SECCIONES

viernes, 24 de septiembre de 2021

Derechos del lector

Debemos a Daniel Pennac el siguiente decálogo de los derechos del lector:

1.    El derecho a no leer.

2.    El derecho a saltarnos las páginas.

3.    El derecho a no terminar un libro.

4.    El derecho a releer.

5.    El derecho a leer cualquier cosa.

6.    El derecho al bovarismo*.

7.    El derecho a leer en cualquier sitio.

8.    El derecho a hojear.

9.    El derecho a leer en voz alta.

10.El derecho a callarnos.

Pennac, Daniel: Como una novela. Barcelona: Anagrama, 1993, pág. 141).

* El término «bovarismo» procede de Madame Bovary, el personaje protagonista de la famosa novela homónima de Gustave Flaubert en la que aparece como una lectora compulsiva y apasionada de novelas románticas.

 

viernes, 17 de septiembre de 2021

Tener posibles

A falta de unos pocos minutos para que sean las nueve me cruzo en la calle con Mariano Romero, que vuelve de la terraza del bar en el que suele tomar café todas las mañanas antes de salir a andar.

—¡Cuánto tiempo sin vernos! —le digo nada más verlo acercarse.

—Porque he estado unos días en Torrevieja —me contesta.

—Es que los que sois ricos… —ataco, dejando la frase sin terminar.

—Los que tenemos posibles —me corrige de inmediato, bromista, levantándome muy significativamente, y al mismo tiempo, las cejas y el dedo índice de la mano derecha.

*

Conozco bien y me gusta mucho la expresión «tener posibles». En el diccionario de la Real Academia Española, en referencia al término «posibles», encontramos: «Bienes, rentas o medios que alguien posee o goza»; como ejemplo aparece: Mis posibles no alcanzan a eso; y dice que se usa también en singular, aunque yo desconozco este uso.

Hay que cambiar de vida. Hay que dormir bajo techo, que esto de estar siempre para luego morirse, aguantando las cuchilladas del viento y el frío, es una vaina. Hay que procurarse posibles. (Aldecoa, Ignacio: «Los bienaventurados», en Cuentos completos. Madrid: Alfaguara 2008, págs. 134-135).

 

viernes, 10 de septiembre de 2021

Buena memoria

Algunos amigos, cuando leen los artículos que publico en Abonico sobre aquellos ya tan lejanos años de mi infancia y de mi juventud, me dicen que tengo muy buena memoria. Yo, sin embargo, creo que no, que mi memoria es de lo más normal, y que, cuando uno se pone a escribir, en realidad no se trata de eso, de tener buena memoria (que también, pues facilita mucho la tarea), sino de elaborar el relato con los restos del naufragio de la misma que, con los años, quedan en tu cabeza.

Muchas veces, las imágenes de los recuerdos que trato en mis escritos llegan a mí facilitadas por la lectura de algún libro, o por la visión de alguna película, o por lo que veo o escucho decir a alguien…

El día de la primera comunión, a David le regalaron un proyector NIC. Con la manivela ante una doble lámpara, hacía pasar un rollo de papel translúcido cuyo movimiento proyectaba los dibujos de Walt Disney sobre una sábana extendida entre el aparador y la Santa Cena de la pared del comedor. (Vicent, Manuel: Ava en la noche. Madrid: Alfaguara, 2020, pág. 23).

Cuando leí este fragmento del texto de Vicent, me vino inmediatamente a la cabeza que yo, de niño, por aquellos mismos años que refleja la novela, también tuve un proyector igual que el de su personaje protagonista, una «máquina de cine» decíamos entonces: una NIC; y los detalles de la misma acudieron con fluidez a mi cabeza: el color, de una tonalidad pálida entre azul y verde; las películas, unos rollos de papel vegetal con ilustraciones que, al girar la manivela, pasaban por delante del receptáculo que contenía la bombilla; el tamaño tan pequeño de la manivela; la sábana donde se veían reflejadas las imágenes; la oscuridad necesaria para la proyección…; hasta me vino a la memoria el que en una ocasión hicimos una sesión de cine en casa de unos vecinos y llegamos a cobrar entrada a los niños del barrio que quisieron disfrutar de nuestra máquina.

Como guinda, he encontrado en internet imágenes de aquel modelo de máquina NIC, las he observado detenidamente y he podido comprobar la casi total fidelidad de mis recuerdos en cada uno de los detalles que aún permanecen en mi memoria.

Otras veces, sin embargo, los recuerdos no llegan tan nítidos como me ha ocurrido con la máquina de cine NIC, por lo que hay que ponerse mano a la obra y desarrollar la idea como mejor se puede, tapando huecos, limando asperezas, planchando arrugas, reconciliando incoherencias, disimulando impurezas… según intereses y conveniencias de los que uno no es en todo momento consciente del todo.