SECCIONES

viernes, 27 de octubre de 2017

Martín Códax

Leo hace poco en El País (24-09-2017) un titular que llama mi atención: «El “Pergamino Vindel”, joya de la poesía y la música medieval, regresa a España». Y me atrae en primer lugar porque ya sabía de la importancia de este documento para la música medieval española, que contiene las cantigas —de amigo— de Martín Códax, y en segundo lugar porque no sabía que el pergamino no estaba aquí en nuestro país.
La canción monofónica en la Península Ibérica de la Edad Media debe ser considerada, en líneas generales, una rama del muy importante movimiento trovadoresco nacido en el mediodía francés. El contacto entre las familias reinantes en el sur de Francia y los distintos reyes cristianos españoles era constante: se visitaban, y en sus comitivas, con frecuencia, había trovadores y juglares que, por otro lado, no lo dudemos, también viajaban y cruzaban esas porosas fronteras por cuenta propia.
Pronto los trovadores franceses encontraron buena acogida en las cortes peninsulares, convirtiéndose el provenzal en el lenguaje de la poesía también al sur de los Pirineos. No obstante, en el siglo xiii comenzaron a hacer su aparición aquí en la Península Ibérica las canciones en lengua vernácula, especialmente en dos lugares: Galicia y Cataluña.
Los primeros ejemplos, las cantigas de Martín Códax, las del pergamino que ha removido mi memoria, figuran entre los testimonios más antiguos de nuestra tradición. Son siete canciones de amor, seis de las cuales aparecen con sus melodías. Del autor tenemos pocas referencias; posiblemente vivió entre mediados del siglo xiii y principios del xiv, quizás en Vigo (deducido de las continuas referencias en sus poemas), justo encima de Portugal, por lo que, no es de extrañar que la lengua de sus textos sea la galaico-portuguesa, como la de las cantigas de Santa María, del Rey sabio. Estas obras de Martín Códax son sencillas, tanto la letra como la música y tanto de forma como de estilo, son canciones donde la identificación entre la belleza literaria y la musical alcanza momentos de extraordinaria sencillez.
El trovador Martín Códax, contemporáneo y también colaborador de Alfonso x el Sabio, trata el amor profano en sus cantigas de amigo en términos parecidos a como es tratado el amor sagrado por los trovadores de Alfonso x en las cantigas marianas, aunque, lógicamente, en las de amigo ese amor es más mundano, como el expresado por una dama en una de ellas, Ondas do mar de Vigo (la elegida para nuestra audición), una mujer que pregunta: «Ondas do mar de Vigo, se vistes meu amigo?».
La interpretación que pongo a continuación (sencilla, limpia y, quizás, la más fiel al original de las escuchadas para este artículo) es de la soprano Speranza Cerullo, contenida en un CD que acompaña a la edición que del Pergamino Vindel ha hecho la prestigiosa empresa M. Moleiro, especializada en (copio de su web): «la reproducción de códices, mapas, obras de arte generalmente realizadas sobre soporte de pergamino, vitela, papel, papiro... entre los siglos viii y xvi bajo la forma, en la mayoría de los casos, de libro iluminado».
Aprovecho para recomendar un vino, el albariño Martín Códax, en cuya etiqueta aparece el texto de la cantiga que tratamos; aconsejo que se beba acompañando si puede ser a un buen aperitivo mientras se escucha Ondas do mar de Vigo, de la que a continuación pongo la letra y la traducción.
            Letra
Ondas do mar de Vigo,
se vistes meu amigo?
E ai Deus!, se verra cedo?

Ondas do mar levado,
se vistes meu amado?
E ai Deus!, se verra cedo?


Se vistes meu amigo,
o por que eu sospiro?
E ai Deus!, se verra cedo?


Se vistes meu amado,
por que ei gran coidado?
E ai Deus!, se verra cedo?


      Traducción

Olas del mar de Vigo,
¿visteis a mi amigo?
¡Ay Dios!, ¿vendrá pronto?


Olas del mar agitado,
¿visteis a mi amado?
¡Ay Dios!, ¿vendrá pronto?


¿Visteis a mi amigo,
aquel por quien yo suspiro?
¡Ay Dios!, ¿vendrá pronto?

¿Visteis a mi amado,
quien me tiene tan preocupada?
¡Ay Dios!, ¿vendrá pronto?


2 comentarios:

  1. ¡Que mala oreja tengo, Pepe! He escuchado la canción cinco veces. Pero, no, no tengo mala oreja, tenía ansia de poder ir leyendo y escuchando esta aguda voz que nos traslada más allá de cientos de años atrás con una cantiga perfecta, monofónica, sí, pero perfecta. ¡Qué bien has elegido esta maravilla! Tus palabras quedan indeleblemnete unidas a cualquier otra cantiga que tenga oportunidad de leer o escucha. ¡Gracias, Pepe! Un abrazo.

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    1. Gracias a ti, Antonio.

      Hay muchas versiones, algunas muy atractivas, con acompañamientos instrumentales de rico colorido tímbrico (qué duda cabe de que en la época el canto se acompañaría con lo que tuviera a mano quien/es cantaba/n; a menudo, el propio trovador —o juglar— se acompañaría a sí mismo). Aun así elegí la versión más limpia, la más sencilla, también la más corta, pero, para mí, cautivadora.

      Un abrazo.

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