Fue un viernes. Lo sé porque todos
los años la celebramos ese día de la semana, el segundo o tercer viernes del
mes de diciembre. Celebramos lo que comenzó siendo una cena —después, comida— de
los entonces mayores de cincuenta tacos que quisieron acudir de
entre los de todo el pueblo, no todos amigos, claro, pero sí conocidos en aquella
Santomera bastante más pequeña de nuestra infancia.
Y fue —he mirado el calendario—
en la comida del segundo de los viernes de diciembre de 2014. Estábamos
sentados a la mesa, juntos, uno al lado del otro, Antonio Campillo Ruiz —el Bamboso— y yo; y entonces me habló por
primera vez de un tío suyo, técnico electricista de la marina republicana al
comenzar la guerra civil, cuyo cuerpo está atrapado desde 1936 en el interior
de un submarino que permanece todavía sumergido en aguas del Mediterráneo frente
a la costa de Málaga, que fue hundido por los alemanes en un acto de piratería poco
después de comenzada la guerra civil española. (Sí, por los alemanes, según me
dijo Antonio, que no estaban en guerra con la República Española, pero ayudaron
definitivamente al bando rebelde franquista a ganar «su cruzada»).
El
12 de Diciembre de 1.936 el Submarino Republicano C3 patrullaba en las
cercanías de Málaga, cuando recibió el impacto de un torpedo disparado por el
submarino alemán U34 […] (Rita
Campillo Ruiz)
Antonio el Bamboso es una de las personas más simpáticas y estimulantes que te
puedes encontrar en la vida, con una sonrisa luminosa y un talante muy animador:
«arreador». Es algo mayor que yo, que tengo más o menos la edad de su hermana,
Rita, a la que admiré con envidia durante mis años juveniles —¡ah, los
remordimientos!— viéndola tan trabajadora, estudiosa, seria... una estudiante ejemplar,
algo en lo que yo no me consideraba siquiera bueno; Rita cursaba piano en el
conservatorio además de sus estudios de bachiller, y yo hacía el mindango: en
barbecho.
Bueno… pues dos días después de
esta referida comida anual «de los mayores», domingo, me encontré, en Dactyliotheca, el blog de Antonio, una
entrada que consiguió emocionarme, un artículo que hizo asomar las lágrimas a
mis ojos varias veces a lo largo de su lectura, que me obligó a hacer grandes
esfuerzos, y no con éxito precisamente, para contener el llanto.
Cuenta el Bamboso en su emocionante recreación («El
silencio de los héroes EL HONOR»)
cómo dos niños —él y su hermana— se las arreglan una tarde, «en aquella casona
de la abuela», para entrar en una habitación cerrada a cal y canto, y cómo descubren
algunos de los secretos mejor guardados de una familia con los labios sellados
en aquellos años todavía de postguerra prolongada. En esa habitación, bien
guardadas, permanecían las «cosas» («papeles, fotografías y aparatos extraños»)
del tío de los dos fisgones (Joaquín Ruiz Baeza,
hermano de la madre de los chiquillos), muerto al comienzo de la guerra civil, un
hombre, dice su sobrino, «que defendió la libertad y el honor respetando la
voluntad de la mayoría de los españoles», desempeñando su trabajo de cabo
electricista en un submarino leal a la República Española, el C-3.
Rita, con el tiempo, recopiló
información sobre su tío, la amplió, la contextualizó
y completó con datos de la época, y con todo ello escribió un libro que se
puede consultar en Internet (Los
sueños perdidos. Crónica de un marino español), y renunció a sus
derechos de autoría en favor de una muy buena edición en papel llevada a cabo
por la Universidad Politécnica de Valencia.
Joaquín Ruiz Baeza
(portada del libro)
Cuando en aquella comida de
hace tres años Antonio me contó la historia de su tío, me sentí atraído de
inmediato por ella, pero fue después, al leer su artículo, cuando pensé en una
elegía in memoriam del C-3, y desde
ese primer momento me vino a la cabeza la música que podía utilizar, la Elegía,
Op. 24, de Gabriel Fauré, una preciosa obra para violonchelo y piano de la que
resaltan los especialistas su «expresividad y bella pureza», y que a mí, desde
que conozco la historia del submarino republicano hundido tan miserablemente,
me conmueve más que antes, pues la pienso en relación, ahora ya inseparable,
con el C-3 y con Joaquín Ruiz, el tío de Antonio y Rita.
Mientras piensan en lo que les
he contado, escuchen la obra, muy bien interpretada por Steven Doane (violonchelo) y Barry
Snyder (piano), contenida en un CD editado por la discográfica Bridge en 1993.
“Las olas que lamían suavemente el costado de acero del barco que acababa de aparecer, alimentaban la tranquilidad de una tripulación que realizaba sus habituales trabajos. La mañana era clara y limpia. Un oficial y el piche de cocina, al igual que el resto de tripulantes, realizaban sus labores en cubierta, uno de observación y vigilancia y el otro de sus faenas. Una conmoción, un estallido, un calambre, les hizo tambalear y con la rapidez que pudieron se arrojaron al agua para no ser arrastrados por el torbellino del barco al hundirse golpeado por una inmensa mano invisible que lo partió en dos. Los pescadores que faenaban a distancia visible pusieron rumbo al lugar y les recogieron. El barco había desaparecido y no volvió a resurgir de su descanso hasta pasados más de cincuenta años.”
ResponderEliminarPepe, los seis minutos cincuenta y tres segundos de tu Elegía, Op. 24, de Gabriel Fauré pareciese que están describiendo, pormenorizadamente, el instante de la tragedia que he ido trasladando a letras después de escucharla varias veces. Sus notas quedarán clavadas en la mente de mi hermana Rita y en la mía por siempre.
Ahora, conocida la historia y grandeza en la defensa de Málaga del submarino C-3 y su heroica tripulación, cada 13 de diciembre la Base de Submarinos de Cartagena les ofrece un homenaje y recuerda, cómo no, a todos los marinos desaparecidos en acto de servicio en esta precisa, potente y, denostada en un principio, arma inventada por un genio naval, Isaac Peral. Un gran abrazo, amigo Pepe.
Antonio, esta historia del C-3 me sigue conmoviendo cada vez que vuelvo a ella, supongo que influirá que me la contaras tú y que entre su tripulación esté tu tío. Y la imagen que de toda esta historia más me viene a la imaginación es la de los dos niños buscando en la habitación del tío cerrada a cal y canto.
EliminarUn abrazo.
Gracias a la generosidad de Antonio (el Bamboso)tuve la ocasión de leer el libro y conocer la gesta de los esforzados tripulantes del C-3. Honor y gloria a los héroes!
ResponderEliminarHonor y gloria, Mariano, para los tripulantes del C-3.
EliminarGracias.
Buenas tardes Sr. Abellán. Por motivos de mi pasión por el "C 3" le rogaría que se pusiera en contacto conmigo por un asunto que estoy seguro le va a interesar mucho. Atentamente, J.Luis Martin
ResponderEliminarGracias, Sr. Martín, no puedo ponerme en contacto con usted porque no tengo manera de hacerlo: correo, teléfono…; además, yo no sé sobre el C3 mucho más de lo escrito en el blog.
EliminarUn saludo.