SECCIONES

viernes, 20 de enero de 2017

Contri más ricos…

Huerta de Murcia. Primeras décadas del siglo xx. Un entierro. Carroza fúnebre tirada por cuatro caballos. Al paso de la carroza, una vecina sale a la verea, levanta aspaventosamente los brazos y grita, con fuerza y bastante entonación, casi cantando:
¡Anda con Diooos, buena mujeeer —pequeña pausa, aprovechada para tomar aire—, contri más ricos, más animales: la tia Josefa, dos, y tú, cuatro!
Debía ser muy pequeño la primera vez que lo escuché, pero lo recuerdo con muchísima claridad, pues lo volvería a escuchar en distintas ocasiones, idénticamente repetido a lo largo del tiempo. Mi madre describía esta escena de vez en cuando, representando teatralmente a la vecina que salía a la vereda y gritaba su mensaje dirigiéndose a la carroza fúnebre; imitaba, en una inmejorable dramatización, la voz de la mujer —volumen y entonación— y los gestos, levantando unas veces un solo brazo, y otras, las más de ellas, los dos.
Después, mi madre lo explicaba con sencillez: «contri más ricos, más animales» no quería decir, insistía, que cuanto más dinero tuviesen las personas, su grado de animalidad —de bestialidad— fuera más alto; la mujer que sale al camino de la huerta para ver pasar la carroza fúnebre del entierro, en su breve discurso —aclaraba mi madre con pretendida pedagogía—, lo que hace es establecer una relación entre el nivel económico de la persona difunta y la cantidad de caballos que el carro fúnebre lleva en el tiro, los que se puede permitir.
Ahora, con el tiempo transcurrido, pienso que la otra interpretación, la de más grado de animalidad cuanto más ricos, también podría tener sentido.

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