SECCIONES

viernes, 19 de octubre de 2018

Hasta las tantas

Leyendo Volar en círculos, de John le Carré, me he enterado de que Graham Greene (para Le Carré «el más importante de los desertores literarios del MI6») estuvo a un pelo de ser llevado ante los tribunales por los servicios de espionaje ingleses, debido a sus demasiado «reveladoras» novelas (Nuestro hombre en La Habana es la obra citada como ejemplo). Se extraña le Carré de que no le metieran mano por ello a su colega, y dice a continuación que «veinte años más tarde, Greene les pagó su acto de clemencia con El factor humano, que los retrataba no solamente como idiotas, sino como asesinos». Graham Greene, sin embargo, acabó premiado con la Orden del Mérito.
Bien… pues todo esto me recuerda que, hace muchos años, unos cuarenta, la lectura de El factor humano me atrapó una noche de tal manera que no pude abandonarla para continuar con ella al día siguiente. Y lo mismo me ha ocurrido con algunas otras lecturas en distintas ocasiones, sobre todo con novelas en las que la trama me ha resultado muy atractiva, emocionante, divertida..., pero que ahora no vienen al caso.
Y es que cuando era más joven me gustaba mucho quedarme leyendo por la noche hasta las tantas, sobre todo aprovechando los distintos períodos de vacaciones o en noches en las que al día siguiente no tuviera que madrugar para ir a clase a trabajar; y mejor aún en las vacaciones de verano, que me proporcionaban más tiempo y relajación. Así que en ocasiones llegaba el amanecer y las primeras luces de la mañana me pillaban con el libro todavía en la mano esperando ser acabado. Y hubo también alguna vez que, aun no estando de vacaciones, recuerdo no haber dormido o haberlo hecho apenas por haber permanecido leyendo durante toda la noche, como fue el caso de la novela citada, la del «desagradecido» Greene.
Fue una noche en pleno curso escolar (al día siguiente tenía que trabajar), en la que esperaba la llegada del sueño mientras leía, una costumbre que no he perdido y que me va muy bien, y leía El factor humano, la novela en la que —según John le Carré— Graham Greene trata a los servicios de espionaje ingleses «no solamente como idiotas, sino como asesinos»; según avanzaba la trama novelesca, me pareció tan emocionante que me enganchó y estuve con ella durante toda la noche. Aun así, ni esperando la llegada del día pude terminarla; así que, incapaz de resistirme, cuando llegó la hora de irme al trabajo me llevé el libro al colegio y en la primera ocasión que tuve —en el patio, durante el recreo— lo acabé, pues me quedaba muy poco, casi nada.

2 comentarios:

  1. No, no es frecuente que sucedan estos casos “a causa de la lectura”. Me gustaría que sí fuese muy frecuente, especialmente entre los jóvenes. Sin embargo, Pepe, creo que con nuestra generación se están acabando los lectores vespertinos y nocturnos. Pero siempre hay excepciones y siempre las puede haber si los padres de jóvenes, en edad escolar o trabajadores, gestionan bien la educación de la lectura con sus hijos. Sí, sólo en casa se puede conseguir. Tener un tiempo de lectura diaria aumenta el estímulo por el saber, la imaginación y se aprende, tanto morfología como sintaxis. Ambas imprescindibles, nada menos que para comunicarse… PARA COMUNICARSE. Sí, eso que dicen que es mejor con el móvil. Pueden no estimular la lectura de hijos o nietos pero el resultado es nefasto, no crean que es debido a la escuela. Espléndida costumbre tenemos, Pepe. Y el caso es que no puedo, como tú, quitármela de encima, MENOS MAL… Un abrazo.

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    1. No concibo mi vida sin la lectura, Antonio, y, por supuesto, no sería quien soy sin ella.
      Un abrazo muy fuerte.

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