Cuando la veo de vez en cuando por la calle, cargada de niños,
aparentemente orgullosa, platicando de sus cosas con otras jóvenes
madres, no puedo evitar el recordar que siendo niña, estando todavía
en el colegio, ya la sometían a tratamiento para evitar que se
quedara embarazada: “se veía venir”, comentan ahora los maestros
que la tuvieron en clase por entonces.
Ya en aquella época, como queriendo compensar sus carencias
escolares, se enorgullecía de que sabía muy bien fregar, limpiar,
poner una lavadora…; decía, utilizando frases de uso común, que
era muy curiosa, muy limpia —que dejaba los grifos del cuarto de
baño como los chorros del oro; que, tras su limpieza, se podían
comer sopas en la taza del váter...— y se veía muy dispuesta,
dicharachera, simpática, como muy desenvuelta en estos asuntos; pero
el trabajo escolar era un problema imposible para ella; algo en su
cabeza le impedía acceder a las labores más o menos intelectuales
del colegio.
Cuando muestro, por supuesto que anónimamente, un dictado que hizo
estando ya finalizando su etapa de Primaria, los profesionales de la
enseñanza a los que se lo enseño no pueden creer lo que tienen
delante. Si, junto a lo que ella escribió, no pongo lo que le dictaron, nadie puede “descifrar su versión”.
¿Que no?
Prueben y verán.
Lo que escribió ella:
Lo primero que piensas ante este texto es que puede tratarse de un
idioma desconocido: “En magele dema pero a vime
quiorato be cosa biega…”, pero no es así; está escrito en
nuestra lengua. Además, como pueden comprobar, la letra —caligrafía—
es totalmente legible, incluso, buena, pero… ¿qué dice?
Lo que le fue dictado:
Comparen.
¿Conclusión?
No hay comentarios:
Publicar un comentario