SECCIONES

viernes, 21 de noviembre de 2025

Han hecho

Parece una broma de mal gusto. Hoy, 20 de noviembre, precisamente el día en que se cumplen 50 años de la muerte de Franco, el Tribunal Supremo hace pública la sentencia que considera culpable y condena por ello al fiscal general del Estado, un veredicto emitido con cinco votos a favor y dos en contra de los jueces del tribunal.

Esto, que en absoluto se trata de una broma, es lo que me encuentro como novedad en la tele cuando, tras echar la siesta, me siento ante ella, como acostumbro a diario antes de ponerme con mis labores vespertinas.

En cuanto veo cómo se está tratando la noticia en la ahora mal llamada pequeña pantalla (las hay enormes), lo pienso un poco y decido sentarme ante otra más pequeña aún, la del monitor del ordenador, para ver qué dice la prensa que suelo leer diariamente.

Colocado ya ante el ordenador, lo conecto, abro el navegador y cliqueo sobre el primero de los medios que quiero consultar, El País; en él leo:

«El Supremo condena al fiscal general a dos años de inhabilitación por revelación de secretos»

Pero me intereso más por lo que, en estas mismas páginas, dice un poco más abajo el juez Joaquim Bosch:

«por el bien de la confianza institucional hubiera sido deseable, en caso de condena al Fiscal General, que el fallo fuera indiscutible, previsible y muy convincente».

Después miro en Público:

«El Supremo condena al fiscal general del Estado a dos años de inhabilitación por revelación de secretos»

A continuación, en InfoLibre:

«El Supremo inhabilita al fiscal general y le obliga a indemnizar con 10.000 euros al novio de Ayuso»

Y, por último —por ahora ya tengo bastante—, en elDiario.es:

«El Supremo condena al fiscal general a dos años de inhabilitación por la filtración del correo de la pareja de Ayuso»

Un poco más abajo, en este último medio, aparece y llama mi atención el titular que me mueve a abrir el procesador de textos y ponerme a teclear sobre el asunto; se trata de un artículo de Esther Palomera encabezado por un enunciado que lo explica todo:

«Los que podían hacer, hicieron»

A buen entendedor…

Y, abonico, me digo:

«¡Vaya, pues sí que han hecho!»

 

viernes, 14 de noviembre de 2025

Todo está en los libros

Me acuerdo muy ligeramente de la canción Todo está en los libros, utilizada en un programa sobre literatura que, como hace ya tanto tiempo de ello, no sé con precisión cuándo se emitió ni tampoco cuál era su nombre (pensaba hasta hace poco que el nombre del programa era el mismo que el de la canción). En realidad, de buenas a primeras, apenas me vienen a la cabeza la melodía y la letra del pegadizo estribillo, pero… busco en internet y pronto reabastezco mi memoria.

La canción «Todo está en los libros» se la encargó a Munárriz, Fernando Sánchez Dragó para que sirviera de sintonía al programa de televisión «Biblioteca Nacional» que, en 1982, dirigió y presentó en Televisión Española. Mencionar que el tema original no lo cantó Vainica Doble, como mucha gente cree, sino Carmen Machado. Cuenta Jesús Munárriz que fue un encargo con prisa y que la escribió en veinticuatro horas –concretamente el 7 de octubre de 1982–; una vez escrita le puso música Aute y la interpretó Carmen Machado. Curiosamente, quince años después del programa «Biblioteca Nacional» (1982), es decir, en 1997, Fernando Sánchez Dragó volvió a hacer un nuevo programa de libros en Televisión Española titulado «Negro sobre blanco» y nuevamente incorporó la sintonía de Munárriz y Aute. La canción con que se abría el programa invitaba al recuerdo, a la evocación, a rememorar esos personajes y aquellos lugares por los que muchos hemos transitado y convivido desde los libros. (Blog Universo Abierto, consultado el 30-01-2022).

¿Y a santo de qué viene todo esto ahora? Pues… sencillamente…, el pensar que es cierto eso de que todo está en los libros me ha venido a la cabeza al releer, transcurridos muchos años desde que la leí por primera vez, la introducción de La historia interminable, la famosísima novela de Michael Ende.

Bastián miró el libro.

«Me gustaría saber», se dijo, «qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo».

Y de pronto sintió que el momento era casi solemne. Se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y

comenzó a leer

La historia interminable

Ende, Michael: La historia interminable. Madrid: Alfaguara, 1985, pág. 17.