Prehistoria: velas, fotogramas, perros...
Hace ya mucho tiempo leí (no recuerdo el nombre del autor de la
ingeniosa imagen pedagógica, Luis Pericot, Martín
Almagro, Juan Maluquer..., no sé) que lo que sabíamos de la Prehistoria era tan poco que el enorme período se podía
comparar a un extensísimo desierto que conocíamos solo por la luz
que nos daban unas pocas velas situadas en él y separadas entre sí
por muchos kilómetros de distancia; lógicamente, poco se podía
ver, poco podíamos conocer de tal período con tan poca
“iluminación”.
Recientemente, sin embargo, la imagen que se plantea es bien
diferente: el último símil pedagógico que me he encontrado compara
nuestro conocimiento de la Prehistoria con una película a la que
le faltan algunos fotogramas.
¡Menudo cambio! Desde luego que hay diferencia entre lo que se sabía
sobre la Prehistoria cuando yo la estudié —primeros años 70 del
siglo pasado— y lo que se sabe ahora, cuarenta años después.
Siempre me ha interesado el estudio del proceso de hominización
(¿humanización?: Aun no somos humanos titulan Eudald
Carbonell y Robert Sala una obra suya), la revolución neolítica,
los orígenes de la civilización, de las primeras culturas urbanas
—Egipto, Mesopotamia—, su introducción en Europa...
Especialmente me han llamado la atención los neandertales y las
preguntas, las múltiples teorías, que se han planteado sobre su
desaparición, así como la idea de que nos “cruzáramos” con
ellos y tuviéramos descendencia común, algo que ahora sí se sabe
que ocurrió, pero que hace no tantos años se descartaba. He
recomendado muchas veces a mis alumnos y a mis amigos la película En
busca del fuego (que utilicé en una entrada de Abonico)
para que se hicieran una idea de lo que pudo ser aquello.
Pero lo que leí no hace tanto me pareció de lo más original. Fue
en Esos lobos que nos salvaron, un artículo de Rosa
Montero publicado en El País Semanal (29/03/2015); en él
se introduce la idea, tomada, dice ella, de un artículo de The
Guardian sobre un libro que ha publicado un
profesor norteamericano, Pat Shipman:
The Invaders: How Humans and Their
Dogs Drove Neanderthals to Extinction (Los
invasores: cómo los humanos y sus perros llevaron a los neandertales
a la extinción), en el que propone una novedosa teoría: el
hambre, provocada por las condiciones de la glaciación (había
menos comida), acabó con los neandertales, mientras que los
cromañones, aguantaron el tirón gracias a que se aliaron con los
lobos —comienzo de nuestra relación con los perros—: una alianza
para la caza, una unión que formó un equipo fructífero y letal;
tanto... que cazamos —y a algunos
exterminamos— mamuts, leones, búfalos..., y... matamos de hambre a
los neandertales.
¿¡Original, no!?
Ahora parece que voy entendiendo mejor el que los humanos mimemos
tanto a los perros y vayamos pacientemente detrás de ellos
recogiendo sus mierdas en bolsitas: es simple y llanamente
compensación. Hoy por ti, mañana...
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