Una de las muchas cosas que
siendo aún muy niño estaba deseando aprender para poder «lucirme»
delante de los demás, sobre todo ante los mayores, una de las que
quería hacer como ellos, era «beber
a gallete», que no
es lo mismo, como veremos enseguida, que «beber
a gollete», aunque
fonéticamente anden muy cercanas ambas palabras: gallete y gollete.
Yo, entonces, como cualquier
niño de poca edad, bebía a gollete, una «técnica» consistente en
hacerlo chupando, o sea, aplicando
la boca directamente al pitorro o lugar por donde sale el líquido
del recipiente
del que se bebe (pienso en un botijo —aquí llamado igualmente
botijón—,
pero puede ser cualquier otro); también se conoce esta técnica como
«beber a morro»; y eso, «morrear», como he dicho, es lo que
hacíamos los chiquillos al beber agua en botijo
(otra cosa, y
bastante habitual entonces, es que nos la dieran en vaso), y bebíamos
a morro porque no sabíamos hacerlo a gallete, que era lo chulo, lo
que estábamos deseando aprender, por lo menos yo.
Y beber a
gallete, por el contrario, consiste en hacerlo —de un botijo, de un
porrón, de una bota...— sin chupar, o sea, sin aplicar la boca
directamente al pitorro del recipiente del que lo haces; es beber a
chorro en vez de a morro, manteniendo ese envase o recipiente a
cierta distancia de la boca que bebe.
En el diccionario de la Real Academia Española, gallete, de origen incierto, es 1. m.
Úvula, garganta. Y beber a gallete
—en la misma obra— 1. locución verbal, Beber a chorro de un botijo, bota o porrón,
sin tocar el pico los labios. Sin embargo, gollete,
también en el diccionario de la RAE, del francés goulet 'paso estrecho',
significa 1. m. Parte superior de la garganta, por donde se une a la cabeza. 2.
m. Cuello estrecho que tienen algunas vasijas, como garrafas, botellas, etc.
[...] Y beber a gollete 1. loc.
verb. coloq. Esp. beber a morro.
Además, un servidor quería
imitar a quienes cuando bebían agua a gallete distanciaban el botijo
todo lo que les permitía la longitud de sus brazos, provocando un
ruido característico del chorro del agua que borboteaba
en la boca y, a menudo, rebosaba y salía derramada por las comisuras
de los labios, llegando, algo agradable sobre
todo en verano, a
chorrear sobre el pecho despejado, desnudo.
¡Ojo!, que no siempre era
fácil beber a gallete, incluso para un adulto, pues algunos botijos
tenían el pitorro demasiado «gordo», con un agujero tan
considerable que a las personas poco hábiles y/o no acostumbradas
dificultaba esa labor de beber a distancia, así como la de mantener
una larga duración en el trago. A esta dificultad del pitorro gordo
de caño ancho había que añadir —en ocasiones, aunque no era
infrecuente— el tamaño del botijo, pues recuerdo algún
establecimiento público de entonces donde lo difícil era poder con
él, dado su gran —¡enorme!— volumen, algo que convertía el
beber a gallete en un verdadero reto, y el logro de hacerlo
prolongadamente y a cierta distancia, en una hazaña solo al alcance
de los mejores, de los más fuertes y hábiles.
Por ello, hasta que aprendí la
técnica de beber a gallete, y para que practicara mientras tanto,
antes de controlar tan delicada maniobra, un servidor solía disponer
de un botijo adecuado a mi tamaño, incluso menor en proporción, un
botijo pequeño, diminuto (cuanto más pequeño más me gustaba),
escogido con cuidado de entre los que tenía mi padre para vender en
la tienda; y así no necesitaba beber a morro en el botijo grande que
por aquellos años había en
mi casa, como en
cualquier otra vivienda, y como en muchos establecimientos
comerciales, en la mayoría de los cuales permanecía a la vista y a
disposición del público.
Chupar el pitorro era “cosa de niños” y eso nos rebelaba ante los mayores que se reían. No, no era fácil porque cpn una bota podías dirigir el chorro, generalmente de vino, pero con un botijón que poseía, algunas veces, como dices, un chorro que llenaba la boca inmediatamente o te ahogabas o dejabas de beber y te duchabas con el caño… Y en verano iba bien pero con frío suponía unos buenos pescozones de tu madre por haberte mojado la ropa. Un método “muy didáctico” del que no nos ha quedado trauma alguno… aprendíamos tan bien que no lo repetíamos. Un excelente recuerdo, Pepe. Un abrazo.
ResponderEliminarRecuerdo, Antonio, que había locales públicos, como alguna tienda o bar, que agrandaba adrede —con una navaja, un cuchillo o similar— el agujero del pitorro del botijo, y ello para asegurarse la diversión cuando alguien no avisado intentara beber a gallete en él.
EliminarUn abrazo.
Jajajja yo también bebí, lógicamente al principio a "chupón" y posteriormente ya lo dominaba....jajajja y para mostrarle a mi padre (del cual como dice Antonio tampoco me libré de las risas)el dominio con el susodicho botijo recuerdo que lo agarraba con un brazo y dandole la vuelta y apoyandolo entre el brazo, antebrazo y codo y con el correspondiente chuleo jajajja me echaba un trago, eso sí, bien largo.
ResponderEliminarComo inagináreis el botijo era de los pequeños eh!
Un abrazo.
Gracias Paco, por el comentario. Sobre lo que dices del chuleo, había pique entre la gente —conocidos, amigos...— para ver quién mostraba mayor habilidad en el beber a gallete y a distancia sin derramar ni una gota de agua.
EliminarUn abrazo.