SECCIONES

viernes, 10 de julio de 2020

Almorranas imperiales

Creo que fue recién publicado, hace ya una docena de años, cuando leí el libro de historia novelada (así he leído que era calificado) El pedestal de las estatuas, de Antonio Gala, y en él me encontré con alguna información sorpresiva para mí, como la de que Carlos I (Carlos Primero de España y Quinto de Alemania se decía en mis años de bachiller) no pudo haber estado presente en la batalla de Mühlberg, simplemente porque se encontraba entonces (y no sé si con algún otro impedimento) reposando en una litera «lleno de gota y almorranas», que no le habrían permitido mantenerse tan erguido sobre la silla del caballo como lo pintó el grandísimo Tiziano en un cuadro muy importante en Historia del Arte: Carlos V en la Batalla de Mühlberg, un título que da por sentado que el emperador estuvo, y tan chulo, en dicha contienda. 
Después de mirar bien el cuadro, léase lo que escribió Gala refiriéndose al emperador:
Su apariencia era desastrosa: bajo, de piernas estevadas, con un prognatismo que le mantenía la boca abierta permanentemente, y hablando un alemán mínimo y titubeante. Por supuesto, Tiziano, al que Carlos respetaba y admiraba hasta darle el título de conde, dignificó por lo menos, y aun embelleció cuanto pudo, a aquel hombre. En el caso de Mühlberg no sólo hizo eso, sino que lo trasladó de la litera donde reposaba lleno de gota y almorranas a un piafante caballo. (Gala, Antonio: El pedestal de las estatuas. Barcelona: Planeta, 2007, pág. 175).
Entresijos de la Historia, me da por pensar.

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