SECCIONES

viernes, 15 de diciembre de 2023

Autoinspectivo

En el féisbuc de Ángel Sánchez Harguindey leí, hace ya un tiempo, una reflexión de Antonio Machado que me atrae y de la que resalto el término «autoinspectivo», que me ha gustado mucho y del que me apropio enseguida.

Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Soy más autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant «conflictos de las ideas trascendentales» y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena. En el fondo soy creyente en una realidad espiritual opuesta al mundo sensible. (Machado, Antonio: Biografía, Baeza 1913).

También yo —como Machado, aunque a millones de leguas de distancia— me veo más resignado que rebelde, y me tengo por bastante más autoinspectivo —introspectivo hasta ahora para mí— que observador —que también—, y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo (por eso trato de sopesar bien lo que pienso y medir bien lo que digo: de ahí lo de tratar de expresarme abonico), y en mi pensamiento ocupan un lugar importante esos conflictos kantianos de las ideas trascendentales.


viernes, 8 de diciembre de 2023

Desorden

Hay que ver cuánto te gusta contemplar —en fotos y vídeos de reportajes— esos estudios que, normalmente pertenecientes a admirados intelectuales, aparecen llenos de libros colocados sin orden aparente por todas partes: los más, en numerosos y muy abarrotados estantes, aunque también, muchos, amontonados por el suelo y ocupando sillas, mesas, mesillas…, e invadiendo armarios, cajas, cajones...

Y, sin embargo, no te agrada, dirías que te disgusta, el no tener el tuyo propio, tu estudio, más despejado y ordenado, y tus libros, tus partituras y tus discos suficientemente bien colocados, bien clasificados… bien organizados.


viernes, 1 de diciembre de 2023

Pero lo mejor de ella es…

En el siglo XIX, sobre todo con la llegada del romanticismo musical, el piano, instrumento relativamente reciente entonces —un invento del siglo anterior—, había penetrado en muchos de los hogares de las clases medias, y ello debido al abaratamiento de sus costes, a sus aceptables resultados en poco tiempo de práctica (desde el principio, el instrumento suena bien: afinado, no como, por ejemplo, un violín), debido también a los avances económicos de la época y, como no, a la moda social en auge. Así que pocos eran los hijos —sobre todo, las hijas— de aquellas gentes pertenecientes a la pequeña burguesía, cuyos hogares podían permitirse la compra de un piano, que no «manejaran», mejor o peor, el instrumento de moda.

Información sobre la presencia y el frecuente uso —no siempre admirable— del piano en las casas de entonces, la podemos encontrar fácilmente rastreando en la literatura y en la prensa de la época, en las que se pueden apreciar alusiones de todo tipo, algunas de ellas escritas irónicamente, con pretensiones humorísticas: noticias, anécdotas, chistes, chascarrillos… Las citas que pongo a continuación las he obtenido de: Blanning, Tim: El triunfo de la música. Los compositores, los intérpretes y el público desde 1700 hasta la actualidad. Barcelona, Acantilado, 2011, págs. 290-292.

[…] en 1911se calculaba que en el país [el Reino Unido] había entre dos y cuatro millones de pianos, es decir, uno por cada diez o veinte habitantes.

[…] en el primer año del siglo XIX, el novelista Henri Beyle, más conocido como Stendal, escribió a su hermana Pauline en Grenoble exhortándola a que no desdeñara el piano, pues «en este país es absolutamente esencial que una joven dama sepa música, de lo contrario, pasa completamente inadvertida».

[…] En la primera página de [la novela] Norte y Sur (1855), de Elizabeth Gaskel, Margaret, la sencilla protagonista, oye de labios de Edith, su acomodada prima, que el problema de mantener el piano afinado en la isla de Corfú […] era «uno de los más formidables que podían presentársele en su vida de casada». Cuando Margaret revela más adelante que su familia ha tenido que vender su propio instrumento, Edith responde: «No sé cómo podéis vivir sin uno. A mí casi me parece una necesidad vital».

[…] En 1860, Oscar Commettant, compositor y periodista musical francés, publicó en su periódico, L’Art musical, un artículo titulado «Sobre la influencia del piano en la vida familiar», en el que se burlaba de la ubicuidad de los pianos. Entre otras cosas, narraba la anécdota de un parisino que buscaba apartamento: no le importaba la zona, el piso o la orientación; su único requisito era que desde él no se oyera piano alguno. La respuesta que obtuvo era que ya no existía un santuario como ese.

Commettant también dejaba constancia de esta conversación entre dos hombres de mundo:

—¡Oh, querido amigo! ¡Qué deliciosa es la señorita Clarisse Filandor!

—La conozco: dieciocho años, rubia y preciosa.

—Sí, con ojos azules y pestañas oscuras.

—Y con una dote de 200000 francos.

—Exacto, y, mejor aún, única heredera de un tío rico con una enfermedad terminal.

—Pero lo mejor de ella es que no toca el piano.

