SECCIONES

viernes, 20 de noviembre de 2020

Don Bestia (2)

Se contaban, y se siguen contando aunque ya bastante menos, muchas anécdotas de aquel curángano tan bruto, como la que se recreaba con recochineo en el relato de cómo una vez, en plena misa, don Bestia metió una ficha de dominó en la boca de una «atrevida» mujer que se acercó a comulgar con los labios pintados de carmín: ¡Habrase visto! La ficha que le introdujo en la boca a la pobre mujer —se decía— fue el seis doble, que el cura llevaba en el bolsillo de la sotana porque, haciendo trampas (aquí, la persona a la que se lo escuché contar en distintas ocasiones intercalaba un brevísimo silencio al que sumaba una maliciosa sonrisa), con triquiñuelas, se la había guardado mientras jugaba la porra en el bar.

También se cuenta (lo escribo en presente porque lo he escuchado hace no mucho) que andaba este ensotanao individuo (¡qué casual parecido entre ensotanao y ensatanao!), con aviesas intenciones, tras la mujer de un vecino del pueblo, y que no era el cura el único de los mandamases locales que lo hacía, pues competía nuestro dómine en ello con un gerifalte político, dedicado quizás con más obsesión todavía que el cura a estas labores tan inconfesables; y parece ser que ambos utilizaban la misma despreciable treta con aquella señora de buen ver, a la que el cura y el otro presionaban cada uno por su lado para que accediera a sus turbias pretensiones, amenazándola con «perjudicar» a su marido, que estaba preso porque era «rojo» en unos tiempos en que serlo —republicano, entiéndase— tenía sus consecuencias: era lo peor que se podía ser.

Lo último que me ha llegado de don Bestia, y no sé con qué grado de certeza, de credibilidad (me he enterado hace poco y me ha sorprendido, aunque no tanto, y más por no haberlo sabido de antes que por la naturaleza del hecho), es que tenía «sobrinas» (o una sobrina, pues ahora dudo de la precisión en la confidencia), algo no muy infrecuente entonces entre los de su gremio, pues de muchos es sabido que las criadas, las amas de casa, los primos, los amigos… y las sobrinas de bastantes de estos curas de aquellos años no eran sino amantes encubiertos de los religiosos.

Continuará.


No hay comentarios:

Publicar un comentario