(A
quien siempre va conmigo)
Vuelves
la mirada atrás, al ayer más o menos lejano, diriges tu atención a
determinados momentos que quedan cada vez más rezagados en el tiempo
y, de pronto, tienes la sensación de que has pasado de puntillas por
la vida, y de que, además, lo has hecho rápido, muy rápido; para
más inri, encima, sientes que has realizado el recorrido de forma
poco consciente: con los ojos poco abiertos, con los oídos poco
atentos, con el cerebro poco alerta… a todo lo ocurrido, a lo
vivido.
Si
hubieras
sabido que todo lo que en cada momento pasaba ante ti, que todo lo
que desfilaba ante tus ojos y al alcance de tus oídos… que todo lo
que llegaba a tu cerebro desaparecería pronto y se convertiría, sin
apenas darte cuenta, en tiempo pasado cada vez más remoto y
difuminado, si de verdad hubieras sido consciente de todo ello…
¿habrías hecho un esfuerzo mayor, incluso extraordinario, para
aprehender más y mejor aquellos aconteceres entonces presentes y
ahora idos: aquellos días, horas, minutos, segundos…?
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