SECCIONES

viernes, 6 de octubre de 2017

Cobeteros

Estamos en fiestas y me acaba de ocurrir algo parecido a lo que le sucedió a Proust con una magdalena (salvando las enormísimas distancias, ¡claro, faltaría más!), pero en mi caso ha sido con un palito que ha aparecido en mi terraza, uno de esos que llevan los cohetes, un palo que mi mujer iba a tirar y que yo he decidido guardar como imagen evocadora que desencadena en mi cabeza determinados recuerdos.
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No sé exactamente cómo vino a parar a mi casa, ya avanzados los años cincuenta, el Pepe del campo —ni siquiera conozco sus apellidos, fíjense—, pero sí recuerdo el porqué: Pepe tenía que ser atendido sanitariamente todos los días para curarle una herida en su pierna izquierda, y como vivía en el campo, en una zona retirada del núcleo urbano, tuvo que quedarse en una casa del pueblo, la mía, y ahí es donde falla mi memoria, en por qué, si no lo conocíamos, fue mi casa la elegida para que lo tuvieran a mano tanto el médico como, sobre todo, el practicante.
Pepe era músico en la banda del pueblo y tocaba un instrumento que mis casi amnésicas fuentes no se ponen de acuerdo sobre si era un fliscorno o una especie de cornetín. (Para quienes no estén familiarizados con los instrumentos de una banda de música, diré que era un instrumento de aspecto parecido a la trompeta.)
Recuerdo que, curada su pierna, cuando nuestro personaje venía a mi casa, porque tenía que ensayar o salir a tocar con la banda, siempre dejaba su moto al fondo de la tienda, inmediatamente a continuación del extremo del mostrador; la moto era (la veo colocada perpendicularmente a la punta del mostrador) de color rojo, una Guzzi que llevaba en el portaequipajes una caja, un rústico estuche casero para el instrumento musical. 
La herida en su pierna (un buen boquete, en eso sí me fijé durante algunas de las curas que le hicieron) fue causada por un cohete disparado demasiado «alegremente» en las fiestas de una localidad cercana, Cobatillas, un pueblo que para él pudo haber pasado a ser, desde entonces, Cobetillas. Pepe iba tocando con la banda de música cuando el cohete, lanzado con tan poca sensatez como se acostumbra, chocó en un cable de la luz, cambió de dirección y vino a explotar en la pierna del músico.
cobete. m. vulg. Y rúst. Cohete. (Diego Ruiz Marín: Vocabulario de las Hablas Murcianas, Murcia 2007, Diego Marín).
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Ahora vivo en un ático y, desde hace ya bastante tiempo, cuando estoy en casa y oigo una banda de música que se acerca suelo salir a la terraza para, si pasa junto a mi edificio, ver qué músicos la integran, pues es fácil que haya en ella amigos, conocidos, alumnos...; además, me gusta escuchar cómo suena.
Fíjense ustedes, cuando presencien el pasacalles festero de una banda de música, que junto a ella o cerca —no suele faltar— va siempre un cobetero, que así lo llamo para distinguirlo de los coheteros, algo más serios, y de los pirotécnicos, estos ya profesionales a quienes sí hago un esfuerzo por suponer serios de verdad.
Pues bien, cuando veo que ese cobetero que marcha junto a los músicos con un cigarro encendido en la mano va a prender fuego a la mecha de un cohete... (imagen que, repetida, ya digo, nunca falta en estos pasacalles), llevo mucho cuidado y procuro ponerme a buen resguardo. ¿Por qué? Pues... porque por experiencia sé que el encargado de tirar los cohetes en las fiestas de los pueblos suele ser un personaje peculiar, alguien poco sobrado de sesera, con poca sensatez. Hay quien dice, a lo bruto, que se trata del tonto del pueblo —yo no diría tanto— y añade que ha llegado a esa conclusión sin necesidad de hacer estudios prospectivos ni nada por el estilo, solo a través de la observación directa: es evidente, concluye.
Yo, lo dicho, por si acaso, me protejo, porque me acuerdo de Pepe del campo.

