«¿Y cómo lo llevas?» suele
ser lo primero que escucho en boca de alguien que se entera de que
estoy jubilado. «Bien», suelo contestar aunque no del todo
afirmativamente, no con mucha euforia. Entonces, a menudo, viene una
segunda pregunta, planteada a veces con ironía: «¿Y no te
aburres?», a la que normalmente contesto que no, que todo lo
contrario, que cada día que pasa me faltan horas para hacer lo que
quiero, lo que me gusta.
Y a continuación (aunque no
siempre, pues depende del tipo de interlocutor) cuento lo que hago y
los quehaceres que tengo en la cabeza, enfrento
estos proyectos al tiempo que creo que me puede quedar... y acabo
diciendo
que me estresa el ver la cantidad de «trabajo»
que tengo por delante y el poco tiempo velozmente menguante del resto
de mi vida; y eso —aclaro— pensando en unas aceptables
condiciones de salud física y psíquica y en el promedio del índice
de esperanza de vida, ahora y aquí, para los de mi sexo, que, como
sabemos... nunca se sabe.
Debería considerarme un
privilegiado. Todos los días suelo hacer un poco de ejercicio
físico, sobretodo
andando, y mucho
mental, pues leo, escribo, escucho e interpreto música (a veces la
compongo); también cada día suelo ver en familia alguna película
elegida con cierta meticulosidad, y —muy importante— estoy con
los míos, con mi gente.
Algunos días converso con
amigos, mejor si es ante una buena comida, una cerveza, un café...
Quien me busca me encuentra todavía, bien sea para ir a un
concierto, al cine, al teatro, a una charla... o para salir a tomar
algo, para hablar, para algún consejo, para dar alguna clase... para
lo que se tercie.
¡Ah!, y tengo un par de nietas
de las que aún puedo disfrutar, y lo hago; para ellas y con ellas
leo cuentos, toco la flauta, canto, recito poesías, hago canciones,
invento juegos..., siempre lúdicamente, procuro.
¿Se puede pedir más?
Homo ludens y felíz!
ResponderEliminarLudens, bastante, y feliz, algo menos, Mariano.
EliminarGracias.
Non potes facere melius, ¡Ahí queda eso, Pepe, que el Maestro me pilla en latín también...!
ResponderEliminarTu sabiduría y la del Maestro —como dices— me recuerdan aquellos latinajos de mis/nuestros tiempos jóvenes: «Manduco me flumens de te», y «Mater tua mala burra est», creo que decíamos entonces.
EliminarGracias, Antonio.