Jubilado
ya unos años, cruza los dedos intranquilo ante el cada vez más
menguado futuro que —galopante, dice él— se le va echando
encima, temiendo por la evolución de una pensión que no progresa
adecuadamente, preocupado por el posible batacazo de una paga todavía
«decente» pero in
crescendo
descendente; e igualmente, o más preocupado aún, cruza los dedos
por una salud que..., ¡qué casualidad!, idem:
todavía «decente» pero… también in
crescendo descendente.
Tras la jubilación quiso
mantener parte de su actividad docente dando unas clases, pero se lo
pusieron difícil: «entregue usted la mitad de su pensión»; así
que dejó las clases y desde entonces dedica ese tiempo a escribir en
un blog que comenzó a publicar en Internet por esas fechas. Pensó:
«A ver si soy capaz, si el resultado es decente; a ver lo que
aguanto, a dónde puedo llegar...». ¿Pretexto?: dejar una huella,
si no indeleble, sí menos perecedera, para que el día de mañana
sus nietas puedan conocer de primera mano —la suya— quién y cómo
era su abuelo.
Sin embargo —piensa—, lo que se oculta tras este pretexto es
bastante más complejo: entraría dentro de las no tan sencillas
respuestas al interrogante sobre por qué se escribe.
La verdad
es que sus esperanzas blogueras intuían al comienzo una fecha de
caducidad no muy distante en el horizonte, pero va a comenzar su
quinto año y ahí sigue. Y se entretiene. Y encuentra «decente» el
resultado. Le gusta.
Sí. Así que... con los dedos
cruzados… a ver qué…
Desde aquí todo mi apoyo para ese profesor decente con un gobierno indecente que premia a los indecentes y aflige a los decentes.Encantado de leer tus comentarios decentes que seguro dejarán esa huella indeleble a esas tus nietas y a muchos más que tuvieron la suerte de tener un abuelo y un amigo decente.
ResponderEliminarGracias Pepe por tus relatos.
Un abrazo.
Gracias a ti, Paco. Tus comentarios suponen todo un estímulo para mí.
ResponderEliminarUn abrazo, y que 2018 sea bueno para ti y los tuyos.
La inquietud de, la curiosidad por, el deseo de transmitir y la denominada deformación profesional por el saber. Escribir, amigo Pepe, creo que requiere, lo sabes mejor que yo, un esfuerzo por documentar y conocer hechos veraces, adecuarlos con una correcta, sólo correcta, redacción armónica y lanzarlos fuera de uno, al espacio en donde jamás mueren las palabras, al Universo en donde jamás se pierden y siempre perduran. Adelante. Siempre adelante. Posiblemente con sinsabores de las musas pero siempre con acierto por la sinceridad de darse.
ResponderEliminar