SECCIONES

lunes, 16 de abril de 2018

La casa consistorial


—Entonces... ¿tú eres hijo del Rosendo? 
—Sí, el menor.
—Pues yo a ti no te conozco.
—Es que no estuve mucho en la tienda; anduve estudiando y después me he dedicado a la enseñanza, por eso no me vio usted tras el mostrador.
—¡Jóer, no era na la tienda de tu padre!, tenía de to; pidieras lo que pidieras, lo tenía.
—¡¿Me lo va usted a decir a mí?!
—¡Vaya si lo tenía! Llegabas a por una soga pa’l pozo, por ejemplo, y si el Rosendo estaba muy ocupao en el mostrador te decía, levantando el brazo y señalando pa’l almacén: «entra por ese pasillo y al fondo del to, a la derecha, allí la tienes, cógela tú mismo»; y tú lo hacías, seguías sus indicaciones, llegabas al sitio y… ¡hasta una corvilla había a la mano pa cortar el trozo de soga que necesitaras!
—En efecto, así era.
—Y cuando entrabas y veías lo que tenía allí, en el almacén... ¡madre mía!, ¡poh no había na allí!: ¡de toico había!
Conversaciones parecidas a esta son frecuentes al encontrarme con antiguos clientes —ya no quedan tantos— del comercio de mi padre. Y es que en la tienda del Rosendo, ciertamente, es sabido por la gente que queda de entonces, había de todo; de tal forma que una de las anécdotas que corrían por el pueblo era la del vecino que ante una pregunta de alguien, forastero o local, sobre dónde encontrar cualquier producto que necesita, le contesta: «eso... si no lo tiene el Rosendo, olvídate, tendrás que ir a Murcia».
Pero nunca la había escuchado como me la ha contado no hace mucho Roberto Palma, el Trules, que me llama por teléfono y me dice: «acabo de oír una anécdota de labios de un vecino de mi barrio y no he podido esperar para contártela, pues está relacionada con la tienda de tu padre». Posteriormente, esta historia me ha sido contada por otras personas del pueblo, e incluso me la han confirmado los hijos del personaje protagonista. Resumida, y añadiéndole la puesta en escena y algún adorno, viene a ser así, o así la imagino.
Santomera. Siglo XX. Años sesenta, quizás de los primeros. En la puerta de la iglesia hay una plaza grande, rectangular, que llega hasta la carretera «general», la Nacional 340, situada frente a ella y ya bastante transitada en aquella época.
Entre la Plaza de la Iglesia y la N-340, en una esquina, pegado a la carretera, hay un servidor de gasolina, un solo poste que se acciona a mano: de auténtica tracción animal, decían algunos con una clara segunda intención. Juan es el nombre de quien lo atiende.
Llega un forastero a poner gasolina y aprovecha para preguntar:
—¿Oiga, tienen aquí en el pueblo casa consistorial?
El gasolinero se pone serio, piensa o hace como que piensa, se echa la palma de la mano a la frente y aprovecha para levantar con ella la visera de la gorra; después baja la mano por la cara, la lleva al cogote, se rasca y, con aire de mucha y sabia sensatez, le dice al interesado:
Mire'uhté, buen hombre, yo de eso que dice no entiendo, pero siga un poco mah p’alante —señalando con la mano en dirección a Murcia—, únoh pócoh métroh mah y pregunte en la tienda del Rosendo, que ese tiene de to; si no hay allí, no se molehte, no creo que haiga en el pueblo; entonces... tendrá que ir a la capital, a Murcia.
Imagínense cómo se quedaría el preguntante, al tiempo que se hacen una idea de lo que era para los habitantes del pueblo en aquellos años la Tienda del Rosendo.

2 comentarios:

  1. Pues, sí, Pepe, en aquellos años la Csa Consistorial sólo podía estar en la tienda de tu padre. ¡Pues no hubo que luchar para poder tenerla! La segregación de Murcia era escandalosamente perjudicial para las arcas del Ayuntamiento de la capital que "poseía el derecho de poseer pedanías"y sus correspondientes impuestos. En realidad todavía lo hace. posee pedanías que se encuentran a casi treinta Kms. de la capital. La tienda del Rosendo era la gransuperfcie que poseía todo lo necesario para desarrollar la vida coridiana de todo el pueblo. Un abrazo, Pepe.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi escena visual favorita, Antonio, desde luego que imaginaria, es la del gesto que pondría el gasolinero cuando le preguntaron por lo de la casa consistorial.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar