo que se piensa, con lo que se cree. Pero lo considero una equivocación, un disparate, si los achaques son graves.

Estimulada mi memoria por Doña Paquita y el Corazón de Jesús, les traigo aquí, de la pluma de Richard Dawkins, una anécdota sobre un sanador cristiano que predicaba a quienes lo escuchaban, entre otras cosas, utilizar la oración en lugar de la insulina para la diabetes y de la quimioterapia para el cáncer; y, de paso, también vamos a ver lo que le pasó a quien, “razonablemente harto”, intentó denunciar tamaño disparate:
David Mills, en su admirable libro Universo ateo, cuenta una historia que se descartaría como caricatura irrealista de fanatismo policial si fuera ficción. Un sanador cristiano organizó una «Cruzada Milagrosa» que iba a la ciudad de Mills una vez al año. Entre otras cosas, el sanador animaba a los diabéticos a dejar de lado la insulina y a los pacientes con cáncer a prescindir de la quimioterapia para, en su lugar, rezar por un milagro. Razonablemente harto, Mills decidió convocar una manifestación pacífica para advertir a la gente. Pero cometió el error de acudir a la policía y contarle sus intenciones y pedir protección policial contra posibles ataques de quienes apoyaban al sanador. El primer oficial de policía con quien habló le preguntó: «¿Va usted a protestar con él o contra él?» (queriendo decir si era en apoyo o en contra del sanador). Cuando Mills respondió: «Contra él», el policía le dijo que él mismo pensaba acudir al acto del sanador y que escupiría directamente en la cara de Mills cuando desfilara en la manifestación. Mills decidió probar suerte con un segundo policía. Este dijo que si cualquiera de los seguidores del sanador se enfrentaba violentamente a Mills, detendría a este último, porque estaba «intentando interferir en el trabajo de Dios». Mills volvió a su casa e intentó llamar por teléfono a la comisaría de policía, con la esperanza de encontrar más simpatía en un nivel superior. Finalmente le pusieron con un sargento, que dijo: «¡Váyase al infierno! Ningún policía quiere proteger a un maldito ateo. Espero que alguien le machaque bien». Por lo visto, en esta comisaría de policía estaban faltos de adverbios y rezumaban amabilidad humana y sentido del deber. Cuenta Mills que ese día habló con unos siete u ocho policías. Ninguno de ellos fue amable, y la mayoría le amenazaron directa y violentamente. (Richard Dawkins (2007), El espejismo de Dios, Espasa Calpe, págs. 53-54).
¿Qué les parece la reacción de los siete u ocho  policías a quienes Mills pide ayuda? Yo creo que lo resume muy bien la respuesta del sargento, el superior en rango entre los que habló:
«¡Váyase al infierno! Ningún policía quiere proteger a un maldito ateo. Espero que alguien le machaque bien».
Y eso que, como ya vimos aquí en Abonico, todos, en más o menos medida, somos ateos.


3 comentarios:

  1. Jajajaja... Y ¿qué crees que pasaría si la situación ocurriera en Murcia, por ejemplo, si llamaras a una comisaría de, digamos, el barrio del Carmen? Como sigas con todas estas diatribas tú sí que vas a arder en el Infierno, Pepe... y lo sabes. Un abrazo muy fuerte. Mariano.

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  2. Así es, Pepe. Aquello que decía Voltaire: “Puede ser que no esté de acuerdo con lo que usted piensa y dice, pero no dude que moriría porque pudiese expresarlo siempre”; no es válido para quienes son meras marionetas de quienes les dirigen…, con su consentimiento, claro. No creo en los milagros sin ayudar a que se produzcan. Entonces ya no le llaman milagro por el error de considerar que la lucha se contradice con la dejadez. Sin embargo, estoy de acuerdo contigo, Pepe, en que la señora Paquita es absolutamente coherente con sus creencias y yo lo respeto e incluso le ayudaría para que las llevase a cabo. La medicina científica posee tantas contraindicaciones que, a veces, las enfermedades se nutren de ellas. Espero con todas mis fuerzas que su creencia en el Corazón de Jesús le sea favorable, es su opción libre y se debe respetar siempre.

    Un abrazo, Pepe.

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  3. Muy bueno, Pepe, estamos apañaos! Más vale que intensifiquemos los rezos y dejemos las cosas humanas en manos del creador que siempre velará por nuestro bienestar, como ha pasado de aquí atrás. Como decía la tía Frasquita, que debía ser amiga de la madre de tu amigo Fabiano: "Átame esa mosca por el rabo". Un abrazo.

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