¿Se puede decir más bonito, más tierno, más poético?: «De vez en
cuando la alegría / tira piedritas contra mi ventana», escribe Mario Benedetti en los dos primeros
versos de un poema del que pondré un fragmento al final de la entrada. Y es
cierto, para qué negarlo: la vida lanza a veces, quizás a menudo para la gente
optimista, piedritas a tu ventana, alegres
piedritas esperanzadoras, chinitas
que invitan a la satisfacción y al optimismo, que te hacen pensar que… bueno…
que… ¡arriba ese ánimo!, que no es para tanto, que eres un agorero exagerao, un exigente tiquismiquis.
Lo malo
es que, también a veces, y no sabes si más a menudo y/o más decisivas, más
determinantes y marcadoras —dependerá, entre otras cosas, de cada cual—, de igual
modo, o quizás con más contundencia aún, la tristeza —ahora no es la alegría—
tira contra tu ventana piedrotas,
algunas aterradoras, verdaderos pedruscos que, al contrario que las piedritas alegres de Benedetti, te
llaman, te atraen, y te invitan y/o te abocan a un pesimismo más o menos
profundo; y que resultan no ser otra cosa, así lo interpretas tú, que avisos
para que las alegrías propiciadas por las piedritas
te las tomes… sin mucha euforia, o…, quién sabe, todo lo contrario… con más
aún.
PIEDRITAS EN LA VENTANA
De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero hoy me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en su escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas
[…]
Benedetti, Mario:
Inventario, poesía 1948-1980
Madrid: Visor, 1983, Pág. 14.
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