SECCIONES

viernes, 17 de febrero de 2017

Funciones vitales

No es infrecuente la respuesta «graciosa» del individuo de turno cuando le dices que tocas la flauta dulce; es fácil que te conteste, preguntándote a su vez, que «por qué no la salada», o algo por el estilo. Y si en vez de decir que tocas la flauta dulce, solamente dices flauta, sin el adjetivo, el mismo tipo de individuo te puede preguntar, también «graciosamente», simulando extrañeza: «¿¡la de Bartolo!?», o, lo que casi es lo mismo: «¿¡con un agujero solo!?».
Escribo esto recordando que hace poco, finalizando el verano pasado, en la tertulia, Eustaquio y yo, con la coña pertinente, habíamos acordado —no sé cómo llegamos a este tema— que para el próximo día de reunión llevaríamos él la armónica y yo la flauta para interpretar algunas melodías y dedicárselas a los amigos presentes.
Así que para el día siguiente de tertulia yo había preparado —quería mostrar un poco de diversidad en tamaños y maderas— media docena de flautas en una mochila, aunque llegado el momento solo utilicé dos: una soprano de madera de boj y una contralto de palisandro.
Llegó la ocasión, pasamos el rato, tocamos algunas melodías, terminamos, recogí y metí en la mochila las flautas y otros menesteres para la ocasión, y... ya me iba cuando un cliente del bar en cuya terraza nos juntamos, ajeno totalmente a la tertulia, no sé cómo fue, quizás había estado observando de lejos, me preguntó por lo que llevaba en la mochila; le dije que al hombro llevaba algo para mí muy importante: flautas, unas cuantas, y añadí, para justificar su importancia, que eran de diferentes valiosas maderas, que me habían costado una buena pasta y que...; en vano traté de seguir dándole explicaciones, pues no me escuchaba; poco después de oír la palabra «flauta» me interrumpió preguntándome y haciéndome un guiño cómplice, con la sonrisa bobalicona del que se maneja a base de tópicos: «¿¡pero... de un agujero solo!?».
En casos así, la gente «fina» contesta, aunque sea mentalmente, también con frases hechas, como la que afirma que es inútil echar margaritas a los cerdos, o aquella otra que dice que no está hecha la miel para la boca del asno. Pero a mí, algo más tosco, me vino a la cabeza —y estuve a punto de abocárselo: me quedé con las ganas— algo así como «¿y tú..., además de comer y cagar, qué más haces?».
Hay mucha gente, una cantidad mayor de la que solemos considerar como normal, que ha venido —la han traído— a este mundo a cumplir con lo básico solamente: comer, cagar, dormir y, como decían mis amigos de Moratalla en mis tiempos de estudiante universitario, «el macho a la hembra». Dicho más seriamente, esas personas realizan, como seres vivos que son, y por supuesto que a su rudimentaria manera, lo que en biología llamamos funciones vitales: nutrición —que incluye la respiración—, reproducción y relación. Yo, para que rime, prefiero decir: «comer, cagar y... poco más».

2 comentarios:

  1. Francisco González Soto17 de febrero de 2017, 18:17

    No debiste quedarte con las ganas Pepe,se lo deberías haber dicho y además haciendole un guiño a tu blog,la mejor manera de haberselo dicho habría sido "abonico"....que es en este caso como más jode.Saludos.

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    1. Sí, Francisco, me pasé de «abonico».

      Gracias y saludos.

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