Hace unos días, concretamente el lunes pasado, tenía que haber asistido a un Concierto de órgano y canto en la iglesia del pueblo, pero el miedo a la infección en esta ya tan desmadrada sexta ola de la covid hizo que me lo pensara mejor y que no fuera. Al día siguiente me enteré de que la iglesia había estado abarrotá de gente, y también de que la Región de Murcia alcanzaba su récord de contagios por covid en todo lo que iba de pandemia; y… establecí algunas relaciones, y… saqué algunas conclusiones.
A cambio, el mismo día y más o menos a la misma hora en que transcurría el concierto de la iglesia en el pueblo, disfruté mucho escuchando y viendo (en pantalla grande, con muy buena resolución, excelente sonido y muy bien grabado), otro concierto que me emocionó en varias ocasiones, en el que contemplé sorprendido dos de las intervenciones de la final del año 2018 del Concurso Internacional Yehudi Menuhin para jóvenes violinistas.
Todo comenzó cuando, huroneando y buscando música en YouTube, como suelo hacer a menudo, me encontré casualmente con Chloe Chua, una chiquilla que toca el violín increíblemente bien; sorprendido, y espoleado por la curiosidad, busqué información sobre la joven violinista y pronto me enteré de que había obtenido el primer premio en la prestigiosa competición antedicha, compartido en esta ocasión —algo que no había ocurrido nunca antes en el concurso— con otro fenómeno del violín, Christian Li, un chiquillo que de inmediato también localicé en internet, escuché y… vi (muy importante: no es suficiente con escucharlos, hay que verlos).
He utilizado los términos «chiquilla» y «chiquillo» porque en 2018 los ganadores de la competición eran dos chavales (en todo caso, como mucho, andarían en los inicios de la adolescencia, pues ambos nacieron en 2007): los participantes más jóvenes de todos los que, después, en otro vídeo, este sobre la adjudicación de los premios, vi en el escenario. Y cada uno de ellos interpretó, además de una obra para violín solo, sin acompañamiento, uno de los conciertos de Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi: Chloe Chua, el Invierno, y Christian Li, el Verano.
Después los he escuchado algunas veces más, y me sorprende y emociona cómo tocan porque normalmente las interpretaciones de gente tan joven, aun siendo técnicamente muy buenas, que lo son a menudo, suelen resultar, lógicamente, inmaduras, y se les nota, y mucho a veces. Sin embargo, las de Chloe Chua y Christian Li, no lo son. Concretamente, me sorprende, además de su control técnico del instrumento, su expresividad, corporal y musical, su saber estar en el escenario, su conexión con la orquesta —mirada, movimientos, gestos…— desde que comienza su actuación mientras afinan el instrumento mirando complacidos la complicidad de la concertino, hasta el gesto final al acabar su actuación. En fin, me sorprende su increíble madurez.
Tras la emotiva experiencia, decidí escribir una entrada para Abonico, y en ella, aunque aconsejo que se entre en YouTube y se disfrute de la intervención completa de cada joven violinista, o, en su defecto, del concierto de Vivaldi que cada uno interpretó completo, elijo, para complementar el texto y no resultar pesado, un solo movimiento de cada concierto: el primero, Allegro non molto, del Invierno, en el caso de Chloe Chua, y el tercero, Presto, del Verano, en el caso de Christian Li.
Muestra de la intervención de Chloe Chua:
Muestra de la intervención de Christian Li:
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