6 comentarios:

  1. Hola Pepe. Soy Roberto Palma. Yo he vivido en primera persona muchos momentos de pánico y de incertidumbre al ver volar cohetes en dirección a cualquier cable, cornisa, árbol u otro saliente amenazante de rebotar el susodicho. Recuerdo en la puerta de la iglesia, de Santomera, un tontaina que se encaprichó en "tirar" un cohete con un mechero. Al prenderlo, no subía, se asustó y lo dejó ir como el que tira una colilla al suelo. Se quedó encarado hacia los músicos y nos escondimos todos, arrodillados, detrás del bombo. Pasó cercano a nosotros y explotó en una ventana redonda, con repisa, creo recordar, del banco central que había al lado de la barbería del Fermín.
    Todos esos episodios de cohetes frustrados se acabaron con la llegada a la banda de Paco "el caja", hijo de la dolores del quiosco, que, por primera vez en Los Ramos y, en adelante, en todas las salidas, le preguntaba al cobetero: - ¿Tienes los papeles? - ¿De qué? -respondía el implicado-. -De pirotécnico. - ¿Yo?, (risa), que va. -Pues colócate a 300 metros de la banda que yo iré pendiente de las calles por donde echas.
    Era digno ver con la mala leche que se lo decía y cuando existía una negativa del cobetero, se ponía la caja abrazada al cuerpo y decía a los responsables que no tocaba.
    Nosotros aprendimos de él y así lo seguimos haciendo después de que Paco se dejara la banda.
    Tengo esas imágenes en mi retina y el semblante de Paco hasta que se alejaba el tío de los cohetes.

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    1. Gracias, Roberto, estoy con Paquito, el de la Dolores. Hay que exigir papeles a los cobeteros, aunque ni así estará seguro el músico y los de alrededor, porque no es solo el peligro de que te explote y te reviente una pierna; está también el de los traumatismos acústicos ocasionados por las explosiones (yo padezco uno, y se lo debo a un “gracioso” cobetero aficionao).

      Un saludo.

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  2. El ruido de la explosión del cohete pareciese que es la que genera el jolgorio y, nada más lejos de ello. Es muy seco, potente y explota a poca altura. El cobetero de turno solía coger lo que llamamos caña pero es simplemente un tallo de junco seco, débil y largo para que sirva, por su poco peso, de estabilizador en el seno del aire. Y ahí, ahí reside el problema: se rompe con mucha facilidad. Si al cobetero se le quiebra en la mano la estabilidad del receptáculo de la carga explosiva puede, incluso, girar sin control como una carretilla. En Laroya, Almería, disparan cohetes a los peloteros que han desfilado los propios vecinos asistentes al mismo. Directos y apuntando... ¡Bastante peor!

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    1. Deben habérseles acabado los juncos, porque el palito que yo he encontrado —lo tengo a la vista— es de madera. Pero el “porsaco” lo dan igual.

      Gracias, Antonio.
      Un saludo.

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  3. HOla Pepe! Soy Vicente, nos hemos presentado en el acto de hoy de Julián Andúgar en Santomera. Te dejo aqui un video rescatado por el proyecto en el que trabajo (www.santomera.info) y que rescata las carretillas del Siscar...cobetes tb, vaya. https://www.facebook.com/santomera.info/videos/1477200102364300/

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    1. Hola, Vicente, gracias por el vídeo: me interesa, porque, entre otras cosas, precisamente en El Siscar y este mismo año, una de las explosiones provocadas por un «gracioso “cobetero”» me provocó un traumatismo acústico que por lo visto no tiene cura.

      He aprovechado para guardar Santomera.info entre mis favoritos; me parece interesante, ya la iré visitando periódicamente y, si tengo ocasión, la comentaré contigo.

      Gracias. Un saludo.

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