A mi abuelo, mi «papá
José», padre de mi madre, cuando venía a la casa de mis padres siendo yo niño,
lo recuerdo casi siempre tocado con sombrero negro y sentado en una silla de
madera de morera con asiento de soga de lía frente al mostrador de la tienda y
junto a la puerta principal de entrada, la que daba a la carretera general.
Me acuerdo de su orondo
cuerpo vestido con un traje de pana de color negro; de su cara morena, redonda,
mollar, blanda y no muy arrugada; de su pescuezo, cuarteado en rombos; de
los lóbulos de sus orejas, blanditos y algo bailones; y de sus labios carnosos
y ensalivados, con algo de brillo en el de abajo, que sobresalía un poco y en
el que de vez en cuando se podía ver algún resto de papel de fumar a él
adherido.
Todavía se mantiene
con claridad entre mis recuerdos lo mucho que le gustaba fumar un tabaco negro
de picadura que se vendía prensado en bloques, unos paquetes llamados
cuarterones, bien fuera en pipa o en toscos y deformes cigarros como
porras liados con sus manos regordetas y morenas.
Con menos claridad me
viene el recuerdo —sí, difuminado— del olor que emanaba su cuerpo, su olor
personal; he supuesto después que sería un olor parecido al de la mayoría de
los hombres mayores de entonces, un olor que ahora me costaría describir pero
que situaría alrededor del sudor (favorecido por una más que dudosa higiene),
del tabaco y de la propia vejez.
También permanecen frescos
en mi memoria algunos rasgos de su carácter, como despreocupado, bromista,
divertido entonces para mí. Una de las veces que vino a visitarnos para
quedarse unos días con nosotros, mi hermano, algo eufórico al recibirlo, le dijo: «abuelo, mi mamá ha hecho
veinte pelotas para el cocido». «¡Uy qué bien! —contestó el viejo—, diez pa ti y diez pa mí».
Y quedó para siempre en mi
cabeza que sus «blasfemias» se resumían en dos, ambas muy repetidas y
relacionadas con los mixtos: «me cago en los mixtos de trueno» y «me cago en el
mixto pateao» (este pateao, articulado
«pa-teao», reduciendo a dos golpes de
voz la pronunciación de sus cuatro sílabas).
Genial, Pepe, nostálgico, sencillo, tierno, divertido, conmovedor... Extraordinario.
ResponderEliminarUn abrazo. Mariano.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Mariano, ¡menudo subidón de autoestima!
EliminarUn fuerte abrazo.