SECCIONES

viernes, 6 de junio de 2014

Che farò senza Euridice

En la mitología griega, Orfeo, poeta y músico, es hijo del dios-río Eagro, rey de Tracia —en otras fuentes, su padre es Apolo—, y de una musa —Calíope, Polimnia o Clío, según versiones—. Canta y toca la lira —que unos dicen inventó y otros que perfeccionó—, hechizando a todos con sus sones: personas, dioses, animales, plantas… hasta las rocas se conmovían con su música. Participó en la expedi­ción de los Argonautas mar­cando el ritmo a los reme­ros,  calmando con su voz las tempestades y librando a sus compañeros de caer en manos de las sirenas, cuyos cantos fueron anulados por la belleza del de Orfeo.

Orfeo se había casado con la ninfa Eurídice, a quien amaba apasionadamente. Un día, la joven, huyendo de un acosador, fue mordida por una serpiente y murió. Inconsolable, Orfeo bajó a buscarla al reino de los muertos, que, debido al hechizo de sus cantos, permitió que Eurídice regresara con su esposo siempre que fuera detrás de él y que este no volviese la vista para mirarla antes de llegar al reino de los vivos. Pero intervino la fatalidad: poco antes de que Eurídice cruzara la línea que separa los dos mundos, Orfeo se volvió para mirarla y esta desapareció para siempre.
Orfeo la lloró desesperadamente. Después, él mismo tuvo un trágico fin sobre el que divergen las distintas tradiciones, la mayoría de las cuales lo presentan muerto —por distintos motivos— a manos de mujeres.
La historia de Orfeo y Eurídice es la del amor absoluto que ignora la muerte y de­safía a las potencias infernales; incluso, en algunas versiones, Orfeo muere por su amor, pues es su fideli­dad al recuerdo de Eurídice lo que provoca el furor asesino de las mujeres que acaban con su vida. Sin embargo, ese amor lleva en sí mismo su propia de­bilidad: Orfeo no es capaz de superar la última prueba; su pasión, impaciente, es la causa de la pér­dida definitiva de la amada.

El mito de Orfeo, motor de muchísimas representaciones ar­tísticas, ha sido tratado desde la antigüedad greco-latina hasta nuestros días con una enorme riqueza de puntos de vista: la Literatura, la Pintura, la Música, el Cine, han dado buena cuenta de él. 


Orfeo y Eurídice, de Rubens

En el campo musical, concretamente, ha inspirado, entre otros, a compositores de la talla de Monteverdi, Rameau, Haydn, Offenback… y el que nos interesa hoy: Christoph Willibald Gluck, importante reformador de la ópera de su tiempo, que desafía la tradición pretendiendo —con su libretista, Ranieri de’ Calzabigi— una “hermosa sencillez”, algo que consiguió especialmente en Orfeo y Eurídice, adaptando la música al drama, integrándola en la acción, prescindiendo de casi toda ornamentación superflua en las voces de sus personajes, sin excesivos gorjeos y trinos inacabables, con lo que consigue melodías lineales, más sencillas. El estreno de Orfeo y Eurídice (1762) —una de sus “óperas de reforma” y la más famosa del autor— supuso un acontecimiento decisivo en la historia de la Música.
Che farò senza Euridice? —¿Qué haré sin Eurídice?, la mayor contribución a la fama de esta ópera— es el aria que canta Orfeo apenado por la pérdida de su amada, lamentando qué hará sin ella, a dónde irá, sin esperanza alguna.

Letra
Che farò senza Euridice?
Dove andrò senza il mio ben?
Che faro, dove andrò?
Che faro senza il mio ben?
Dove andrò senza il mio ben?

Euridice! Euridice!
Oh Dio! rispondi! rispondi!

Io son pure il tuo fedele!
Io son pure il tuo fedele!
Io tuo fedele!

Che farò senza Euridice?
Dove andrò senza il mio ben?
Che faro, dove andrò
Che faro senza il mio ben?
Dove andrò senza il mio ben?

Euridice! Euridice!

Ah! non m’avanza
Più soccorso, più speranza,
Nè dal mondo, nè dal ciel!

Che farò senza Euridice?
Dove andrò senza il mio ben?
Che faro, dove andrò
Che faro senza il mio ben?
Dove andrò, che faro?
Dove andrò senza il mio ben?
¿Qué haré sin Eurídice?
¿A dónde iré sin mi bien?
¿Qué haré, a dónde iré?
¿Qué haré sin mi bien?
¿A dónde iré sin mi bien?

¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Oh, Dios! ¡Responde! ¡Responde!

No soy más que tu fiel enamorado
No soy más que tu fiel enamorado
Tu fiel enamorado

¿Qué haré sin Eurídice?
¿A dónde iré sin mi bien?
¿Qué haré, a dónde iré?
¿Qué haré sin mi bien?
¿A dónde iré sin mi bien?

¡Eurídice! ¡Eurídice!

¡Ah! ya no me empuja
Ningún socorro, Ninguna esperanza,
Ni en el mundo ni en el cielo.

¿Qué haré sin Eurídice?
¿A dónde iré sin mi bien?
¿Qué haré, a dónde iré?
¿Qué haré sin mi bien?
¿A dónde iré, ¿qué haré?
¿A dónde iré sin mi bien?
   

 Y… ¿qué versión elegir?: ¡Uff, es difícil! El papel de Orfeo fue escrito originalmente para un castrato y después reescrito para un tenor, aunque posteriormente ha sido cantado con frecuencia por una mezzosoprano. Fíjense si habrá tenores y mezzosopranos que borden el papel; castratos, imposible, pero actualmente la abundancia de buenos contratenores — hombres que cantan con voz de contralto o de soprano—, como Andreas Scholl, Philippe Jaroussky, David Daniels…, nos facilita el acceso a buenas versiones como la original. Me decido, finalmente, por la interpretación del contratenor alemán Andreas Scholl, con la Orchestra of the Age of Enlightenment, dirigida por Sir Roger Norrington.


2 comentarios:

  1. Pepe, no han representado, en los circuitos de ópera en los que me muevo, nunca esta obra, difícil, en el cambio a barroco, aunque sí la he visto en teatro en Francia y en cine, "Orphée" (Orpheus. Orfeo) de Jean Cocteau, 1950, con una espléndida María Casares como la Muerte y Jean Marais como Orfeo, posiblemente la mejor versión realizada para el cine. Como bien apuntas, el mito de Orfeo ha sido utilizada para medios diferentes a la ópera en multitud de ocasiones. Como bien sabes, las óperas de Gluck son difíciles y, para entenderlo mejor, sería como representar una obra de Moratín para un público acostumbrado al teatro vanguardista. A la dificultad per se de Gluck se une la extrema dificultad de representación y especialmente las voces que perteneciendo a tenores sean similares a las sopranos o mezzosopranos, los contratenores. La versión que has seleccionado la he escuchado otras veces pero, como en este caso, sin rostro y sin escena, elementos si no imprescindibles, si bastante ilustrativos de la representación artística, de una audición más cercana al oyente/espectador. Estás hecho un hacha, Pape, sacas de donde no pensamos nadie y son selecciones muy especiales. Muy buen artículo.

    Un abrazo, Pepe.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Antonio. Creo que sería muy interesante comparar, y no solo me refiero a la ópera, las distintas versiones del mito de Orfeo, pues difieren bastante entre ellas. Un par de ejemplos: en la versión de Offenbach, Orfeo en los Infiernos, Eurídice es una coqueta a la que aburre la música de su marido, y también hay alguna otra versión en que le es infiel.

      Un abrazo.

      Eliminar