—Iba a decir lo mismo. No es una mujer como todas las demás, ¡sino un ángel enviado por el cielo!


viernes, 24 de noviembre de 2023

Libertad de rebuznar

Ahora que está en candelero, que tanto se habla de «libertad» —de manifestación, de expresión…—, me vienen a la cabeza unas palabras que escribió Patricio Peñalver en eldiario.es de la Región de Murcia (18-04-2021):

«No hay que confundir libertad de expresión con libertad de rebuznar»


sábado, 18 de noviembre de 2023

Modesto Diminuto

Acabada la película Un lugar en el mundo, de Adolfo Aristaráin, leo entre los créditos lo siguiente: «Maquinista Modesto Diminuto», y pienso en la buena conjunción de nombre y apellido, y la supongo debida a que un señor que se apellida «Diminuto» tiene un hijo y le gasta la broma —le hace la faena, se podría pensar— de ponerle por nombre «Modesto». Después se me ocurre que podría haber sido peor para el hijo, por ejemplo, si hubiera acabado llamándose Máximo Diminuto: puro contraste.

¿Humor? ¿Malicia? ¿Pedagogía?...

¿Y la película?: recomendable; bien interpretada por Federico Luppi, José Sacristán y Cecilia Roth entre otros. Buen cine. Del que a mí me gusta. Cuenta la vida de un matrimonio argentino de activistas sociales —Luppi y Roth— que, alejados de la capital, viven con su hijo en una comunidad campesina a la que llega un geólogo español —Sacristán— contratado por el cacique local para, en apariencia, buscar petróleo, pero cuya finalidad real representa una seria amenaza para los campesinos de la zona.


viernes, 10 de noviembre de 2023

Más sano que'l copón

Callejeando por el pueblo como casi todas las mañanas, me encuentro con un grupo de hombres (son cinco o seis, no más, y a todos los conozco) que, con cierta frecuencia (en mi caminar, me los encuentro de vez en cuando, sobre todo cuando hace buen tiempo), forma su pequeña tertulia, en la calle (algunos de ellos sentados en sillas, otros de pie), en la puerta de la casa de uno de ellos.

«Buenos días», saludo; «buenos días», van respondiendo; y, mientras me alejo, escucho —supongo que creen que ya no los puedo oír— cómo uno de ellos hace un comentario sobre mí: que si siempre estoy andando, que si me recorro diariamente todo el pueblo…; y otro del corro, a quien identifico auditivamente por el timbre de su voz, dice, contestando al primero y refiriéndose también a mí: «sí, se va a morir más sano que’l copón».


viernes, 3 de noviembre de 2023

Thomas Quasthoff

De nuevo, la misma asociación de ideas. Me ocurre de vez en cuando con la Talidomida; concretamente… cada vez que leo, escucho, veo… cualquier información referida a víctimas de este fármaco, me viene de inmediato a la mente la imagen de Thomas Quasthoff.

La talidomida, comercializada entre 1958 y 1963 como sedante y calmante de náuseas en los tres primeros meses de embarazo, provocó miles de nacimientos de bebés con focomelia, caracterizada por la carencia o excesiva cortedad de las extremidades.

Es automático: el leer, o escuchar, la palabra «talidomida» y venirme a la cabeza la imagen —siempre la misma— de Thomas Quasthoff, un magnífico cantante alemán (enorme barítono —bajo-barítono, leo en algunos medios—, y no por su tamaño físico, que no llega a metro y medio) a quien la focomelia ocasionada por tan aciago medicamento no logró impedir que se convirtiese en uno de los grandes del canto a pesar de las dificultades que tuvo que vencer para ello.

Quasthoff comenzó a estudiar música a los diez años, y tres más tarde se presentó a la prueba de admisión en el conservatorio de Hannover, pero fue rechazado por su minusvalía física; la razón que le dieron fue que debido a ella no podía cursar piano complementario; así que abandonó la idea del conservatorio y estudió canto y teoría e historia de la música con profesores particulares.

También estudió derecho, fue locutor de radio, completó ingresos cantando jazz en locales nocturnos y pronto ganó sus primeros premios, por lo que aumentaron los contratos para recitales y conciertos. Después dejó la radio y comenzó a trabajar como profesor en la cátedra de estudios vocales de la Escuela de Música de la Universidad de Detmold, además de continuar con sus intervenciones en el escenario, en el que trabajó con grandes orquestas y directores, sobre todo en conciertos y recitales.

Está claro para cualquiera que haya escuchado a Thomas Quasthoff que posee una voz sorprendentemente maravillosa y que ha tenido un entrenamiento previo excelente" (Fischer-Dieskau, Dietrich, filomusica.com, consultada el 07-11-2020).

Para que se pueda apreciar bien —ver y escuchar— cómo canta este extraordinario artista, he preparado un vídeo en el que interpreta un aria de Papageno, conocido personaje de La flauta mágica, una de las óperas más famosas, si no la que más, de Wolfgang Amadeus Mozart.