Tras el paréntesis de la semana pasada, continúo en esta con mis recuerdos sobre algunos de los muchísimos productos que, en las ya bastante lejanas fechas de mis años jóvenes, había en el comercio que mi padre tenía en el pueblo.
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Una cosa lleva a otra: asociación de ideas. Hablando con mi hermana de mis recuerdos sobre la pulpa (le conté que estaba escribiendo unas letras sobre los mismos), me dijo que en ese momento le acababa de venir a la cabeza la imagen del piñuelo, otro producto que, como ella, conozco desde que era niño, pues, igual que me pasaba con la pulpa, lo veía y lo tocaba con cierta frecuencia en el almacén de la tienda de mi padre, ya que, como no era de mucha venta, no solía estar expuesto en la misma a la vista del público; el piñuelo fue una mercancía por la que, como me sucedió con algunas otras, como la pulpa, no llegué a interesarme por saber (ni de niño ni después… hasta hace no mucho) qué era realmente, de qué y cómo estaba hecho y también para qué se utilizaba.
De él recuerdo, con bastante claridad, su color oscuro —entre castaño, marrón y negro— y su textura terrosa, aunque prensado en pequeñas tortas que se deshacían con facilidad si se las apretujaba con las manos, por poco que fuese.
Consulto, ¡cómo no!, el diccionario de la Real Academia Española y me dice, en su segunda acepción, que es un vocablo murciano:
piñuelo
De piña.
2. m. Mur. Grano o simiente de la uva y de algunos otros frutos.
Y, como la respuesta no me cuadra, porque el sintagma «algunos otros frutos» me parece poco preciso, se me ocurre recurrir a los diccionarios que, sobre términos murcianos, tengo en mis estanterías; el primero que miro es el de Diego Ruiz Marín, el que acostumbro a consultar en primer lugar, pues, al ser su publicación posterior a la de muchos de los otros, suele acoger en sus entradas parte del contenido de los mismos; después le echo un vistazo al de Justo García Soriano, y, por último —pues veo que ya no necesito más—, al de Alberto Sevilla, que, este sí, coincide con lo que conozco y, además, va directo, resolutivamente, al grano:
Piñuelo. m. Masa compuesta del hollejo y del hueso de la oliva después de extraído el aceite. Orujo.
En los dos últimos diccionarios consultados encuentro que esta denominación —«piñuelo»—se da en la vega del Segura y en la parte oriental de la región murciana, y también —y esto lo creo bastante esclarecedor—, que en catalán y valenciano (¡ay —me digo—, la porosidad de las fronteras!) es «pinyol»: hueso de oliva, orujo.
En cuanto a su utilidad, que se me había pasado por alto, recurro a ChatGPT para que me eche una mano, y, tras un primer intento fallido (el programa ha tomado «piñuelo» como nombre de un dulce típico de la región murciana), especifico algo más los términos de búsqueda y, ahora sí, obtengo una respuesta acorde con mi petición:
«El piñuelo en Murcia, […], se ha utilizado tradicionalmente como combustible en almazaras y hogares, especialmente en la zona rural. También se ha empleado como material para la fabricación de ciertos productos, como jabones y como abono orgánico en la agricultura. Su uso ha sido una forma de aprovechar los subproductos de la extracción de aceite de oliva, contribuyendo así a una gestión más sostenible de los recursos.» (ChatGPT, consulta realizada el 18-10-2024).
Algo
sabría de esto —me digo— Vicente Medina, que nos habla del piñuelo en «La
almazara», una poesía que he revisitado en sus famosos Aires murcianos
(págs. 293-297), la deliciosa obra publicada en 1981 por la Academia Alfonso X
el Sabio en su Biblioteca Murciana de Bolsillo; de dicho poema he elegido estas
tres estrofas:
Del piñuelo que salía
de la prensa, se llenaban
camaranchones
y cámbaras…
A la lumbre siempre había
una gran caldera de agua
y, en ves de leña, piñuelo
quemaban.
Ardía como la pólvora
el piñuelo y siempre estaba,
de la cocina en las losas,
el fuego hecho un pan de brasas…
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