SECCIONES

sábado, 31 de diciembre de 2022

Al niño Dios

Aunque tarde, pues nos hemos retrasado una semana, por fin hemos podido sacarlo adelante. De nuevo hemos unido esfuerzos casi todos los miembros de las tres generaciones de la familia Abellán López (abuelo, hijos y nietas) para realizar la grabación del villancico de estas navidades de 2022.

En esta ocasión —y ya van tres consecutivas— se trata de Al niño Dios, como lo titulan los cancioneros de los que he sacado la partitura; sin embargo, en internet, en YouTube concretamente, aparece sobre todo como En brazos de una doncella, título con el que ya hice una entrada en Abonico. Se trata de un villancico popular boliviano para cuya realización, como en las dos ocasiones anteriores, hemos contado con colaboradores muy especiales para nosotros, a quienes hemos invitado con todo el gusto del mundo.

Ya lo dije el año pasado: quienes son ajenos a estas cuestiones no se imaginan la cantidad de horas de trabajo que hay tras la interpretación, grabación y edición de estos vídeos, más aún cuando algunos de los intérpretes, como es nuestro caso, son niños.

Así que, aprovechando la ocasión para felicitarles la entrada del nuevo año, aquí les pongo el resultado de nuestro trabajo. Espero que les guste.


 

viernes, 23 de diciembre de 2022

Apología del consumismo

«Deberían prohibir las navidades por apología del consumismo», dice El Roto en una viñeta (El País, 17-12-2022) en la que se ve a una señora muy cargada de paquetes y bolsas con compras. 

 

viernes, 16 de diciembre de 2022

En papel y en digital

Me lo han preguntado en más de una ocasión: «¿Tú cómo prefieres los libros, en formato digital o en papel?» Y yo, y últimamente más aún, suelo contestar que prefiero los dos, y que cuanto más me interesa un libro, mejor me parece disponer del mismo y disfrutarlo en ambos formatos.

El de papel: para leer, para señalar con marcadores, normalmente con un pósit, cada uno de los fragmentos que creo conveniente destacar; también para, si me parece, subrayar, con lápices, de distintos colores o no, aquello que más me interese; y para señalizar en los márgenes de las páginas; y para tomar notas…; en fin, para manipular y marranear todo lo que me apetezca. Y es por esto, entre otras razones, por lo que prefiero comprar el libro a pedirlo prestado —por ejemplo, en una biblioteca—, y por lo cual me viene bien que este disponga de buen papel, así como de generosos márgenes y de unas cuantas páginas de cortesía.

Y el formato digital… lo prefiero como complemento del de papel, sobre todo para buscar y poder localizar con rapidez una referencia, una cita, una alusión… (precisamente esos fragmentos tan interesantes que ya he señalado antes en el volumen en papel), y, con poco trabajo, sin tener que escribir apenas, poder copiarla al momento, pegarla inmediatamente después en el procesador de textos que uso, y archivarla, para, si me apetece posteriormente, comentarla y elaborar, con o sin ella, incluyéndola o no, algún artículo para mis escritos y publicaciones.

Así que cuando acabo de leer un libro y me ha gustado mucho, tras su lectura o simultáneamente a la misma, lo busco en formato digital y… manos a la obra.

*

Una vez dicho todo lo anterior, añadiré ahora que, de los muchos libros que he comprado en los últimos años, solo en dos ocasiones se me ha ofrecido (por la editorial que los publica: en ambos casos la misma) la posibilidad del envío gratuito de la obra en formato digital tras haber realizado un servidor su compra en papel. Para que me la enviaran, solo he tenido que poner mi nombre y apellidos en la primera página del libro en papel donde aparece el título (supongo que para asegurarse la editorial de que no va a ser devuelto el ejemplar) y enviar una foto de dicha página firmada a una dirección de correo electrónico que, rápidamente, a vuelta de correo, me ha enviado la obra en formato digital, lo que me parece una idea excelente, una prestación que deberían imitar las demás editoriales: tú pagas tu libro y ellos te lo facilitan en los dos formatos.

 

viernes, 9 de diciembre de 2022

¡Qué pequeños!

