Out of Africa (1985) es el nombre original de una
película estadounidense, de Sydney Pollack, que en España se
tituló Memorias de África, y en otros países de
habla hispana, África mía. Ganadora de 7 Oscars en
1985, la obra está basada, libremente, en una novela de la escritora
danesa Isak Dinesen —sedónimo literario de Karen Blixen, más
exactamente Karen Christentze Dinesen—, con
guion de Kurt Luedtke y una impresionante fotografía de David Watkin. Los actores principales son Meryl
Streep y Robert
Redford, que protagonizan uno de los
romances más famosos de la historia del cine.
El argumento es simple. A comienzos del siglo XX (1914, comienzo de
la Primera Guerra Mundial), una europea decidida y fuerte,
Karen Blixen (Meryl Streep), llega a Kenia,
donde dirigirá una plantación de café junto a su mujeriego marido,
un primo lejano, que le contagia la sífilis, del que no está
enamorada y del que termina separándose. La película, sencilla,
poética (hay quien la considera —Carlos Aguilar— llana y
plúmbea), se centra en la relación
de la protagonista —su
enamoramiento— con el lugar y sus habitantes, así como en el
romance apasionado que mantiene con el cazador Denys
Finch-Hatton (Robert Redford).
Isak
Dinesen en África
Casi toda la música del film es del compositor
británico John Barry (1933-2011),
creador del famoso “sonido Barry”,
ganador de cinco Oscars, y considerado entre los diez grandes de la
composición musical para cine. Es archiconocido sobre todo por su
música en una docena de películas de James
Bond, así como de la de El
león en invierno y Bailando
con lobos, entre otras muchas.
Pero lo que los amantes de la música recordamos de Memorias
de África es, sobre todo, el
famosísimo, y más todavía desde entonces, Adagio
—un extracto en el film— del Concierto
para clarinete,
en La mayor,
K 622, de
W. A. Mozart (su último concierto
para instrumento solista, escrito originalmente para clarinete di bassetto). Mozart compuso la obra —para
Anton Stadler,
clarinetista, amigo y “hermano” masón— a los treinta y cinco
años, en octubre de 1791, en Viena, dos meses antes de morir en lo
más alto de su madurez creativa.
Detalle
de un retrato inacabado
de
Mozart, el mejor según su mujer.
La versión que escuchamos en Memorias
de áfrica —en mis lejas, en
vinilo—, es la de Jack Brymer,
todo un mito, a quien se sitúa a la cabeza de la escuela británica
de clarinete.
Brymer fue profesor en la Royal Academy
of Music y en la Royal
Military School of
Music, y solista, entre otras, de la
Royal Philharmonic Orchestra,
de la BBC Symphony Orchestra
y de la London Symphony Orchestra.
En esta ocasión está acompañado por la Academy of Saint
Martin in the Fields bajo la dirección de
Neville Marriner.
Déjense hipnotizar por el encanto del adagio, el movimiento
cumbre de un concierto considerado una verdadera obra maestra del
último estilo mozartiano, la obra que, para muchos especialistas,
hasta hoy, mejor ha hecho justicia al clarinete. La melodía de este
movimiento, tierna, íntima y aparentemente sencilla, es de una
belleza sublime, símbolo de levedad y serenidad en una obra en la
que destaca su extraordinaria delicadeza expresiva y tímbrica.
Pero no paren aquí; busquen el movimiento
completo y escúchenlo, y, después, los otros dos; escuchen el
concierto entero: dense un homenaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario