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sábado, 21 de mayo de 2016

Brenan y la mesa camilla (1)

El hispanista inglés Gerald Brenan (1894-1987), intelectual del grupo de Bloomsbury (Virginia Woolf, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, John Maynard Keynes, Edward Morgan Forster, Katherine Mansfield, Dora Carrington…), Don Gerardo para sus coetáneos alpujarreños de Yegen, fue autor de libros muy importantes sobre nuestro país, como El laberinto español, una obra fundamental sobre las raíces de la Guerra civil española, e Historia de la literatura española, una interesante pieza de la crítica literaria.
Don Gerardo se dejó caer y se estableció en La Alpujarra con un cargamento de libros, que fue subido a lomos de mulas pues no había caminos entonces en el lugar, y una paga de su país, del que huía buscando tranquilidad; aquí, al sur de Granada, encontró el sosiego que buscaba y escribió Al sur de Granada, un delicioso y muy original libro sobre la zona y sus gentes.
Tras la primera guerra mundial, en la que acaba de luchar y en la que ha sido condecorado, se encuentra con una hermética sociedad inglesa cuya vida lo agobia; tampoco se ve sujeto a una monótona profesión; prefiere romper con esa rígida educación y respirar una atmósfera más pura: quiere leer, pensar, imaginar y escribir sin corsés.
Con la maleta llena de libros —más los que después se hace enviar— y unas libras en la cartera llega a una de las zonas más pobres de nuestro país, La Alpujarra, concretamente a Yegen, alquila una casa por ciento veinte pesetas al año y comienza, con veinticinco años, su reeducación, su nueva vida.  
En la puerta de “la casa de Brenan” (Yegen)
En Yegen queda deslumbrado por esas tierras y esas gentes que tan bien describirá en Al sur de Granada, singularísima obra de la que hemos seleccionado un fragmento sobre la mesa camilla:
A veces se me ha ocurrido pensar que una de las causas de la decadencia española durante el siglo XVII puede radicar en esta mesa redonda. Se talaron los bosques, escaseó la leña, se difundió la idea de la vida en casa y se extendió también la costumbre masculina de apiñarse, en cómoda plática, con sus mujeres —la tía de la esposa, su madre, los hijos mayores—, en vez de estarse junto al fuego, con las piernas extendidas, y sentadas ellas en cuclillas sobre los almohadones de la estrada. Alrededor de la mesa camilla la vida familiar se espesaba, se hacía más densa, más orientalmente burguesa; la lectura cesaba en la afectada atmósfera de harén, y los clubs o cafés, que hasta hace poco fueron sitios sórdidos, mal iluminados, ofrecían la única expansión y evasión. España se convirtió en el típico lugar estancado, el imperio otomano de Occidente inmerso en sí mismo, situación de la que únicamente saldría en el ciclo actual. Los únicos que se beneficiaban con esto eran las parejas de novios, quienes, una vez aceptado el joven y admitido en la casa, podían entrelazar dichosamente sus manos durante horas, por debajo del tapete de franela.” (Brenan, Gerald (1982): Al sur de Granada, Madrid, Siglo XXI, pág. 102).
A Brenan no se le escapa el detalle: “Los únicos que se beneficiaban con esto eran las parejas de novios”. Pues bien, si no los únicos, seguro que son los más importantes protagonistas bajo las faldas de estas mesas; y no se limitaban, como sugiere Don Gerardo, a “entrelazar dichosamente sus manos...” por debajo de las faldas mesacamilleras. Parece que algunos, ¿muchos?, iban bastante más allá, y de ello trataremos en la siguiente entrada.

2 comentarios:


  1. La mesa camilla es un artilugio magnífico.. Un consejo: Echa unas hojas de romero al ascua del brasero y aromatizarás todo el salón con un olor campestre agradable

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    1. Gracias, Ismael, por el comentario y por el consejo.
      Un saludo.

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