SECCIONES

viernes, 3 de enero de 2020

Únicos


«Converso con el hombre que siempre va conmigo»
(Antonio Machado)

Todos y cada uno de nosotros, en nuestra exclusiva individualidad, y precisamente por ella, somos especiales, irrepetibles… únicos. Nadie puede conocer tan bien como cada cual —según su entendimiento, ¡claro!— lo por él vivido, ni cómo lo ha vivido. Nadie saborea tal alimento exactamente igual que lo hace otro, por lo que, salvo yo, nadie sabe con precisión cómo y cuánto me gusta tal tipo de chocolate, ni qué siento ni cómo me sienta al tomarlo. Igualmente, nadie puede saber cómo ni cuánto me ha gustado tal obra literaria, cómo la he disfrutado página a página, ni cómo me siento y reacciono ante la música de Bach, la de Mozart o… cualquier otra, o ante la pintura de Rubens, o la de Goya. Por tanto, nadie como uno mismo, como cada uno de nosotros —si quiere y posee las herramientas suficientes— puede expresarlo, contarlo… transmitirlo a los demás, incluso sabiendo de la limitación inherente a esa transmisión, siendo muy consciente de que su posterior entendimiento en la recepción será difícilmente total y preciso.

Cuando alguien muere, cuando alguien cierra para siempre los ojos en una mansión de lujo o en el banco callejero de un mendigo, desaparece un modo de ver el mundo, una memoria de los sabores y la luz, un sedimento de experiencias con nombres, miedos, ilusiones, costumbres, alegrías y heridas. Escribir es una forma de negarse a esa desaparición, un intento de dejar huellas o encender hogueras en la oscuridad. (García Montero, Luis —Verso libre— 09-12-2018 InfoLibre).

Pues… eso, que… escribir es una forma de resistirse a la desaparición… de un yo singular, exclusivo… único.


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