Una tarde de un verano
reciente, en la terraza de la heladería Roma,
desde una mesa algo alejada de la nuestra —cinco o seis metros—,
[el] Jeromín, en broma, intimidaba a mis nietas con gestos de una de
sus manos, que llamaba a las niñas (palma hacia abajo diciendo «ven»
con el movimiento de los dedos), y las amenazas de la otra, con el
gesto de dar unos azotes (palma hacia arriba y movimiento lateral):
Venid, que os vais a enterar, les decía manualmente; y las
chiquillas —teatreras, muy teatreras—, exagerando su miedo, se
alborotaban y acudían corriendo a mí para que —más teatrero aún:
en eso soy especialista— las acogiera entre mis brazos.
Jeromín es el nombre de un
peculiar personaje que enriquece nuestro ya de por sí diverso y
rico paisanaje local. Tiene toda la cara de Bill Clinton (He debido
decir tenía; quizás ahora, ya no tanto): rubio, ojos claros
grisazulados,
piel también clara, nariz con porrita... Últimamente lo veo más
estropeado, como si hubiera envejecido unos cuantos años de golpe.
Anda ya un tiempo jubilado
(tendrá ahora setenta y pocos años) y trabajó toda su vida como
albañil, un peón adiestrado por su padre como ayudante para su
propio servicio; juntos formaron pareja laboral y trabajaron
inseparablemente hasta el retiro del viejo. Después, al hijo lo
empleó un primo suyo, también constructor, que lo tuvo en nómina
hasta su jubilación.
Jeromín
(mejor con el artículo delante: el
Jeromín)
es sordomudo, aunque mudo lo es a su manera. Ya de
joven lo era, y he pensado muchas veces que tuvo que oír bien en su
infancia porque algunas —no sé si muchas— de las palabras
que a su modo articula
se parecen —bastante en algunos casos— a como
son pronunciadas aquí por otros paisanos, de lo que deduje hace
tiempo que su sordera debe ser postlocutiva (Pregunto
ahora y me dicen que sí, que se debe a una meningitis que sufrió de
niño).
En su
jerga particular (y transcribo por aproximación pues sería
imposible hacerlo con exactitud), él es Tomín,
y a su amigo
Juanito, el Guti,
le dice Guaito
—quizás Uaito—;
los
pensionistas son
los petonítah,
y dice peeño
en vez de pequeño, como decía petétah
refiriéndose a las pesetas (si decía petétah
no, quería decir
sin pesetas, sin dinero); y
por ahí van sus «pronunciamientos». ¡Ah!, y así, muy
cercanamente a como se los escribo a continuación, suenan los días
de la semana salidos de su boca (las «ges» y las «jotas», suaves,
como aspiradas): úngeh,
páhteh, mejóeh, huéveh, víngeh, tojanto y jominlo.
Cuando te ve por la calle, a
menudo te para y, como necesitado de interlocutor, se pone a «hablar»
contigo, a decirte cualquier cosa: sobre lo ricos que son los conejos
que cría en su casa, en la huerta, sobre lotería, sobre quinielas o
sobre cualquier acontecer reciente del pueblo… Mal asunto si no lo
entiendes, porque se molesta; y si le dices que sí, que de acuerdo,
y se da cuenta de que no te enteras de lo que te está diciendo —y
suele percatarse—, peor aún, se enfada igualmente,
y entonces te lo repite con ayuda fonomímica
y utilizando la palma de la mano izquierda como una pizarra mini en
la que simula escribir con la punta del dedo índice de la mano
derecha, pues sabe leer y escribir, fue a la escuela de niño, y
seguro que no sería de los torpes.
Es un quinielista empedernido,
por ello puede sacar y mostrarte su quiniela y explicártela en medio
de cualquier calle o plaza en cuanto te descuides un poco, calculando
lo que va a ganar con sus aciertos, algo que tiempo atrás expresaba
en petétah.
Tiene mucha fuerza y es muy
bruto. No sé si controla bien ese exceso de energía y, sobre todo,
su impulso motor. Y como quiere demostrarte lo fuerte que es, a
menudo, cuando te topas con él, vayas solo o acompañado de quien
sea, te muestra, exhibicionista —a ti y a tus acompañantes—, sus
desarrollados bíceps, mientras a su manera tan gestual te dice que
está tan fuerte porque hace flexiones y otros ejercicios
gimnásticos, y, tras ello, te aprieta en exceso la mano que te choca
o te aplica una dolorosa pinza —inútil que te resistas— en
alguna frágil parte del cuerpo; todo ello hasta que cedes y te
quejas debido al daño que te está haciendo. Inmediatamente, sacando
pecho, con aire de satisfacción, cabeza erguida y nariz para arriba,
te dice: «tú, abaho»
(y acompaña su «abajo» con un gesto despectivo de la mano en el
aire), «yo, ahíba»
(y acompaña su «arriba» con un gesto manual positivo). A
continuación, orgulloso, se aleja del lugar de su demostración
con la pose corporal de «ahí queda eso».
Hola Pepe, con toda franqueza, no me gustan los artículos largos, me aburro y el tiempo que les dedico al igual que al leer un libro que no me interesa mucho es mas bien poco. Voy escopeteao y seguramente lo hago mal y debiera relajarme un poco. Tu artículo me empezaba a gustar hasta que mi impaciencia hizo acto de presencia y corto cierro y te saludo cordialmente
ResponderEliminarSi te aburres, haces bien en dejarlos a medio leer, Toni, tengan el tamaño que tengan. Yo creo, sin embargo, que el interés de un artículo no está en su longitud, sino en lo atractivo que pueda resultarte, bien sea por su tema, porque aprendas algo que consideres de valor, porque toque tus fibras más sensibles (recuerdos, sentimientos, deseos…), por su calidad literaria…
EliminarUn saludo.
Me sucede a veces que cuando me relajo-como esta vez- vuelvo sobre mis pasos y te he vuelto a leer hasta el final, y he visto el menda que está hecho este tal Teromin, me recuerda a mes de uno, no sé hasta que punto es un clásico españolito.
ResponderEliminarVolviendo a lo que te decía de los artículos largos, veo en casi todos los blosgs que visito que no tienen por lo general mas de unas 16 lineas de media, es lo que yo vengo haciendo en el mio. ¿No te da que pensar el tener pocos comentarios? bueno no me hagas mucho caso porque la verdad es que yo también estoy a dos velas je, je,je
Salud
No sé, Toni, quizás la escasez de comentarios se deba a que la gente es perezosa, o a que desconoce la forma de hacerlos, o a que no le interesan en absoluto, no sé, ya te digo.
EliminarSalud.
Hola, Pepe!! Disiento del comentario de Toni!! A mí me ha sabido a poco!! Genial retrato del Jeromín!! Sabes que siento debilidad por estos retratos!! Un abrazo. Mariano.
ResponderEliminarGracias, Mariano. Ya sabes que tu opinión es importante para mí.
EliminarCreo que tú conoces de vista al Jeromín; me parece que nos lo hemos encontrado y te lo he mostrado en alguna ocasión cuando paseábamos por el pueblo.
Un abrazo.
Yo también disiento del comentario de Toni, también me ha sabido a poco y me ha parecido magnífico.Creo que en éstos tiempos de tuiter,nuestra capacidad de concentración se ha menguado y nos hemos instalado en la premura.Acabo de leer "todeseguio"tus artículos de las monjas y me han parecido una gozada.Un saludo, Joaquín Andugar.
ResponderEliminarBienvenido tu comentario, Joaquín; muchas gracias, pues para mí supone un buen estímulo.
EliminarUn saludo.