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domingo, 13 de septiembre de 2015

Les Luthiers, sin Rabinovich (2)

Ya lo he dicho, soy un luthierero. En el pueblo no falta quien, como un guiño, me llama Mastropiero, porque sabe lo que siento por Les Luthiers, que utilizan a menudo en sus espectáculos el nombre de Johann Sebastian Mastropiero. Fíjense si soy luthierero que, antes, cuando viajaba más, sobre todo cuando los recorridos eran largos, lo primero que metía en la guantera del coche, antes de salir, era una selección de casettes de Les Luthiers.
Varias veces he citado ya en Abonico a estos personajes. Para quienes me conocen no es una novedad el que yo ahora salga con estas entradas: saben que estos tipos son para mí el súmmun de las maravillas, que casi los adoro. Nunca ha habido un grupo como ellos —con sus originalísimos instrumentos informales y su creativa y magistral utilización lúdica del lenguaje— y nunca, tras ellos, lo habrá; podrán surgir imitadores, pero Les Luthiers han sido, son y serán especiales. También supongo que quien ya sustituye al luthier fallecido debe ser también “magnífico”, pero Daniel Rabinovich, aunque parezca una obviedad, ha sido único.
Cada vez que oigo “estatua ecuestre”, o, solamente, “ecuestre”, inmediatamente recuerdo un juego de palabras de Les Luthiers y continúo, por inercia, aunque sea mentalmente: “cuestre lo que cuestre”. También me vienen a la cabeza de vez en cuando algunas de sus máximas, como la que dice: “si aquel que dice ser tu mejor amigo te clava un puñal en la espalda [breve pausa], debes desconfiar de su amistad”; o su consejo, después desgranado, de que a los niños siempre hay que decirles la verdad.
Y cuántas veces, estando en clase, los he parafraseado. De pronto, he dicho, mirando seriamente a mis alumnos —unas veces, niños; otras, mayores— y tratando de imitar a Marcos Mundstock en escena: “Mi nombre es Oblongo, que en dialecto suajili quiere decir algo más largo que ancho”; y la clase se me ha quedado mirando de una manera…, como diciendo “¡¿está bien este tío?!”. O cuando les he dicho, como quien medita trascendentalmente: “Anooche [alargando la o], bajo la luuna [alargando la u]… vi brillar en el cielo un dragón con plumas… [pausa para dar interés]: debo beber meenos [alargando la e]”. O, cuando, poniendo cara muy seria, y simulando que lo acababa de leer en la prensa y me había impresionado mucho, les decía: “Según estudios académicos recientes, en España, de cada 10 personas que se dedican a la política, 5 de ellas… [breve pausa de suspense] son la mitad”.
También, con los mismos resultados, he cantado para mis alumnos fragmentos de algunos temas de los geniales artistas argentinos: como alguno de El rey enamorado: “♫ Por ser fuente de hermosura, ♫ por ser de rosas un ramo ♫...”, o de Una Canción Regia: “♪♫ Dulce reina mía… ♫” o de Serenata mariachi “♫ Siento que me atan a ti ♫ tus adorados cabellos ♫… o de La bella y graciosa moza... o de la Cantata Laxatón o… de lo que se me ocurriera.
Les pongo a continuación un fragmento de La comisión, un biólogo entre Rabinovich y Mundstock. Espero que les guste y se animen a buscar el vídeo para verlo entero.

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