SECCIONES

sábado, 20 de diciembre de 2014

En la estacada

Ahora entiendo de dónde viene lo de "dejar a alguien en la estacada". 

Nunca es tarde, nos decimos, pero no dejamos de sorprendernos de que con los años que tenemos, con los transcurridos desde que empezamos a pensar que pensamos, no hayamos caído antes en el significado de algunos términos, del preciso porqué de algunas expresiones.

Algo así me ha ocurrido no hace mucho con la palabra estacada, y ha sido leyendo Victus, una buena novela histórica de Albert Sánchez Piñol sobre la Guerra de Sucesión Española, una narración que, por cierto, está levantando ampollas, en estos tiempos, como diría un personaje de El Roto, de demanda de  banderas y de fervores patrióticos.

El protagonista de Victus es un ingeniero de primeros del siglo XVIII, que lo mismo tiene que preparar la defensa de una ciudad asediada que diseñar su asedio y ataque. Lo que sigue a continuación se refiere al primer caso, en concreto lo hace a la defensa de Barcelona frente a las tropas borbónicas.
 […] Después de hablarlo con don Antonio, decidimos suspender todos los trabajos menos los de la estacada.
Cuando hay tiempo para prever un asedio la guarnición rodea el recinto fortificado con una pantalla de estacas puntiagudas apuntando hacia el asediador, inmediatamente antes del foso, oponiéndose como primera línea de defensa de las murallas y baluartes.
[…]
Con la estacada se dificulta el avance de la infantería y se intimida al enemigo. Un bosque de miles y miles de estacas constituye un obstáculo de consideración. Al menos si ustedes lo contemplan desde el punto del que está obligado a franquearlo mientras le disparan por todos los lados. Los oficiales necesitan mucha autoridad para arrear a sus hombres contra una barrera puntiaguda.
De acuerdo, los bombardeos artilleros volatilizan la mayoría de las estacas. Pero eso no es tan decisivo como parece. Las estacas tienen dos o tres metros de largo. Se clavan muy hondo, en ángulo agudo y con un contrafuerte en la base, de forma que emerjan metro o metro y medio. La metralla y las bombas las destruyen, en efecto, pero aunque solo sobresalgan dos palmos, o tres, basta para herir pies y pantorrillas. Las mismas explosiones contribuyen a quebrar y aguzar las puntas. Un denso boscaje de pinchos sólidos no es nada despreciable. Cuando los atacantes avanzan en masa deshace las formaciones, hiere a cientos y lentifica el asalto. Y después aún les espera el foso, y las murallas. A veces las defensas más simples son las más efectivas. (SÁNCHEZ PIÑOL, Albert: Victus, 2013, Ed. La Campana, pág. 359).
Y, lógicamente, la palabra estacada me lleva a la expresión “dejar en la estacada”, cuyo significado sabía pero no se me había ocurrido pensar de dónde venía, qué significaba literalmente. Ahora entiendo mejor lo que supone que te dejen ahí, en la estacada, en medio de las punzantes estacas y a merced de las balas de los defensores de la ciudad.
 
¡Ahora sí!



2 comentarios:

  1. Como buen historiador, eliges muy bien las lecturas que, muy lentamente, van "desclasificando" hechos que, sustentados en archivos de bibliotecas extranjeras puesto que en las españolas no se desclasifica nada, aportan, además del origen de estas curiosas expresiones, momentos históricos trascendentales de la Historia reciente. Creo poder decir que en tal lugar me han dejado más de una vez quienes, aquellos que se autodenominaban amigos, no cumplían lo acordado ni lo tácitamente supuesto. Normal, como a tantas otras personas. El daño que producen las heridas de estas puntiagudas maderas y la soledad en la que te encuentras cuando se producen tales hechos, son inolvidables, a pesar de tratar por todos los medios que el daño producido cicatrice lo antes posible. Muy acertado estudio y documentación.
    ¡FELICES FIESTAS!

    Un abrazo, amigo Pepe.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Antonio. Yo también te deseo felices fiestas, a ti y a los tuyos, los que no te dejan en la estacada.

      Un abrazo.

      Eliminar