«Como
tú» es el título de un extraordinario poema de León Felipe, unos versos que de
Blas Rubio aprendí a transmitir con emoción a mis alumnos. Blas es uno de los
mejores profesionales que he conocido en el campo de la enseñanza (aunque muy
cualificado, él se solía calificar a sí mismo como «maestro raso»). Así que… vi
cómo lo hacía el maestro raso, me pareció una buena idea y desde entonces traté
de imitar unas cuantas veces su pedagogía, o, dicho con más precisión, parte de
su pedagogía.
Antología rota
es el nombre de la primera obra de León Felipe que cayó en mis manos. La
publicó Losada en su colección Clásica y
Contemporánea, y la compré, apenas iniciada la década de los setenta, bajo
manga (la censura de la dictadura franquista no permitía su venta en nuestro
país); me hice con ella en Murcia, muy cerca de la Plaza de Santo Domingo, en
la ya hace muchos años desaparecida librería Demos.
¡Ah,
el morbo de lo prohibido! En esta obra, una buena muestra de la poesía de León
Felipe, me encontré por primera vez frente a «Como tú», y también ante un poema
en el que el poeta llama sapo Iscariote a Franco; sí, a su excelencia el generalísimo,
jefe de los ejércitos de tierra, mar y aire. Vean qué par de... versos:
[...]
Franco.... el sapo Iscariote y ladrón en la silla del juez repartiendo castigos
y premios. / En nombre de Cristo, con la efigie de Cristo prendida del pecho.
[...]
Otro
poema que conocí en esta antología y que me conmueve cada vez que acudo a él es
aquel en que le dice al generalito —de voz atiplada, por cierto— que lo deja
mudo, con la pistola pero sin la canción...:
Franco,
tuya es la hacienda, / la casa, / el caballo / y la pistola. / Mía es la voz
antigua de la tierra. / Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por
el mundo... / Mas yo te dejo mudo... ¡mudo! / y ¿cómo vas a recoger el trigo /
y a alimentar el fuego / si yo me llevo la canción?
¿Y
el poema en el que le dice Raposa a Inglaterra?:
INGLATERRA,
/ eres la vieja Raposa avarienta, / que tiene parada la Historia de Occidente
hace más de tres siglos, / [...] / ¡Raposa¡ /¡Hija de raposos! [...]
Pero
vayamos con «Como tú». En el aula (siguiendo en parte, como he dicho, lo que vi
hacer a Blas), antes de comenzar con la lectura del poema, hay que pedir a los
niños de la clase que salgan al patio del colegio y que cada uno traiga una piedra.
Si no hay piedras en el patio (en el de mi colegio sí las había), se les
encarga que para la próxima clase cada uno venga con la suya. ¡Ojo!, hay que
orientarlos, hay que decirles qué tipo de piedra es conveniente, porque si no
lo hacemos nos podremos encontrar con
algunas sorpresas, como la de que algunos alumnos vengan con una muy pequeña,
diminuta, o, todo lo contrario y peor, que vengan con una excesivamente grande.
Debe ser una piedra pequeña, sí, modesta, que quepa con holgura en el hueco de
la mano del niño, pero que tenga suficiente entidad y se la pueda ver con
claridad, ello debido a su protagonismo.
Una
vez provisto de piedras el alumnado, mostraremos cómo se hace el recitado del
poema; en primer lugar lo hará el maestro, adoptando el papel del poeta, que
mira y habla con emoción a la piedra que tiene en la palma de la mano, bien
visible, a unos 20-30 centímetros de los ojos que la miran, y a la que dice con
mucho sentimiento:
COMO TÚ
Así es
mi vida,
piedra,
como
tú. Como tú,
piedra
pequeña:
como
tú,
piedra
ligera;
como
tú,
canto
que ruedas
por
las calzadas
y por
las veredas;
como
tú,
guijarro
humilde de las carreteras;
como
tú,
que en
días de tormenta
te
hundes
en el
cieno de la tierra
y
luego
centelleas
bajo
los cascos
y bajo
las ruedas;
como
tú, que no has servido
para
ser ni piedra
de una
lonja,
ni
piedra de una audiencia,
ni
piedra de un palacio,
ni
piedra de una iglesia...
como
tú, piedra aventurera...
como
tú,
que
tal vez estás hecha
sólo
para una honda...
piedra
pequeña
y
ligera...
León Felipe
Podemos
utilizar después la versión musical —sencilla, sobria—, del cantautor Paco
Ibáñez, que he extraído del disco Paco
Ibáñez en el Olimpia, grabación de una actuación legendaria en la sala parisina; tengamos en cuenta que aquí en nuestro país la censura —otra
vez— no permitía cantar a este músico.
Tras
la escucha de Paco Ibáñez (aunque puede invertirse el orden, pero siempre bajo
la supervisión del maestro), aquellos alumnos que quieran, individualmente o en
grupo, pueden musicalizar el texto a su manera (mejor si tienen costumbre de
otras veces). Quienes no se sientan seguros con la realización de la melodía,
pueden hacer una versión rítmica, a modo de rap, que, seguro, resultará
interesante.
Para
terminar, organizaremos una ordenada exposición literario-musical de lo
realizado, a cargo del alumnado, individualmente y/o en grupo, a elegir. Y como
colofón: grabación de cada una de estas exposiciones para disfrutar de ellas
después.
Genial, Pepe; como siempre que escribes algo. Como de costumbre, cuando te refieres a mí, te pasas en tus apreciaciones.¡Qué lástima que no domine la música como tú! Lo que hubiera hecho yo en mis clases. Recuerdo que con el mismo poema, en algunas ocasiones, les ponía como trabajo que lo musicaran, y algunos lo hacían poniéndole la música de canciones famosas, mientras que otros se la ponían ellos y el resultado o era muy bueno o un verdadero desastre. En fin, maneras de enseñar que dirían Leño y Rosendo.
ResponderEliminarGracias, Blas. Me gustó y me pareció muy motivador el que cada niño le recitara el poema a la piedra que tenía en la palma de la mano. Casi toda la clase terminaba memorizando la poesía de León Felipe y sabiendo de qué iba en realidad.
EliminarUn saludo.