Titular de prensa muy atractivo, y muy claro para mí, aunque
quizás no tan nítido en el fondo:
«Enrique Borja, divulgador científico: “Si te
convencen de que la Tierra es plana, de qué no podrán convencerte”» (Guillermo
Albarrán, elDiario.es, 10-02-2025).
Por si acaso, aquí va una interpretación con
pretensiones aclaratorias: Quiero entender que el mensaje del enunciado de
dicho titular —no he entrado en el cuerpo del artículo— no se refiere a la
capacidad de los «convencedores» para persuadir a los «convencidos», sino a las
facilidades —se me ocurre que todas— que ofrecen estos últimos para ser
persuadidos; sí, me refiero a laignorancia, a la incapacidad, a la torpeza, a las pocas luces de quienes
tan fácilmente comulgan con ruedas de molino, pues se prestan a las mil
maravillas para ser convencidos de cualquier asunto —por disparatado que sea—
sin la más mínima oposición, sin dificultad alguna para quienes quieren
convencerlos.
Y así nos va, con la ultraderecha (antidemocracia,
negacionismo vario, nacionalismo, racismo, xenofobia, machismo, autoritarismo,
populismo, ultraliberalismo…) subiendo vertiginosamente en muchos e importantes
países del planeta, en algunos de los cuales —creo que demasiados— ya está en
el poder.
El
burgués gentilhombre (Le Bourgeois gentilhomme), un prototipo del género
conocido como «comedia-ballet» (de moda en la época de la Francia del XVII, el
siglo del absolutismo monárquico), es una pieza maestra, obra de un par de
artistas de primerísimo orden, cada uno en su especialidad: el texto lo escribió
el gran dramaturgo del clasicismo galo Jean-Baptiste Poquelin ‘Molière’, en
cinco actos y en prosa, y la música la compuso Jean Baptiste Lully —también
francés, aunque de origen italiano—, que gozó del favor del rey.
La
obra fue estrenada por la compañía del propio Molière el 14 de octubre de 1670,
nada más y nada menos que en la corte de Luis xiv,
el ‘Rey Sol’, en el castillo de Chambord, con una coreografía de Pierre
Beauchamp y decorados de Carlo Vigarani. El mismísimo Molière interpretó el
papel del protagonista, mientras que el personaje de la mujer del mismo fue
interpretado por un hombre travestido: André Hubert. También participó como
actor Lully, el autor de la música, interviniendo en una ceremonia turca que transcurre
en el cuarto acto, y lo hizo representando la figura del muftí, que, según el
diccionario de la Real Academia Española, es un «jurisconsulto musulmán con
autoridad pública, cuyas decisiones son consideradas como leyes».
El
fragmento musical —de El burgués gentilhombre— que he elegido para
acompañar estas letras se titula «Marcha para la ceremonia de los turcos», y la
interpretación seleccionada —hay muchas entre las que elegir— es la de la
orquesta Filarmónica de Oslo, dirigida por Klaus Mäkelä, una versión que me parece
muy adecuada para la ocasión, y ello por un par de razones.
Por
un lado, porque me permite mostrar el uso del bastón de mando que utiliza el
director, semejante al que usaba y con el que se lesionó Lully; así es fácil
hacerse una idea de cómo pudo ocurrir el percance que, según se cuenta, le
costó la vida al compositor, pues murió por un golpe autoinfligido, una muerte
considerada como de las más peculiares en la
historia de la música.
Lo que se cuenta (a mí me ha refrescado la memoria Claude,
una IA que acabo de consultar) es que, en enero de 1687, mientras dirigía un Te
Deum que había compuesto para celebrar la recuperación del rey Luis xiv de una enfermedad, Lully se golpeó accidentalmente el
pie con su bastón de director (una vara con la que percutía el suelo para
marcar el tempo). La herida se infectó, pero no quiso que le amputaran el dedo
afectado. La gangrena se extendió y murió el 22 de marzo de 1687 en París, a
los 54 años.
Y
por otro, porque en dicha versión, en repeticiones consecutivas, las distintas
capas sonoras que forman los diversos instrumentos que intervienen, van siendo
introducidas progresivamente, en entradas sucesivas y de forma acumulativa,
superponiéndose cada una a la anterior o anteriores, lo que puede ayudar, a
quien mira y escucha con intención, a entender mejor la textura musical.