SECCIONES

viernes, 18 de enero de 2019

Una visita inesperada

No me habían avisado y, ¡claro!, no los esperaba, pues, además, jamás antes habían estado en mi casa, y tampoco después; y eso que ambos son del pueblo y más o menos de mi edad, y que nos conocemos desde que éramos muy jóvenes. Tampoco yo, nosotros —mi mujer y yo—, habíamos —ni hemos— estado en la suya. Así que me extrañó cuando se identificaron tras tocar el timbre, y pensé: «¡qué raro!, ¡¿qué querrán?!».
Suben en el ascensor, salgo a recibirlos, y pronto, según entramos en el piso, ella me dice que él quiere hablar conmigo y aprovecha para quedarse haciendo lo propio con mi mujer en el salón. Él y yo nos metemos en mi estudio y no recuerdo si hubo preludio alguno o si entramos directamente en materia, pero pronto pasó a plantearme el objeto de su visita.
Para una mejor comprensión saltaré y avanzaré para atrás en el tiempo, con paso cancrizante. Un poco antes de lo que cuento más arriba, en las elecciones municipales de la localidad habían empatado a concejales el PP y el PSOE, e IU había sacado un valioso concejal que podía decidir, de entre los dos partidos igualados, quién iba a gobernar el pueblo.
Y también unos días antes de esta visita que cuento, después de las elecciones, en una fiesta que celebramos los maestros de mi colegio, con un arroz y conejo delante, abundante vino y rodeado de compañeros docentes, yo había manifestado que el representante de IU (amigo mío, compañero de trabajo y allí presente y escuchando) no debía apoyar al PP, sino al PSOE, por afinidad política por lo menos. Mi opinión debió llegar a oídos de ellos —PSOE— y creo que a eso se debió la inesperada visita de unos días después. Por otro lado, no es raro que les llegara la información, porque yo, sin nada que ocultar, lo había dicho públicamente y, además, el grupo de comensales compañeros incluía gente del partido socialista, que, por lo visto, comentó con sus correligionarios mis puntos de vista favorables a sus intereses.
Bien… a lo que vamos: Lo que me proponía mi visitante es que me reuniera, en el ayuntamiento, oficialmente, compartiendo mesa y protocolo, con integrantes de su partido —PSOE— y con el remiso concejal de IU, para tratar de convencerlo —presionarlo, interpreté yo— de que decantara su apoyo hacia ellos, los más afines. Yo le contesté que no, que eso mismo ya se lo había dicho al interesado, que, por lo tanto, este ya sabía mi opinión, y que si ellos querían yo podía repetir mis ideas al respecto otra vez al individuo en cuestión pero no con la formalidad y la pompa (sigo sin entender qué función desempeñaban en sus pretensiones) que ellos le querían dar, sino privadamente, en mi casa, en la suya o donde se terciare.
No le sentó bien a mi amigo del PSOE mi negativa a sus deseos, y me apretó un poco las clavijas; me dijo que si no me gustaba mojarme, que si era de los cómodos, de los que prefieren estar encima de la pared y disparar a uno y otro lado según convenga… Todo eso me dijo o yo entendí que me dijo, y no me gustó nada en ese momento; después comprendí que era lo normal dadas las circunstancias.
En las veces que hemos hablado desde entonces, ni su mujer ni él han sacado el tema en conversación alguna; yo tampoco, pero me he quedado con ganas de hacerlo; quizás algún día…

4 comentarios:

  1. Ese fué un momento desafortunado y creo que acabó con IU en el pueblo. Aquel alcalde del PP (ahora emigrado con rumbo incierto), también dejó amarga memoria. Esperemos que no se repitan aquellas circunstancias (ni parecidas). Un saludo Sr. músico.

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    1. Desde luego, Mariano, fue una oportunidad desaprovechada.
      Un saludo.

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  2. Requerimientos de esta índole no deben ser realizados presionando a quien, por amistad, puede realizar una acción, a su vez, de presión. Sin consejos, que nunca son oportunos, las cosas como están y en paz, Pepe. La tozudez siempre es mala consejera. Un abrazo.

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