SECCIONES

viernes, 17 de julio de 2020

Arrimao

Una de las cosas buenas que tiene el hacer en solitario tu ejercicio físico diario andando por las calles del pueblo es que a menudo te encuentras en ellas con personas con las que, si quieres, y a veces sin quererlo, te detienes e intercambias unas palabras.
En esta ocasión —corre, ligerico, el año 2015— me encuentro con Pepe el Torero; nos saludamos, le pregunto que cómo anda de salud y me responde que de salud… regular tirando a bien, pero de ánimo… a ratos.
—Es que tengo muchos años ya —me dice, y añade, articulando despacio cada sílaba, mientras levanta la cabeza y eleva las cejas para abrir más los ojos—: o-chen-ta y u-no.
—Pues no los aparentas —respondo.
—Mis días buenos ya han pasao —sigue, apenando el gesto.
—Yo te veo bastante bien para los años que tienes —le digo para animar la conversación.
—¿Qué edad tienes tú? —me pregunta entonces.
—Sesenta y cuatro.
—Pues… te quedan… —hace sus cálculos, acompañándose con un gesto de rotación de su mano derecha bien abierta— arrimao a diez buenos —me dice mientras amaga una sonrisa de pillo.
Ha pasado ya un tiempo desde aquel pronóstico del Torero, y, de vez en cuando, cada día más cercana la edad límite de mis años buenos según sus cálculos (con la esperanza de llegar bien a esas fechas y de poder pedir prórroga cuando las alcance), me acuerdo de aquella conversación.


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