Lo hemos reflexionado (rumiao es la palabra que me ha venido a la cabeza al pronto) tú y yo juntos —nunca mejor dicho— más de una vez y más de dos; y en cada ocasión en que has sacado a colación este tema —siempre lo has hecho tú—, me has asegurado que te avergüenza confesarlo, que te hace sentir mal, que te coloca en un papel que no te gusta nada: el de un personaje inmodesto, altivo… creído; pero que es verdad, que lo dices tal y como te viene a la cabeza, como lo sientes y lo repiensas: «¡qué pequeña se me ha ido quedando mucha gente según la he ido conociendo!», me dices; y ello —añades— conforme has ido comprobando poco a poco la mengua de su calidad según has ido rascando en su fina capa de envolvente disimulo: ¿¡tanta gente!? ¿¡tan encogida?! Y me confiesas a continuación —admitiendo implícitamente que no quieres ser hipócrita— que piensas que tú también te has quedado pequeño, que, sometido a una introspectiva mirada ponderada —observación, análisis, reflexión…—, has encogido ante tus propios ojos, y que… en definitiva…, por coherencia…, deberías revisar esto que piensas y apenas te atreves a decir.

 

viernes, 2 de diciembre de 2022

Perras, pan y guisao

Acababa la década de los sesenta de la centuria pasada.

—Papá, dame perras —le dice el niño a su padre en la tarde de un domingo cualquiera.

—¿¡Perras!?... —contesta el progenitor, molesto y con mala folla—: pan y guisao to el que quieras; las perras son pa tu paere, que es el que las gana.

Pretendiendo ser gracioso, esto lo contaba después, delante de mí, el padre, un individuo que ganaba las perras que ganaba —pocas— no siempre de manera ejemplar.

 

viernes, 25 de noviembre de 2022

Scripta manent

Las palabras se las lleva el viento, dice un refrán español. Verba volant, scripta manent, reza, mejor, un adagio latino, que especifica que lo verbal vuela y se va, pero lo escrito no, lo escrito queda, permanece y resiste el paso del tiempo.

He aquí —piensas— una de las razones por las que escribes, para que quede lo que quieres decir, para que permanezca indeleble y no desaparezca llevado por el viento, para que no se olvide definitivamente, por lo menos por quienes, en un futuro en el que tú ya no estés, puedan estar interesados en ello, por los tuyos sobre todo.

Dos son las funciones de la escritura, según aprendiste estudiando la notación musical; una es la de preservar, y la otra, la de difundir. Preservar para que, con el paso del tiempo, no se pierdan las palabras, las ideas, los sentimientos…; y difundir para que esas palabras, esas ideas, esos sentimientos... puedan airearse, extenderse, divulgarse, ofrecerse al alcance de otros.

 

viernes, 18 de noviembre de 2022

Mejoría y peoría

Visto lo visto, llegado ya a un punto de no retorno (bien mirado, en la vida, todos los puntos son de no retorno), ante la imposibilidad de un convincente restablecimiento físico y psíquico, dices que ya no pretendes una firme mejoría, que te conformarías con no aumentar mucho tu peoría. Tampoco te aferras a la idea —¡qué más quisieras!— de quedarte como estás, algo también físicamente imposible; así que sueles decir que simplemente te conformarías con frenar en lo posible la caída, con disminuir su velocidad, con desacelerar el deterioro… En definitiva, te darías con un canto si pudieras rebajar el tamaño de los escalones de ese inevitable descenso a lo tan temido, que no debería serlo tanto.

Llegado el caso, cuando te pregunten ¿qué tal te encuentras?, te gustaría poder contestar, sin faltar mucho a la verdad, con un verso de Karmelo C. Iribarren tomado de su Poesía completa (Visor, pág. 66): Me encuentro «Moderadamente en paz».

 

viernes, 11 de noviembre de 2022

Enritá

Lo escucho de pasada y, para mantener su frescura, al momento lo grabo en el móvil con mi voz: «Es que me va a quemar la sangre: me tiene enritá perdía»; eso oigo que le dice una mujer ya mayor a otra de no menos edad en la puerta de un establecimiento comercial del que, según deduzco por unas bolsas que portan, acaban de salir ambas. E inmediatamente, no sé por qué, pienso que es su marido o algún hijo o hija quien tiene así a la pobre mujer quejumbrosa.