SECCIONES

viernes, 21 de enero de 2022

Gregoriano

«¿Para qué el canto gregoriano?» se pregunta Helena Resano (en InfoLibre, 25-11-2021), trasladando al título de su artículo la pregunta que le hace una hija suya en esa edad tan especial que es la adolescencia.

¿¡Cuántas veces habré recibido yo, sobre todo estando en clase, y más aún como profesor de música, una pregunta parecida!?, una pregunta que siempre me he tomado como un menosprecio por mi querida asignatura, a menudo considerada una maría inútil, y no solo por el alumnado. 

Maestro, ¿para qué vale la música, para qué la voy a necesitar en el futuro?

La gente, mucha gente, creo que una gran mayoría, ignora el valor formativo que, concretamente en el ámbito pedagógico, aporta la música. Sí, se suele desconocer de la misma que, además de, como dice el refrán, amansar a las fieras, que lo hace y muy bien —función terapéutica—, aporta otros muchos y firmes valores educativos, y tanto por sí misma (por los beneficios intrínsecos de su escucha, su estudio y su práctica), como, cuando es bien utilizada, con su apoyo y ayuda a otras disciplinas curriculares: lengua, idioma, matemáticas, ciencias sociales, ciencias de la naturaleza…, una faceta en la que defiendo la máxima: La letra con música entra, dicha, a ser posible, musicalmente.

 
 

viernes, 14 de enero de 2022

Ajedrecistas y cenutrios

Ante la tan extendida creencia de que para ser un buen ajedrecista hay que ser muy inteligente, he dicho más de una vez y más de dos (la idea no es mía, pero no recuerdo de dónde ni de quién la tomé hace ya muchos años), que lo único absolutamente cierto que podemos concluir del hecho de que una persona sepa jugar muy bien al ajedrez es…: eso, que dicha persona sabe jugar muy bien al ajedrez.

Lo mismo se puede decir de alguien que sabe jugar muy bien al tenis (póngase aquí, si se quiere —no sé por qué me habrá venido su imagen a la cabeza—, el nombre del actual número uno del mundo); y, por extensión, también se puede concluir lo mismo de cualquier persona que ejerza excelentemente cualquier profesión, que posea cualquier habilidad por especial que sea, que tenga cualquier destreza destacable, con cualquier arte, inclinación…

Es más, a veces —yo diría que a menudo—, la vida, la realidad palpable, se encarga machaconamente de demostrarnos que se puede ser muy bueno en un área cualquiera (ajedrez, fútbol, medicina, música, cocina, cine…) y, por el contrario, resultar ser un auténtico cenutrio en algunas o en muchas de las otras parcelas que componen el mundo conocido.

 

viernes, 7 de enero de 2022

Contraste

Aunque tiene aspecto de joven, de muy joven, no lo es, pues está ya en los cuarenta, justo a un escalón del portal de entrada a la década. Y mientras prepara unas oposiciones que hasta ahora ha desechado, se dedica a impartir clases particulares de matemáticas, de física, de química…, asignatura esta última cuya especialidad cursó, acabó los estudios de licenciatura y obtuvo el premio extraordinario fin de carrera, con una calificación media superior al nueve, y con veinticinco matrículas de honor en su haber. Después se doctoró, con una investigación de laboratorio que resumió en un trabajo de cuyo largo título —tomé nota del mismo en su momento— solo se mantiene en mi memoria la palabra «ariloximas».

Por su labor de profesor particular (me consta que dado de alta como trabajador autónomo) cobra, por unas clases que se prepara a conciencia (lo digo para que se tenga en cuenta el tiempo y el esfuerzo necesarios para hacerlo), la muy módica cantidad —que a un servidor le parece ridícula— de quince euros la hora, y a la cifra total del precio de la clase, no a cada hora, suma tres euros más si, pongamos por caso, tiene que desplazarse a Murcia o a Orihuela. Y todo legal, todo en A, todo facturado y todo declarado al fisco.

Actualmente, entre su alumnado figura la hija de una profesional de la psicología a la que nuestro ya no tan joven profesor de clases particulares visita periódicamente en su consulta desde hace años, en sesiones que paga no recuerdo bien si a razón de setenta u ochenta euros la hora, y no sé si en A o en B (me temo que en lo segundo; podría preguntarlo y enterarme, pero ahora no me parece tan relevante y prefiero no entrar en ello).

Es lo que hay, son los tiempos que corren, son los valores que predominan en esta asalvajada sociedad capitalista, la de la ley de la oferta y la demanda, la del poder del dinero, la de lo tomas o lo dejas, en la que todo un doctorado cum laude en ciencias químicas cobra por su trabajo menos de la quinta parte que una licenciada en psicología por el suyo.